Con Orwell, en la zanja
A la gran guerra de mi generación no se llega con botas a la espalda. El enemigo se ha aprovechado de las herramientas del Gran Hermano para su violencia
Cuando los terroristas yihadistas atacaban París el viernes por la noche me encontraba en mi casa leyendo Homenaje a Cataluña, de George Orwell. El escritor inglés relata en este testimonio sus experiencias en las milicias del POUM durante la guerra civil española. Como cientos de jóvenes europeos, el joven Orwell llegó con un par de botas de su exagerada horma a la espalda para luchar contra las fuerzas fascistas, para vivir en ese frente, como nos cuenta en su libro, los milagrosos instantes de un verdadero socialismo.
Orwell pudo comprobar que el mundo nunca ha estado limpiamente dividido en dos ideologías. Al llegar a Barcelona se topa con lo que llama “una epidemia de siglas”; las muchas organizaciones en las que la izquierda se hallaba contenida y con la manipulación informativa de corte estalinista que ejercía el Partido Comunista de España, experiencia que le ayudó a formar muchas de las ideas que luego plasmaría en su novela 1984. Pero incluso en aquel vendaval de tendencias la trinchera seguía siendo una zanja en el lodo, un lugar que acogía la participación activa de hombres sin más habilidad que la de saber usar un arma de fuego.
Ante los ataques que ha llevado a cabo el Estado Islámico en Occidente me invade el mismo impulso bélico que al Orwell que dormía sobre ratas muertas en Huesca. Pero a la gran guerra de mi generación no se llega con botas a la espalda. Es una guerra cuyos términos rediseña un enemigo que se ha aprovechado de la democratización de la tecnología, es decir, de las herramientas del Gran Hermano, y cuyo impulso violento y totalitario, así como su naturaleza de rizoma clandestino, es la excusa perfecta para que termine de concretarse, con aprobación general, el futuro de vigilancia masiva que profetizara en su gran novela distópica el exmiliciano del POUM.
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