Señales inquietantes
La crisis china y la prevista subida de tipos de la Fed alientan el miedo a una desaceleración mundial
La economía global atraviesa por una situación delicada. La desaceleración china causa daños en el comercio mundial, que tenderán a intensificarse con el transcurso del tiempo si las autoridades de Pekín no corrigen la situación; la subida de tipos en Estados Unidos, ineludible porque no se puede mantener indefinidamente una política monetaria expansiva, causa inquietud en los países emergentes, que ya anticipan una salida de inversiones en busca de mercados mejor remunerados; las Bolsas, acuciadas por la crisis china y el esperado viraje monetario de la Reserva Federal, transmiten su nerviosismo a la economía real. Y todo ello se proyecta sobre una recuperación mundial débil, como no se cansa de repetir el Fondo Monetario Internacional.
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Es prematuro sumarse a la tesis pesimista de que se aproxima una nueva recesión. Quizá no sea para tanto, dado que las economías rectoras se mueven entre océanos de liquidez y un precio del petróleo muy bajo. Pero hay que estar preparados para el impacto sobre las economías emergentes (Rusia, Brasil, México...), que se traducirá en necesidades de ajuste presupuestario de intensidad variable según sea cada situación (en el caso de Venezuela, desde luego, el ajuste tendrá que ser muy severo). Los países más importantes de Latinoamérica necesitan reformas estructurales (de las auténticas: fiscales, administrativas y de liberalización de los mercados) para limitar los efectos de las recesiones que, sistemáticamente, golpean primero y con más intensidad en el área.
La economía española no se va a librar del impacto. Es razonable esperar una moderada pérdida de impulso en el crecimiento (en el tercer trimestre la tasa trimestral ha caído al 0,8%, frente al 0,9% y el 1% de los dos anteriores) y una ralentización en la creación de empleo. Si esta última desaceleración se confirma, es probable que la recuperación no alcance los niveles de prosperidad previos a 2008.
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