Tu desaparecido, mi negocio
Las familias de desaparecidos en México en su camino hacia EE UU, aceptan la ayuda de quienes aseguran trabajar buscando personas a cambio de grandes cantidades de dinero
La migración clandestina ha desarrollado en Centroamérica un variado comercio que busca responder a las necesidades del éxodo indocumentado, principalmente de hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses que atraviesan México con el sueño de llegar a Estados Unidos. Así, dueños de buses, coyotes, pasadores de aduanas, hoteleros, taxistas... viven de los ingresos que genera el sueño americano de miles de personas que intentan la travesía migratoria terrestre más peligrosa del mundo. Últimamente, un nuevo rubro ha venido a sumarse a la oferta comercial: los falsos buscadores de migrantes. Estafadores que han puesto el ojo en el mercado de desapariciones, engañando a familias desesperadas que intentan obtener alguna noticia de sus allegados.
Varias organizaciones defensoras de los derechos humanos estiman que más de 70.000 migrantes han desparecido en su tránsito por México. Secuestrados por el crimen organizado, presos en cárceles, asesinados, víctimas de trata con fines de explotación sexual en el caso de las mujeres. Miles de familias pierden comunicación con sus parientes en algún Estado de México. Angustiadas, aceptan la ayuda de quienes aseguran trabajar buscando personas a cambio de cantidades de dinero que pueden llegar a sextuplicar los ingresos mensuales del grupo familiar.
Lucía Santos Coyoi, al igual que cientos de personas, decidió acudir a uno de estos buscadores de migrantes, Bonifacio AG, para que le ayudara a encontrar a su hijo Bernabé Cruz Santos. Lucía tiene hoy una deuda por 25.000 quetzales guatemaltecos (unos 3.000 euros) y un ingreso mensual medio de 4.000 quetzales (480 euros).
De origen maya-quiché, Lucía vive en el Cantón de Chuicavioc, una localidad rural próxima a la ciudad de Quetzaltenango, en Guatemala. Desde su casa de suelo de tierra barrida, salió Bernabé el 28 de enero del 2010, acompañado por el traficante guatemalteco FJ a nombre de quien Lucía dejó hipotecada su casa, su único bien, para poder pagar el viaje de su hijo.
Bernabé tenía entonces 18 años y un hijo de cuatro y una bebé de apenas cinco días a su cargo. Por ellos salió a buscar un empleo mejor que le permitiera, en un plazo de cuatro años, recaudar lo necesario para comprar un terreno y construirse una casa. Pero a los 20 días de haber salido, Bernabé llamó a su madre para decirle que estaba encerrado y que sólo le daban de beber el agua de un tonel. Esa fue la última vez que Lucía habló con él. En 2013, una nueva noticia traída por un vecino deportado desde los Estados Unidos le devolvía a Lucía la esperanza de encontrarle, pues lo había visto hacía unas cuatro semanas en un albergue de migrantes en el Estado de Oaxaca, México, aunque amputado de ambas piernas tras caer de La Bestia, el temido tren que abordan los migrantes indocumentados para cruzar el país.
La desesperación de Lucía encontró oídos a los pocos días cuando, por recomendación de una amiga, contactó a Bonifacio para que buscara a Bernabé. Un hombre que en 2011 fue capturado por agentes de la Policía Nacional Civil, según un artículo de la prensa local Nuestro Diario, al ser sorprendido recibiendo de manos de una mujer 100 quetzales. Según el medio, se trataba de una extorsión a cambio de la entrega de información sobre el paradero de su hija de 18 años. Dos años más tarde, Lucía pasaba a formar parte de la lista de estafados.
“Deme una foto de él para poder buscarlo”, le dijo; y Lucía, ilusionada, le entregó la imagen que serviría más tarde para robarle el equivalente a medio año de su trabajo. “Yo lo voy a buscar’, me dijo. ‘No se preocupe, yo lo voy a buscar”, recuerda la mujer. Al poco tiempo, Bonifacio volvió donde Lucía con la prueba, en ese entonces para ella irrefutable, de que había encontrado a su hijo. “No se asuste’ me dijo. ‘¡No le vaya a pasar como a una señora que le dio un ataque! La señora se cayó del susto cuando vio lo que le mostré’. ‘No’, le dije yo. ‘Yo tengo un corazón grande y aunque me duela yo aguanto’. Y cuando me entregó este papel fue cuando le entregué el pisto”.
El papel, que a ojos de Lucía era la prueba de que Bonifacio decía la verdad, no es más que un fotomontaje mal hecho del rosto de Bernabé en un cuerpo sentado sobre una silla de ruedas. Sin embargo, Lucía no vio que un cuadro blanco tapa el lugar de las piernas supuestamente amputadas, Lucía no vio que la cabeza casi no calza con el cuerpo que la acompaña, Lucía sólo vio la cara de su hijo, una silla de ruedas y la tarde en que su vecino le decía que había visto a Bernabé mutilado. Todo encajaba para ella: Bonifacio había encontrado a su hijo en un hospital de México y lo traería de regreso a casa.
Lucía no sabe de computadoras, ni mucho menos de Photoshop, pero entiende que el hombre que le había prometido traer de vuelta a su hijo, mezcló dos fotografías
Lucía y su marido, gracias al trabajo estable de él como empleado de aseo y mantenimiento en la municipalidad, adquirieron un préstamo bancario de 15.000 quetzales para pagar a Bonifacio.
Pero al poco tiempo, el buscador de migrantes volvió donde Lucía con una mala noticia. Según él, debido al accidente sufrido, Bernabé había perdido mucha sangre y necesitaba urgente 4.500 quetzales para poder comprar los litros que le hacían falta. “Él me dijo que lo operaron y que se vació de sangre y que ahora hay que poner sangre, entonces yo le mandé el dinero. Yo le dije que me diera un recibo. ‘¡Ah, no!’, dijo, ‘recibo no hay. Así nada más. Voy a llevar el dinero al hospital para comprar la sangre”, relató el estafador. Un segundo crédito de 5.000 quetzales se sumó a la deuda.
Tiempo después, Bernabé ya estaba listo, según Bonifacio, para volver a Guatemala. Lo haría junto con otra joven migrante que había encontrado. Pero la buena noticia merecía un último esfuerzo: la supuesta muchacha debía pagar una multa de 5.000 quetzales para poder abandonar el país. “Présteme el dinero doña Lucía y así ya me traigo a los dos rápido de una vez’, me dijo”. Lucía, ansiosa por abrazar a Bernabé, consiguió el dinero de uno de sus hijos y se lo entregó.
Otras pequeñas cantidades de 100, 150 y 200 quetzales asociados a supuestas necesidades como medicamentos y vestuario fueron también desembolsados por Lucía y entregados a Bonifacio para que Bernabé llegara bien a casa. Pero él nunca llegó. Una nueva complicación en el estado de salud del hijo de Lucía retrasaba una vez más su supuesto regreso. “Don Bonifacio me dijo: ‘necesitan hacerle un injerto porque su pierna se infectó y necesita un aparato especial. Me tiene que mandar 5.000”. Al contestarle Lucía que no tenía más dinero y que no había forma de conseguirlo, él insistió: “Búsquelo, encuéntrelo, porque él lo necesita”. Fue entonces cuando Lucía contactó con la casa del migrante de la Ciudad de Guatemala donde le explicaron que había sido estafada.
Lucía no sabe de computadoras, ni de Internet, ni mucho menos de Photoshop, pero hoy entiende que de alguna manera el hombre que le había prometido que le traería de vuelta a su hijo y logró mezclar dos fotografías haciendo que Bernabé apareciera postrado en una silla de ruedas. A pesar de todo, Lucía parece no acabar de convencerse del engaño. Analiza en silencio las dos fotografías, como seguramente lo ha hecho cientos de veces, y pregunta: “Sí es el mismo, ¿verdad?”
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala es el ente encargado de ingresar las denuncias por desaparición de personas en tránsito y enviarlas a la Procuraduría General de la República en México. Sin embargo, los familiares y defensores de derechos humanos denuncian una completa deficiencia del sistema y aseguran que los casos quedan dormidos, empolvados y acumulados en las Cancillerías sin que se ponga en marcha un operativo real de búsqueda e investigación. Lucía, al igual que cientos de personas, interpuso una demanda por desaparición en su Cancillería, pero nunca supo nada. "No me llamaron, nada”. Ana Lorena Delgadillo, directora de la organización mexicana Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, asegura que “todas estas peticiones se quedaron en peticiones diplomáticas, que dependen de la buena voluntad de los países para ser atendidas o no. Nunca pasaron, en México, a las instancias responsables de buscar y de investigar”. Esto, según Rosmery Yax, abogada de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Guatemala, “abre la puerta a que muchas personas puedan continuar aprovechándose de la vulnerabilidad de los familiares que tienen un desaparecido”.
Rubén Figueroa, coordinador de la asociación mexicana Movimiento Migrante Mesoamericano, detalla que para poner en marcha un proceso de búsqueda, las familias centroamericanas tendrían que ir a México a interponer una denuncia por desaparición. "Pero para ingresar al país tendrían que hacerlo de manera indocumentada, al igual que lo hicieron sus familiares que desaparecieron”, afirma.
En 2014, la PGR de México acogió el proyecto de creación de un mecanismo transnacional de acceso a la justicia. Una medida que también ha sido recomendada por el Comité de la ONU contra la Desaparición Forzada y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) frente a la cual el gobierno de México confirmó su compromiso con la iniciativa durante una reunión el pasado marzo en Washington.
Dicho mecanismo favorecería el flujo de información entre México y los países centroamericanos, y permitiría a las familias de las víctimas dar seguimiento de las investigaciones. Según Ana Lorena Delgadillo, “la Fundación ha estado trabajando con la PGR en la elaboración del mecanismo y hemos estado insistiendo constantemente en que se aceleren los trámites. Pero es la PGR la que tiene que dar la fecha de inicio y nosotros estamos a la espera de que eso suceda”.
Mientras tanto, la deuda imperdonable de Lucía se paga cada mes con el salario de su marido y las necesidades diarias se cubren apenas con la pequeña cosecha de cebollas ubicada en el patio trasero de la casa. Bonifacio AG se encuentra prófugo y mientras el mecanismo transnacional de acceso a la justicia se haga esperar, los falsos buscadores de migrantes continuarán teniendo el monopolio del mercado de las desapariciones.
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