¿Quién me va a curar el corazón ‘partío’?
Incluso cuando su curación exija una cirugía invasiva, cerramos tras la intervención la llaga con el mismo primor con el que en casa zurcimos un siete de una prenda querida
Nunca habíamos visto un corazón cosido, ni siquiera sabíamos que se podían remendar con un hilo negro de los de andar por casa: los que todavía encontramos en el canasto de costura de la abuela. Pues ahí lo tienen. Lo han abierto de arriba abajo, han entrado de puntillas en sus aurículas y en sus ventrículos, han corregido lo que estuviera mal y ahora se encuentra en esas manos azules que quizá lo están devolviendo a su hueco de la caja torácica, el mediastino, con el afecto de quien devuelve al joyero el diamante con el que ha acudido a la entrega del Premio Nobel de Literatura. La foto de la víscera, sobre el acolchado protector de las palmas de las manos, resulta tan hermosa que sería un excelente logo para una empresa dedicada a las reparaciones de los corazones rotos, ahora en el sentido figurado de la expresión.
Piénsenlo: cuidamos de sus sentimientos. Incluso cuando su curación exija una cirugía invasiva, cerramos tras la intervención la llaga con el mismo primor con el que en casa zurcimos un siete de una prenda querida (el del vestido, pongamos por caso, de la boda, que será también el de la mortaja). Si a usted le han roto el corazón, confíelo a nuestros expertos, que recibirán sus pedazos como se recibe una joya en un estuche de terciopelo o seda. Lo recompondremos con cariño. La herida cicatrizará, los puntos se diluirán, y usted, tras la convalecencia o el duelo, podrá rehacer su vida como si nada hubiera pasado. Ponga su corazón en nuestras manos. O mejor: ponga en ellas sus emociones, que es lo que simboliza este músculo.
elpaissemanal@elpais.es
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