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DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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Veredicto imprudente

La autora de una fotografía criticada por Rosa Montero en un artículo de 'El País Semanal' se queja de que se la descalifica profesionalmente sin escucharla

La escritora y colaboradora de El País Semanal Rosa Montero dedicó su artículo del domingo pasado —De la realidad virtual a la cueva del ogro—a los daños que puede causar Internet. Como ejemplo, citaba la batalla de una madre por hacer desaparecer de la Red la fotografía de su hijo agonizante, publicada hace año y medio en la lavanguardia.com, que sigue circulando en Internet pese a que este diario la borró enseguida de su archivo.

Montero criticaba tanto la fotografía como el hecho de que se hubiera colgado en la web, e identificaba a su autora, P. Arenós.

Paloma Arenós me ha escrito una larga carta que, por razones de espacio, solo puedo resumir, en la que declara su disgusto al ver su nombre en dicho artículo, que tuvo también amplia difusión en las redes sociales, sin que la autora la contactara. Puntualiza que trabaja para La Vanguardia desde hace 15 años, y se queja de que en el artículo “se ha cuestionado mi profesionalidad y mi nombre —mi marca, mi firma— ha quedado gravemente dañado”. Sin contar con que a raíz de su publicación está sufriendo “un linchamiento público en la Red”.

En su correo recuerda que también EL PAÍS ha publicado fotografías de matanzas con víctimas infantiles, en Gaza, por ejemplo, y aclara las circunstancias en las que tomó esa foto con su móvil el 28 de enero de 2014, por la tarde, en la puerta del colegio de Sabadell al que acuden sus hijos.

El joven, que se desplomó ante ella y varios padres de alumnos del centro, “acababa de provocar un tiroteo en otra escuela con sus consiguientes escenas de pánico”, relata, “después de acosar a dos hermanas menores de edad durante semanas, de disparar al padre de ellas con una pistola simulada y de beber cianuro”.

Arenós duda de que haya alguien que pueda hacer desaparecer la foto de Internet

Movida por su instinto periodístico retrató al muchacho agonizante, trágico protagonista de una noticia que se publicó en varios medios. Explica que con las prisas, lavanguardia.com publicó la imagen sin pixelar. “Cuando una hora después rectificaron, esa imagen se reproducía sin cesar por las redes a una velocidad pasmosa ya que tenía los ingredientes del cóctel informativo suculento: adolescente, tiroteo en una escuela, amor no correspondido, posible suicidio... y, en paralelo, mi nombre, también”.

Arenós señala que la madre del joven fallecido, R. G. Gálvez, no ha dejado de acosarla en Facebook desde ese momento, con nombre falso. Que la ha insultado llamándola “buitre carroñero”, exigiéndole que haga desaparecer la fotografía de la Red, de donde, señala, “yo no puedo —y dudo que alguien pueda— eliminarla”.

He planteado la cuestión a Rosa Montero, autora del artículo, que responde lo siguiente: “Cuando recibí la desgarradora pero correctísima carta de R. G. Gálvez pidiendo mi ayuda, contrasté los datos por Internet y leí los archivos que envió con emails a directivos de La Vanguardia. Comprobé que la información era cierta: la muerte del muchacho había sucedido así, la foto la tomó Arenós y se publicó sin pixelar, quizá por descuido, quizá por error. Por eso, al resumir el caso, escribí: ‘No sabemos cómo comportarnos ante ese enorme monstruo que es Internet y todos cometemos errores. Equivocaciones que hacen mucho daño”.

Montero prosigue: “Dice Arenós que intentó ayudar al muchacho agonizante. Lo cual no afecta a la cuestión de fondo, lo que digo sigue siendo cierto, pero es una información pertinente porque, de conocerla, la gente hubiera sentido más simpatía por ella. Mi texto está escrito sin saña; planteo la situación y nombro a los responsables, pero no digo que sean culpables; sin embargo, vi luego en las redes algunos comentarios muy críticos que decían de la fotógrafa cosas que yo no he dicho. Arenós cuenta que está angustiada y eso me apena, porque de algún modo he venido a provocar con este artículo una carambola de dolor semejante a las que denunciaba. Pensé en no dar su nombre, pero al final lo hice porque creo que, si uno toma una foto así y la publica, ha de hacerse cargo de ella (como yo me hago cargo ahora del error de haberla identificado); pero sobre todo porque mi intención era la de servir de aguijoneadora de voluntades entre el periódico, la fotógrafa y la madre, para que le ayudaran a ‘enterrar digitalmente’ a su hijo, como pide Gálvez. Una reivindicación que sigue pareciéndome justísima”.

Los lectores pueden dirigirse a la Defensora del Lector al correo electrónico defensora@elpais.es o telefonear al número 913 378 200.

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