Contar con Turquía

La decisión de la Unión Europea de contar con Turquía para abordar el problema de las decenas de miles de personas que desde Oriente Próximo están llegando a Europa es una estrategia acertada que ayuda además a abordar otras importantes cuestiones relativas a la seguridad de Europa.

Los jefes de Estado y Gobierno de la UE reunidos en Bruselas han elegido una opción eficaz al acordar una ayuda económica —cuya cuantía exacta todavía debe determinarse— a Ankara para que Turquía pueda asumir la presencia en su territorio de los refugiados que han llegado hasta allí y les disuada de su avance hacia el continente. Experiencias previas de éxito, como por ejemplo la ayuda económica que España sigue prestando a Senegal, demuestran la validez de este tipo de políticas a la hora combatir los flujos de inmigración irregular.

Hay que alabar el hecho de que la canciller alemana, Angela Merkel, haya marcado la pauta y abierto la puerta a un más que considerable presupuesto de 3.000 millones de euros para Turquía, frente a las voces que proponen una cifra seis veces menor. Europa vive una crisis sin precedentes desde el fin de la II Guerra Mundial y embarcarse en una estéril discusión sobre la cuantía no haría más que empeorar la situación. Además, Merkel, una vez más en el papel oficioso de principal representante de la política de la Unión Europea, viajará el lunes a Ankara para tratar el asunto con el presidente turco, Recep Tayipp Erdogán.

También conviene resaltar que Turquía ha jugado bien sus cartas y ha aprovechado la necesidad de la Unión para poner sobre la mesa dos viejas cuestiones: la liberalización de visados que permitan a sus ciudadanos moverse por el espacio Schengen y la reactivación del proceso de integración en la UE, casi enterrado tras los gestos autoritarios de Erdogan durante estos años. Se trata de dos asuntos que vuelven a colocar a Bruselas ante la pregunta de qué tipo de relación pretende con Ankara y hasta dónde quiere que llegue. Y Turquía merece una respuesta.

Lo importante es que con esta propuesta Europa da finalmente un paso que va más allá de las medidas de emergencia a corto plazo. La crisis de los refugiados no estriba solo en tener en cuenta a quienes ya han llegado a Europa sino a los que están en camino. Contar con Turquía como socio en esta empresa es un paso lógico que ayudará a evitar tragedias como las presenciadas casi a diario en diversos puntos del trayecto.

Además, el plan europeo puede servir para encauzar la relación con Turquía, que se había enrarecido notablemente en los últimos años en gran parte debido al desencuentro producido entre las aspiraciones turcas a entrar en la UE y las reticencias europeas. Turquía celebrará elecciones legislativas el próximo 1 de noviembre y su estabilidad se ve amenazada por el terrorismo, tal y como muestra el sangriento atentado de hace una semana. La colaboración con Ankara es importante para cuestiones que van mucho más allá de la presente crisis. Se trata de un país fundamental para la seguridad de Europa, y es bueno que los líderes de la UE hayan sabido interpretarlo así.