La UE ante el cambio climático
El crecimiento y la competitividad no están reñidos con la reducción de emisiones
El cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, en términos tanto ecológicos como políticos y económicos, y representa una amenaza real para la sociedad global actual y para el bienestar de las generaciones futuras.
Pese a ello, como bien demostró el Protocolo de Kioto, la respuesta política e institucional al cambio climático no cuenta con una adecuada coordinación internacional. En el próximo mes de diciembre se presenta una nueva oportunidad: en la Conferencia de las Partes (COP) 21, que se celebrará en París, debe establecerse un nuevo acuerdo internacional de lucha contra el cambio climático que entraría en vigor en 2020.
Europa desempeña un papel clave en esta COP21, a pesar de su decreciente cuota de participación en las emisiones globales de gases de efecto invernadero, manteniendo su ambición de liderar “con el ejemplo” la política climática global, estableciendo objetivos ambiciosos de reducción de emisiones. La UE cuenta con el total apoyo de la industria europea, pero las empresas también han puesto de manifiesto la necesidad de actuar con una adecuada dosis de realismo.
Esta visión realista responde a un objetivo irrenunciable: promover la inversión y el crecimiento para asegurar la creación de empleo y el bienestar de la sociedad. De ahí derivan las grandes prioridades de la industria: hacer que lucha contra el cambio climático y el crecimiento y la competitividad se refuercen mutuamente; entender que el coste de la energía es esencial para la competitividad; priorizar la eficiencia energética; dar predictibilidad al entorno regulatorio para favorecer las inversiones, la tecnología y la innovación; diversificar el origen del suministro energético y robustecer las interconexiones; buscar un acuerdo internacional sobre clima para que todos los actores asuman su responsabilidad; y ser ambiciosos en los objetivos de reducción de emisiones pero flexibles en las formas de alcanzarlos.
Lo anterior se resume en una doble línea de actuación. Por un lado, toda política energética o climática tiene que ser coherente con el objetivo de que la cuota de participación del sector industrial en el PIB de la UE, actualmente del 16%, sea al menos del 20% en el 2020, para reindustrializar Europa. Por otro, la UE debe salvaguardar la competitividad de su propia economía, asegurando que en el futuro acuerdo se incluye a los principales emisores mundiales; estamos ante un reto global en el que todas las economías deben implicarse con el mismo empeño y nivel de compromiso. La industria debe ser parte de la solución igual que lo es del problema, trabajando con el conjunto de los actores sociales para encontrar el punto de equilibrio que permita afrontar el calentamiento global sin poner en cuestión las bases del bienestar al que aspira la sociedad global, con retos todavía enormes en materia de empleo y lucha contra la pobreza. Es por ello por lo que la European Roundtable of Industrialists (ERT), que agrupa a las 50 principales empresas industriales europeas y de la que soy miembro, ha realizado en Estambul una profunda reflexión sobre los retos que la COP21 de París presenta a la industria europea. Sus recomendaciones se basan en tres pilares.
1.Los compromisos de los países deben abarcar un marco temporal lo suficientemente amplio para ser efectivos y tienen que tener carácter vinculante, incluyendo mecanismos transparentes para verificar sus progresos.
2.Junto a la reducción de emisiones de GEI es preciso apostar también por estrategias de adaptación que reduzcan el impacto del cambio climático en todos los países, y especialmente en los más vulnerables.
3.La UE tiene que exigir un similar nivel de ambición a sus principales socios comerciales, impidiendo la llamada “fuga de carbono”, la reubicación de las industrias sometidas a obligaciones de reducción de sus emisiones en otras áreas geográficas del mundo menos exigentes.
Estas recomendaciones defienden un nuevo modelo en el que crecimiento y competitividad no están reñidos con la reducción de emisiones. Renunciar al crecimiento no es una opción. Ni para Europa ni, menos aún, para aquellos países en desarrollo que todavía no han alcanzado el bienestar al que legítimamente aspiran. Necesitamos preservar el delicado equilibro entre sostenibilidad y competitividad, apostando por una solución a largo plazo, vinculante y de amplio alcance, que incluya a todos los actores relevantes, para que la Cumbre del Clima de París suponga el principio de una nueva etapa de éxito en la lucha contra el cambio climático.
Antonio Brufau Niubó es presidente de Repsol.
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