La chispa
Yo pasé, sin solución de continuidad, de la media ‘coca-cola’ al cubata, que era el cóctel del momento


Mi experiencia por delante: no consumí una botella entera de la chispa de la vida hasta mi edad adulta, porque mi padre, que era muy económico, pedía dos coca- colas para los cuatro y ahí entraba en juego la mesura de mi hermana, que colocaba los cuatro vasos en fila y dividía las dos botellas con una exactitud que no he vuelto a ver en mi vida cosa igual. La cuestión es que mi padre sí reparaba en gastos, pero en aquellos años una ligera tacañería no llamaba la atención dado que todos los padres habían sido niños de la guerra. Yo pasé, sin solución de continuidad, de la media coca-cola al cubata, que era el cóctel del momento, como viene siendo ahora el gin-tonic con cosas. Sea como fuere, mi padre contribuyó, aunque por motivos externos a nuestra salud, a que no sufriéramos la ansiedad que ataca al bebedor de refrescos azucarados. No es así ahora, cuando parece del todo habitual que los niños en un restaurante tomen dos o más refrescos. El azúcar crea adicción y de esa adicción y del descontrol consumista se han valido las grandes compañías para tener nuestra salud en sus manos. La publicidad contribuye a que minemos nuestro bienestar envolviendo las malas noticias en un ambiente de buenrollismo seductor, como así demostró Don Draper, que como todas sabemos, fue el creador del histórico anuncio, I’d like to buy the World a Coke.
Pero hace ya unos años el sistema de salud americano y los medios cercanos al partido demócrata, alertados por la epidemia de obesidad, comenzaron a recomendar una disminución en el consumo de bebidas azucaradas. Como resultado, desde 1990 las ventas han caído en un 25 % y los índices de gordura extrema se han estancado. La relación del azúcar con la diabetes, el peso o las enfermedades cardiovasculares está más que demostrado por los expertos, pero Coca-Cola ha preparado el contraataque, subvencionando una investigación en la que dietistas amigos demuestran que la obesidad es una consecuencia (sólo) de la vida sedentaria.
The New York Times publicó esta misma semana un editorial sobre este abuso de la multinacional. Cuando lo leí, pensé, para eso sirve el periodismo.
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