La factoría mundial de velocistas
Jamaica, una pequeña isla caribeña, alberga a 3.000 atletas de élite y a un nutrido ejército de aspirantes a velocistas entre sus casi tres millones de habitantes
"¡Donkey!”. A uno de los más firmes candidatos a convertirse en el nuevo Usain Bolt le llaman “el burro”. Javon Donkey Francis, de 20 años, tiene unas piernas negras, alargadas y fibrosas. El año pasado estableció un nuevo récord nacional de los 400 metros lisos en 45 segundos, 35 centésimas por debajo de la marca registrada por Bolt en 2003 durante los campeonatos jamaicanos de Secundaria, conocidos como Boys & Girls Champs, que se celebran desde 1910 y constituyen el mayor espectáculo anual del país. “Corrió como ningún otro en la historia de los Champs”, proclamaron los medios locales. “Soy como un león y como un burro, ambos son fuertes”, respondió el aludido tras su espectacular actuación en el estadio nacional de Kingston. Al llegar a la meta, imitó el mismo gesto del rayo con el que Bolt celebra las victorias. También atesora una medalla de plata en la prueba de 4×400, conquistada en el Campeonato Mundial de Atletismo de Moscú 2013. Para su entrenador, Michael Clarke, este muchacho es simplemente un prodigio. “¡Let’s go, Donkey!”.
Como cada tarde durante los días laborables, el señor Clarke suelta órdenes al pupilo y al resto de su equipo en una pista aledaña al estadio nacional de Kingston, capital de esta pequeña isla caribeña de las Grandes Antillas. Con la camisa abierta hasta el abdomen para hacer frente al sofocante bochorno, el veterano entrenador con 30 años de experiencia, responsable del reputado Calabar High School Team, permanece sentado en una sillita de jardín al borde de la pista. Bajo un cielo plomizo, jóvenes corredores de ambos sexos con anatomías de purasangre salen zumbando en formación al ritmo que marca la voz grave e implacable del señor Clarke. “En sus marcas… ¡Corran! Bien, bien, bien. ¿Tiempo?”. La luz del sol comienza a apagarse mientras Javon Donkey Francis espera tendido sobre una camilla a que un fisioterapeuta termine de estirar sus extremidades para incorporarse a las explosivas series de velocidad de sus compañeros de equipo. “Desde pequeño quise convertirme en sprinter, no en futbolista”, dice Donkey. “Y ser uno de los mejores. He enfocado mi vida hacia ese objetivo. Pienso lograrlo. La disciplina es la clave. Quiero ser como Usain Bolt”.
Hijo de un guardia de seguridad y una niñera, Donkey proviene de una familia humilde de cinco hermanos que sigue viviendo en Bull Bay, cerca de la capital. Michael Clarke le echó el anzuelo durante su paso por el Calabar High School y desde entonces se ha empeñado en pulir a este diamante en bruto. Hoy estudia mecánica y milita como corredor profesional en las filas del club Akan bajo la supervisión del señor Clarke. Viste camiseta azul sin mangas, pantalones cortos ceñidos y zapatillas deportivas, todas de la misma firma. “Estoy camino de afianzarme como profesional y no sé quién me paga realmente, ese asunto está en manos de mi entrenador y de mis padres”.
El verdadero Usain Bolt entrena a pocos kilómetros de aquí, en la emblemática pista de color azul en el UWI Mona Stadium. Bolt se machaca tres horas cada tarde durante 11 meses al año en esta sede del Racers Track Club en el campus de la Universidad de Indias Occidentales (UWI, en sus siglas en inglés). Mientras que la marca de accesorios deportivos Puma le paga las zapatillas y las camisetas a Javon Donkey Francis, esta misma firma reporta a Bolt por su patrocinio 10 millones de dólares (nueve millones de euros) anuales hasta 2017, según Forbes. Como muchos otros grandes atletas jamaicanos, ambos comparten orígenes humildes. La estrella de talla mundial estudió en el William Knibb Memorial High School de Falmouth, en su Trelawny natal, donde 1.400 chicos con uniformes color caqui y chicas con babi azul acuden a las clases en barracones en penumbra, y donde hay una pista de deporte en la que a media mañana puede verse pastar a las cabras. Usain Bolt dio la vuelta a su destino corriendo a toda mecha. Javon Donkey Francis está aún camino de conseguirlo.
Un par de horas antes de que Donkey reciba unos masajes de estiramiento en el menos rutilante complejo aledaño al estadio nacional de Kingston, el hombre más rápido del planeta yace sobre otra camilla a unos metros de la pista azul del Racers Track Club. Bajo la sombra de un gran árbol, un fisioterapeuta separa, como quien se apoya sobre una columna de ébano, las monumentales piernas de Bolt (mide 1,95 metros). Yohan Blake, la otra gran estrella del Racers Track Club que dirige el afamado entrenador GlenMills, llega derrapando con su Chrysler rojo y los altavoces escupiendo música dancehall. Tras aparcar al borde de la pista azul y después de una breve sesión de estiramiento, Blake cubre sus ojos con unas aerodinámicas gafas de sol y se arranca a galopar como un potro salvaje agitando contra el viento sus hercúleos brazos. Un letrero junto a la garita de seguridad advierte de que este es “el terreno donde entrenan las leyendas”.
Seis veces campeón olímpico y ocho veces campeón mundial entre 2008 y 2013, Bolt no atraviesa precisamente ahora el mejor momento de su meteórica trayectoria. A los 28 años, se ve a sí mismo en la edad media de un velocista. Los Campeonatos del Mundo del próximo agosto en Pekín y la cita olímpica de Río 2016 podrían convertirse en sus últimas grandes actuaciones. Tras un 2014 anodino, este año no ha bajado ni de los 10 ni de los 20 segundos en las pruebas de 100 y 200 metros, respectivamente. Bolt ganó en junio la prueba de 200 metros en el Adidas Grand Prix de Nueva York, pero con dificultades. Lo hizo en 20,29 segundos, marca demasiado lenta para el hombre que batió en Berlín 2009 el récord mundial con 19,19 segundos. Bolt también ha confirmado su ausencia a principios de julio en las reuniones de París y Lausana de la Diamond League de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletas (IAAF, en sus siglas en inglés) por las molestias con su pierna izquierda, lesión que llevaba al terreno del suspense su participación en el Mundial de Pekín.
Usain Bolt no vive su mejor momento. Jamaica busca sucesor
entre sus cachorros
Mientras tanto, desde la potencia históricamente rival, Estados Unidos, Justin Gatlin, de 33 años y con dos implicaciones en casos de dopaje a sus espaldas, ya amenaza con hacer sombra al Rayo Bolt. Gatlin conquistó el pasado 28 de junio los campeonatos estadounidenses de Eugene corriendo los 200 metros en 19,57 segundos, aún lejos, eso sí, del récord mundial de Bolt (19,19). Y con él a la cabeza, el equipo estadounidense se impuso en los 4×100 metros del Campeonato Mundial de relevos de mayo en Bahamas. El sprinter supremo mira de reojo a Gatlin, pero no tiene intención de perder su gloria. Ni mucho menos de llegar a ver algún día cómo le pasan por delante los más jóvenes de entre sus compatriotas. Jamaica busca ya sucesores para la leyenda. Tendrá fácil encontrarlos entre sus cachorros.
De eso está convencido Maurice Wilson, seleccionador del equipo olímpico de la isla y jefe de entrenadores del GC Foster College of Physical Education, una de las más relevantes instituciones públicas que trabaja con la cantera y ha formado a la mayoría de entrenadores diseminados por los centros educativos de Secundaria en busca de potenciales promesas. Para el señor Wilson, la ecuación es sencilla: “Hay cerca de 3.000 atletas de alto nivel en una población que apenas llega a los tres millones de habitantes. Haga usted mismo las cuentas sobre nuestro talento competitivo”.
Como dice Edward Shakes, el director del GC Foster College, “lo que hemos hecho en este país es tomarnos la educación física en serio”. Y aclara: “Nuestro centro para la formación de profesores de instituto en la materia depende del Ministerio de Educación. Los atletas susceptibles de convertirse en profesionales pueden acceder a un programa estatal de becas que, en coordinación con los centros universitarios, les permite desarrollar su carrera en Jamaica. Así hemos evitado la fuga de talento que en décadas anteriores se derivaba hacia otras universidades de Estados Unidos e Inglaterra. Las grandes estrellas viven hoy aquí. El sistema establecido desde las escuelas primarias, prolongado hasta la Universidad, es la clave de nuestro éxito en este deporte. Reclutamos el talento para brindarle una educación, a lo que cabe añadir que los chicos solo necesitan un par de zapatillas y a correr. Casi todos los que llegan lejos provienen de familias muy humildes. Los acomodados piensan más en practicar otros deportes, como el golf o el tenis”.
Casi todos los que llegan lejos en este deporte son de familias muy humildes”
Junto con el turismo, la música y la comercialización de azúcar y bauxita, la génesis de velocistases uno de los motores principales de esta nación donde la esperanza de vida supera los 70 años, la renta per capita ronda los 3.800 euros y se convive con un índice de pobreza que afecta entre altos niveles de criminalidad al 17% de la población, compuesta en un 80% de negros y mulatos. El equipo olímpico cosechó 12 medallas en las pruebas de atletismo en pista, cuatro de ellas de oro, durante la última cita de Londres 2012. Los velocistas acapararon los cuatro títulos en liza de la especialidad durante los Juegos de Pekín 2008 y siete medallas de oro en el Mundial de Berlín 2009. Una estela de éxitos que ha brillado con mayor fuerza durante el último decenio y que se remonta hasta las gestas de pioneros locales del sprint como Arthur Wint (primer oro olímpico de Jamaica, conquistado en la prueba de 400 metros en los Juegos de Londres 1948), Herb McKenley (cuatro oros en dos Juegos: 1948 y 1952), Don Quarrie (cuatro medallas olímpicas; entre ellas, el oro en los 200 metros en Montreal 1976) o Merlene Ottey (nueve veces podio olímpico entre 1980 y 2000).”¿Quiere usted saber cuál es nuestro secreto?”, dice con sorna el entrenador jefe del GC Foster College, Maurice Wilson. “Mire dentro de esa bolsa”.
El señor Wilson, cabeza calva y redonda como una bola de billar y casi dos metros de altura enfundados en una camiseta del GC Foster College, escruta el entrenamiento de los integrantes de su equipo en el extremo opuesto de la pista aledaña al estadio nacional de Kingston donde Michael Clarke reparte órdenes a Javon Donkey Francis sentado en una sillita de jardín. Aunque la sede del GC Foster College está en Spanish Town, una veintena de kilómetros al oeste de la capital, sus atletas también hacen uso de estas instalaciones. Los muchachos del GC Foster College culminan la jornada antes de la puesta de sol. Se acercan sudorosos y jadeantes a un banco donde el señor Wilson custodia la enigmática bolsa con unas simples barras de caña de azúcar natural que los jóvenes atletas mordisquean antes de marcharse a casa.
En España buscan el talento en el fútbol; nosotros, en los velocistas”
Se ha hablado mucho sobre la influencia de la herencia genética en esta especialidad”, dice el señor Wilson. “La mayoría de los jamaicanos provenimos del África Occidental y contamos con un clima húmedo, no demasiado frío, que ayuda a adaptarse para las competiciones. La comida fresca que consumimos es otro factor esencial. Pero lo más importante es la estructura de búsqueda y desarrollo del talento que opera desde la etapa júnior hasta la etapa sénior. Muchos de nuestros jóvenes se implican desde el colegio en el atletismo en pista. Hay competiciones casi cada fin de semana. Y este país ha ganado medallas olímpicas desde 1948. En cada nueva década hemos contado con algún gran sprinter. Así como España tiene bien desarrollada la búsqueda de talento futbolístico en la infancia, nosotros hemos creado un sistema para la búsqueda de talento velocista”.
Rasheed Dwyer tiene 26 años y es fruto de esa selección natural. Medalla de oro en los Juegos Universitarios Mundiales de China 2011 en la prueba de los 200 metros lisos y reciente ganador del 4×200 en el Mundial de relevos de Bahamas, creció en la zona rural de Saint Mary junto a ocho hermanos. “El señor Wilson me ha convertido en lo que soy”, asegura. “En mi familia no había antecedentes. Fue una suerte que me descubrieran en la escuela y me llevaran al GC Foster School. Mi sueño es convertirme en alguien que recuerdes”. Muy cerca escucha sus palabras Anastasia Le-Roy, de 27 años y otra de las promesas del GC Foster College. Especialista en la prueba de 400 metros, es hija de granjeros y tiene siete hermanos. “Iba a dejar la escuela cuando el señor Wilson me fichó. Empecé a entrenar con él y conseguí una beca de estudios. No tengo novio. Solo tengo tiempo para pensar en ir a los Juegos Olímpicos de Río”.
Tomando notas junto al señor Wilson, un grupo de profesores de la Universidad del Deporte de Pekín ha presenciado los entrenamientos de Anastasia, Rasheed y el resto de atletas del GC Foster College. Yingbo Zhang, de 52 años, explica que están aquí “aprendiendo sobre el terreno los métodos jamaicanos de entrenamiento de atletismo de velocidad”. Y añade: “Obviamente, estos deportistas cuentan con un factor esencial genético. Pero nos interesa conocer la información que sobre ellos manejan los entrenadores, así como el método de regeneración del trabajo tras el esfuerzo: su sistema de optimización nos parece a veces agresivo, pero siempre seguro”. La visita de los profesores de la Universidad del Deporte de Pekín es fruto de los muchos acuerdos internacionales y de patrocinio con presencia en la isla. Las grandes marcas también pelean aquí por su trozo del pastel. Si Puma surte a equipos como el Racers Track Club de Usain Bolt, Adidas proporciona material al GC Foster College y Nike es la firma de cabecera del MVP Track & Field Club, la otra gran institución de sprinterslocales donde milita, entre otros, la mujer más rápida del planeta: Shelly-Ann Fraser-Pryce.
La sede del MVP Track & Field Club está a las afueras de Kingston, en el campus de la Universidad Tecnológica de Jamaica (más conocida por sus siglas, UTECH). En su célebre pista de hierba de 300 metros, desde donde se divisan las exuberantes colinas de Jack’s Hill, entrenan los hombres y mujeres que ganaron más medallas en los Juegos de Pekín (ocho) que varias docenas de países en toda aquella cita olímpica de 2008. Las siglas del club, MVP, atienden al lema “Máxima velocidad y poder”.
El líder del MVP es un veterano entrenador con prominente barriga y voz de ogro llamado Stephen Francis. Junto a su hermano Paul, el señor Francis fundó este club en 1999, bajo el auspicio de la UTECH, para proporcionar a los atletas jamaicanos un lugar donde seguir desarrollando una carrera profesional tras el instituto. Cada nuevo curso cuentan con más de cien afiliados que combinan sus estudios becados en la UTECH con la preparación física de alto rendimiento. En épocas previas a la competición, los hermanos Francis se centran en el medio centenar de máximos exponentes del MVP, combinando las prácticas en la pista de hierba por las tardes con las jornadas a primerísima hora en la pista aledaña al estadio nacional de Kingston. En este último enclave es fácil encontrar a las seis de la mañana a Shelly-Ann Fraser-Pryce, la mujer más rápida sobre la Tierra.
Al menos a estas horas, a Shelly-Ann no le hacen mucha gracia los gritos de Stephen Francis. La doble campeona olímpica, especialista en los 100 metros lisos, tiene 28 años, mide apenas metro y medio y pesa 57 kilos. Su marido viene a recogerla al terminar el entrenamiento con el resto de estrellas del MVP. “Desde que soy pequeña me recuerdo corriendo”, dice antes de marcharse. “Mi madre también fue atleta y siempre odió perder. Eso lo he heredado de ella. Y es algo innato en nuestro ADN, al menos en los suburbios donde pasé mi infancia. Nuestros padres llevan la cultura del esfuerzo en la sangre. Mi caso es raro, pues la mayoría de los atletas de élite vienen de localidades del campo. Yo soy de Kingston. Estudié en el Wolmer’s High School, donde empecé a competir. Stephen y Paul Francis me ofrecieron una matrícula en la UTECH a través del MVP y acepté. Gracias al atletismo, soy la primera persona de mi familia con título universitario. Me licencié en Psicología estudiando entre las citas olímpicas de 2008 y 2012. No tengo hijos. Mi sueño es convertirme en la primera mujer en conseguir tres medallas de oro olímpicas consecutivas en la prueba de 100 metros”.
El señor Francis está convencido de que Shelly-Ann puede lograrlo. Y de que el relevo generacional también está garantizado. “Hoy tenemos portentos como Shelly- Ann, Yohan Blake o Usain Bolt. No sé cuándo volveremos a contar con gente como ellos. Pero si ese talento aflora, nuestro sistema hará por encontrarlos. Los Boys & Girls Champs, por el que los júniores vienen a competir desde todos los rincones, preparan a los jóvenes para representar a Jamaica en la alta competición”.
–Otro gran campeón, Asafa Powell, que estuvo implicado en un escándalo de dopaje, ya no forma parte de su club. ¿Sabe algo de él?
–Solo sé que su abandono del MVP no tuvo nada que ver con aquel escándalo. Fue su carácter el que me hizo no querer seguir teniéndolo bajo mi supervisión.
–¿Intenta usted controlar el dopaje?
Las medallas cosechadas en los últimos años generan una presión añadida”
–Es difícil. En Internet y las redes sociales hay gente que aconseja tomar esto y lo otro. Yo trato de asegurarme de que los míos se aparten de las sustancias prohibidas. Hasta ahí llega mi responsabilidad. También están los que se creen mejores de lo que realmente son y toman decisiones equivocadas. Sin olvidar la indudable presión añadida por las medallas cosechadas en los últimos tiempos.
“No vamos a permitir que todo lo que hemos conseguido se vaya por tierra”, proclama la ministra de Deportes, Natalie Neita Headley, en su despacho enclavado en el mismo edificio de la oficina de la primera ministra socialdemócrata, Portia Simpson Miller. La sempiterna sonrisa de la ministra desaparece al mentar los casos de dopaje protagonizados por Asafa Powell y Sherone Simpson, ambos sancionados a 18 meses de inhabilitación –cumplieron seis– por positivo en oxilofrina (un estimulante cardiovascular), que han puesto en duda la honorabilidad de los éxitos internacionales conquistados por la armada de sprinters y colocaron a la isla en el punto de mira de la Agencia Mundial Antidopaje a finales de 2013.
“Aún somos bebés en esta materia”, responde la ministra. “El control antidopaje funciona aquí desde hace solo cinco años. Pero hoy nuestros atletas son los más testados y vigilados del mundo. Nuestra implicación gubernamental es total. Estamos hablando de una industria que ha hecho mucho por el desarrollo de la economía local y de nuestra imagen en el mundo. En cuanto al dinero del presupuesto del Gobierno que va destinado a la promoción de este deporte, la partida se conforma básicamente con la recaudación del impuesto de la lotería, destinada a un fondo que se comparte con Salud y Educación. El deporte, entendido de manera genérica, se lleva el 40% de dicha recaudación. Existen 42 instituciones deportivas a nivel nacional y hay un fondo de tres millones de dólares para el desarrollo federativo a través de dichas asociaciones, del atletismo al críquet, el golf…”.
La ministra prefiere dejar de lado el dinero e insistir en la implicación de las ayudas públicas en la expansión de profesores de educación física altamente cualificados que se reparten por los institutos de todo el país. Es el caso de Orville Brown, de 48 años y jefe del equipo de atletismo en pista del Jamaica College, centro público donde entre sus 1.800 alumnos ha brotado el meteórico velocista Waseem Williams. A sus 18 años, tiene su mejor marca de los 100 metros en 10,33 segundos. “Trabajo para ser el nuevo Usain Bolt, el nuevo Nesta Carter”, dice este muchacho humilde, alto, fuerte y guapo que también quiere convertirse en abogado y a quien le falta tiempo para agradecer la oportunidad que le han dado en su centro educativo de aspirar a competir como atleta de élite. No hay más que verle para certificar que la genética debe haber tenido algo que ver.
Este último aspecto constituye un debate candente. En el libro El gen deportivo (Indicios), David Epstein analiza el estudio que desde la Universidad de Glasgow promovió Yannis Pitsiladis en colaboración con Errol Morrison, presidente hasta el año pasado de la UTECH, sobre el ADN de los velocistas jamaicanos. Basado en muestras de sangre que corroboran la constante presencia del ACTN3, “gen que codifica la velocidad”, y la huella de la herencia genética de los esclavos traídos de África Occidental durante la colonización británica que acabaron huyendo a las agrestes zonas montañosas del noroeste y se convirtieron en temibles guerreros, las teorías del profesor Pitsiladis sugieren que “los sprinters olímpicos actuales proceden de aquel aislado reservorio genético de guerreros”. Pero, como escribe David Epstein, la presencia o ausencia del gen ACTN3 “todo lo que nos puede decir es quién no estará compitiendo en la final de los 100 metros de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro”. Y como dice Pitsiladis, “eche un vistazo por ahí e intente decirme qué es un jamaicano”, refiriéndose a que el ADN de esta población hace honor al lema nacional: “De muchos, un pueblo”. Epstein concluye: “Es el sistema de búsqueda de talentos en toda la isla, por el que todos los niños están preparados para probar la velocidad en algún momento, al que Pitsiladis atribuye este éxito. Lo que no quiere decir que los genes no tengan importancia”.
Si hay una leyenda considerada como el arquitecto de ese sistema de entrenamiento de atletas es Dennis Johnson. El señor Johnson igualó el antiguo récord mundial de 100 metros en 9,3 segundos y recibió formación en la Universidad estadounidense de San José (California). Se aprendió bien la lección para ponerla en práctica de vuelta a casa, convirtiéndose en impulsor de la afamada pista de hierba que aún se utiliza para entrenar en el campus de la UTECH y transmitiendo después sus conocimientos a los dos entrenadores estrella del país: Stephen Francis, del MVP, al que representan puntales como Shelly-Ann Fraser-Pryce o Nesta Carter, y Glen Mills, del Racers Track Club, donde militan los todopoderosos Usain Bolt y Yohan Blake.
A sus 76 años, el señor Johnson señala con orgullo la pista de hierba de la UTECH y reflexiona: “En 1971 no teníamos presupuesto para materiales sintéticos y optamos por el césped. Hoy se sigue usando tal cual porque es más suave para las piernas. Esprintar no es lo mismo que correr rápido, requiere el conocimiento de una técnica que parte de la energía como fuente. Hay que aprender a maximizar la mecánica y a la vez saber relajarla. Cuando busco a un velocista, siempre opto por el más perezoso, porque será quien mejor sepa dosificar el esfuerzo y explosionarlo cuando llega la hora de la verdad. Balancear es la clave. Y el desarrollo cardiovascular, pues esta especialidad emplea todos los músculos del cuerpo. Mi legado es haber contribuido a unificar un sistema global que implica a los estamentos deportivos y educativos. Creo que tenemos garantizados sprinters durante al menos el próximo medio siglo”.
En el podio de las estrellas de fama planetaria no habrá sitio para todos. Estas mismas instalaciones de la UTECH albergan a jóvenes conscientes de que no alcanzarán esa meta y que, a pesar de todo, siguen intentando correr cada día más rápido. Es el caso de Adolphus Nevers, de 25 años. “Fui compañero de clase de Yohan Blake. Él ha llegado a lo más alto. Yo me di cuenta en el colegio de que no lo conseguiría. No tengo potencial para ser un número uno, pero sí para vivir confortable gracias al atletismo y a mis estudios de dirección deportiva. Quizá llegue un día a ser entrenador y pueda enseñar lo que sé a otros chicos”.
La tarde cae sobre la pista de la UTECH, oscureciendo los tonos verdes del césped. Algunos corredores toman el fresco tras machacarse durante horas. Un par de niños pequeños, hijos de uno de los atletas, corretean por la hierba y se revuelcan sobre ella como si sus extremidades fueran de goma, ajenos a lo que el destino les tiene preparado.
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