Seúl, capital de la cirugía estética
La urbe surcoreana es la meca asiática de las operaciones plásticas gracias al turismo médico, proveniente sobre todo de China Pero son los coreanos los principales clientes de un sector que mueve 4.400 millones de euros al año y cuenta con 2.000 especialistas colegiados
A sus 26 años, lo tiene aparentemente todo. Ha estudiado en una universidad prestigiosa y cuenta con un buen trabajo relacionado con la información financiera en un canal de televisión. Es enormemente popular entre quienes la conocen, y sus amigos están de acuerdo en que es probablemente la chica más atractiva de su círculo. Y, sin embargo, Kim Jihyun (nombre ficticio) opina que su nariz se interpone en su carrera profesional. Que es demasiado plana y demasiado larga para dar bien en cámara, y eso le resta oportunidades.
Jihyun ha decidido lo que harían otras miles de surcoreanas en su lugar: cuando se publiquen estas líneas, se estará recuperando de una operación de cirugía estética. “Me dicen que mi cara es demasiado redonda, que no da una imagen muy definida ante la cámara. Creo que si me opero y doy más relieve a mi nariz, conseguiré que mi carrera pueda despegar de verdad”, explica. Tras una consulta con un especialista, ha decidido además estirarse la piel para eliminar unas arrugas microscópicas. “El doctor lo sugirió, dijo que es un tratamiento fiable, y creo que me voy a animar”.
Ella es una de las decenas de miles de jóvenes surcoreanas que pasan cada año por los quirófanos para retocar su aspecto y que han convertido a Seúl en la gran meca asiática de la cirugía estética, con más de 2.000 especialistas colegiados y un volumen de negocio de 4.400 millones de euros. Aproximadamente un 20% de las surcoreanas se han sometido al bisturí para hacerse más bellas, según la Asociación Internacional de Cirujanos Plásticos. Procedimientos como la blefaroplastia –la creación de un doble pliegue en el párpado para agrandar la apariencia del ojo– son tan habituales que ya ni se consideran aquí cirugía propiamente dicha. Es común que los padres ofrezcan pagar esta intervención a sus hijas adolescentes como regalo de fin de estudios.
El ‘look’ ideal, conocido como “grano de arroz”, es omnipresente: cara ovalada, pálida, ojos con doble párpado y boca de piñón
Un día cualquiera, en las calles de Gangnam –el barrio del lujo en Seúl que el cantante Psy lanzó a la fama internacional– es posible ver a decenas de jóvenes que caminan cubiertas con mascarillas, una escena que da al barrio un cierto aire a una superproducción de Hollywood sobre epidemias catastróficas. La mascarilla denota una operación reciente en alguna de las ubicuas clínicas registradas en la zona. Las calles y las bocas de metro están llenas de sus anuncios. “La calidad coreana al servicio de su belleza”, “Revela la belleza interior que llevas escondida”, prometen, con abundantes fotos de “antes” y “después”.
Son clínicas como LaPrin, un imponente esquinazo de seis plantas que ofrece también servicios de spa y maquillaje y cuenta con un equipo de 50 expertos. Cada paciente es atendido en su propio idioma, sea coreano, inglés, japonés o mandarín. Las recepcionistas son un vivo anuncio de las maravillas que prometen conseguir sus cirujanos: sus caras son perfectas y prácticamente idénticas. Todas son simétricamente ovaladas, pálidas, de ojos con doble párpado y boca de piñón. Es el look conocido como “grano de arroz”, el súmmum estético surcoreano, omnipresente en los concursos de belleza y los anuncios y cuya imitación acaba dando a los operados un vago aire de clonados.
Porque el ideal de belleza en Corea está estandarizado. “Todos quieren parecerse a la muñeca Barbie”, afirma el portavoz del Colegio de Cirujanos Plásticos, el doctor Cho Soo-young. Las amigas de Kim Jihyun lo explican de manera más contundente: los rasgos que queden fuera del rígido canon estético, y que en Occidente podrían tomarse como “atractivos” o “con personalidad”, en Corea del Sur se consideran directamente “feos”, sin una zona intermedia.
Como todos quieren adaptarse a un mismo ideal, los procedimientos que demandan los pacientes son en general los mismos. Ellas eligen el párpado doble, un perfilado mayor de la nariz y la reducción de la mandíbula para dar un aspecto más delicado a la cara. Ellos –menos proclives a someterse al bisturí, aunque los especialistas aseguran que esa tendencia está cambiando– también se inclinan por hacerse los ojos más grandes y por marcarse los pómulos.
El éxito del pop y las telenovelas surcoreanas en el resto de Asia ha extendido este canon por el resto del continente. El turismo médico se ha convertido en uno de los sectores en alza de la economía del país y, según las cifras de la Oficina de Turismo surcoreana, en 2012 movió 393 millones de euros. Sus clientes, animados por la calidad y unos precios relativamente razonables, proceden de Japón, EE UU o Mongolia, pero sobre todo de China, donde se ha pasado de los 12.800 pacientes de 2010 a los 56.075 de 2013. La Oficina de Turismo calcula que para 2020 el sector del turismo médico, principalmente estético, moverá cerca de 2.800 millones de euros y casi un millón de personas visitarán el país para someterse a tratamientos.
Según Jang Lian, representante de la firma JFriends, una organizadora de viajes de turismo médico en el país para visitantes chinos, la popularidad de Seúl como destino de belleza se debe a que “todo el mundo piensa que las coreanas son guapas y saben que es por la cirugía, así que vienen para operarse también y parecerse a ellas”. En muchos casos llegan incluso con la foto de la actriz a la que quieren parecerse.
Pero con la popularidad de estas intervenciones también ha aumentado la piratería. Según explica el doctor Cho, no solo operan los cirujanos plásticos, sino también especialistas estéticos que no cumplen los estrictos requisitos del Colegio, pero aspiran a llevarse una parte del pastel. Cho calcula que su número puede llegar a los 10.000. Ello ha llevado al Gobierno coreano a tomar cartas contra la publicidad falsa, aquella que promete milagros imposibles, y contra las clínicas no autorizadas. Una entidad oficial, Visit Medical Korea, asiste a los turistas para encontrar los centros adecuados e interviene en caso de disputa.
Pero, pese a la creciente popularidad de la cirugía plástica surcoreana en el exterior, son aún los propios habitantes del país los que alimentan el sector. Según la Sociedad Internacional de Cirujanos Plásticos, en 2011 se llevaron a cabo 13 intervenciones por cada mil habitantes, la proporción más alta del mundo.
Esa disposición a someterse al bisturí no solo tiene que ver con la búsqueda de la belleza, sino con el modelo de aceptación en la sociedad. “En Occidente, uno se define a sí mismo desde dentro, construye su propia imagen, es una sociedad más individualista. En Corea, la imagen de uno se construye desde fuera, la define el entorno que rodea a la persona, la sociedad”, explica el doctor Cho.
Es parte de la herencia confuciana del país. Es el entorno social el que marca las pautas de comportamiento, el que decide. La persona no cuenta tanto como individuo, sino como parte de un todo: una familia, una empresa, un círculo social. Y la sociedad impone un solo modelo general de belleza, como impone un modelo general de éxito: estudiar en una universidad de prestigio y empezar a trabajar en una de las grandes chaebol, o conglomerados de empresas familiares que forman el grueso del tejido empresarial del país, como Samsung o Hyundai. Después, casarse y tener hijos. Ni ser muy pobre ni escandalosamente rico. De acuerdo con el ideal del “justo medio” confuciano, no destacar demasiado, ni por arriba ni por abajo. Ser como los demás esperan que uno sea.
El éxito del pop y las telenovelas surcoreanas ha extendido su canon estético por el resto de Asia
Con estas presiones para adaptarse al grupo –al woori, o “nosotros”, en coreano–, el índice de suicidios en Corea del Sur es uno de los más altos del mundo y el mayor entre los países de la OCDE. La incidencia en el país asiático, según esta organización, es de 28,5 por cada 100.000 habitantes, la cuarta causa de muerte entre su población y la principal entre los jóvenes de 10 a 30 años.
Según explica la profesora Geum-ju Kwak, del departamento de Psicología en la Universidad Nacional de Seúl, “la cultura de Corea está basada en pertenecer a un grupo. Y que todos los miembros del grupo sean parecidos los unos a los otros”. Dentro de la sociedad surcoreana, añade, “la presión de la comunidad y la ansiedad que genera el ser diferente es enorme. Son las mismas razones que motivan el alto índice de suicidios”. Aunque algo parece estar empezando a cambiar. A medida que la sociedad se globaliza, los jóvenes coreanos viajan más y estudian con frecuencia fuera, especialmente en Occidente, donde absorben esos valores individualistas que horrorizan a las generaciones más ancianas. Y algunos rechazan el look uniforme. “Creo que la sociedad coreana ha entrado en un proceso de transición. Los jóvenes comienzan a decir que una cara operada no tiene glamur, que es hortera. Creo que se empieza a establecer una nueva mentalidad”, declara la profesora Kwak.
Quizá. Mientras tanto, Kim Jihyun apuesta por la cultura tradicional y cruza los dedos para que su nueva imagen le abra las puertas al estrellato.
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