Claroscuros Colau
Acierta al renovar el Congreso Mundial de Móviles y al suspender temporalmente las licencias hoteleras; se equivoca en mantener residuos populistas
El primer mes de Ada Colau al frente de Barcelona exhibe claros- claros y más de un oscuro.
Lo mejor, su rectificación sobre el Congreso Mundial de Móviles. Empezó con recelos por su presunto escaso impacto social. Culmina encabezando a todos los partidos para renovar su contrato hasta 2023. Lo ha logrado. Y es que números cantan: en nueve años, la feria tecnológica ha dejado 3.000 millones de euros a la ciudad y un semillero de tecnólogos y start-ups.
También acertó con la suspensión temporal de licencias hoteleras. Acaba con la sobreexplotación de algunos barrios y con dislates especulativos como un edificio de 98 metros de altura en pleno (moderado, discreto, proporcional, burgués) Eixample. Lo peor de esta moratoria es su duración (bastarían seis meses), su improvisación, su probable perjuicio económico (indemnizaciones a quienes hubiesen iniciado trámites administrativos), su mala venta al mercado mundial (no busca desmochar el turismo)... Pero también se puede morir de éxito, y la capital catalana está amenazada de una burbuja turística sin haber digerido aún la inmobiliaria.
Claro es también el compromiso de conectar las dos líneas de tranvía (¿por qué la derecha prefirió mantener desconectados los extremos populares de la ciudad?). O el cambio de tono en la agenda social, que empezó con su exposición activista callejera (conflicto de Movistar) y se reorienta a la negociación institucional (con los bancos, sobre desahucios), que es lo propio de un/a alcalde/sa.
Claroscura, la política de personal. Bien por recuperar expertos de otras trayectorias políticas. Mal por los indicios de un clientelismo estético: alguna gente preparada, pero familiar, cuando muchos votaron su lista porque parecía desguazar el nepotismo.
Oscuros, los residuos populistas al justificar la no inversión de 4,5 millones en el circuito de Montmeló alegando que es el coste de las becas-comedor desatendidas: lo puede compensar recuperando el dinero (44 millones) que debe la arruinada Generalitat a la próspera y superavitaria capital catalana. O al intentar poner salarios demagógicos a los concejales, en lo que ha fracasado porque —no se olvide—gobierna en minoría.
De momento, Colau apunta intuición y que sabe rectificar, el mejor signo de que uno sabe aprender. Volveremos a los 100 días.
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