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CLAVES
Columna
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El nuevo apocalipsis

Directivos de primera fila y de segunda, millonarios todos, han jugado a la pequeña estafa pero multiplicada

Jorge M. Reverte

Tuvimos las vacas locas, luego el ébola y entre medias una lista considerable de síndromes y otras variantes de fenómenos naturales o provocados por la raza humana que nos han venido a decir año tras año que el mundo, tal como lo conocemos, iba a dejar de existir.

Aunque creo que nos faltaba el apocalipsis industrial. Causas vinculadas a la economía teníamos. Eso sí, algo añejas. Cuando eran financieras, las relacionábamos con la crisis del 29. Ya era un modelo indiscutible y con abundante bibliografía. Por la mañana había un financiero que estaba algo preocupado mientras se afeitaba y unas pocas horas después se tiraba por la ventana de su oficina en Wall Street para estrellarse contra el suelo, sabiendo que su familia se tendría que ir al Medio Oeste con una ropa y un coche prematuramente envejecidos dispuestos a hacer cualquier trabajo la mujer (ya sin joyas) y a cargar en un mercado el hijo adolescente.

Aquello de la Gran Depresión fue muy fotografiado y se hicieron de ello todas las estadísticas posibles. Resulta todavía muy raro ver imágenes de gente de raza blanca con evidentes huellas de hambre en sus rostros. Ahora tenemos que estar preparados para una parecida. Vienen tiempos en que la gente de raza blanca va a volver a estar en las portadas de los informativos, esta vez juntos con los de las razas que han ido sumándose al bienestar europeo.

La crisis esta vez va todavía más adentro del sistema: afecta a toda la confianza en él. El capitalismo que derivaba hacia el modelo anglosajón de las sociedades anónimas está cada vez más en esa sintonía. Ya no se puede fiar nadie de nadie en ese juego. Los directivos de algunas grandes empresas son unos golfos porque nada les va en ello, pactada la indemnización. ¿Por qué nadie va a dar margen de confianza a Volkswagen si ha intentado estafar con él a todo el mundo? Directivos de primera fila y de segunda, millonarios todos, han jugado a la pequeña estafa pero multiplicada.

Ahora se puede dar una paradójica situación: que la confianza vuelva, después de un proceso de muchos años, a los trabajadores, que se impliquen en su trabajo como pasaba antes. Es lo que en los orígenes se llamó sindicalismo.

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