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Tribuna
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Salvar a Grecia por el bien de Europa

Las consecuencias de que el país heleno siga en la eurozona serán malas; las consecuencias de que se vaya, aún peores. He visitado Atenas y luego el norte de Europa, donde veo una peligrosa indiferencia a los riesgos políticos de la salida

Timothy Garton Ash
NICOLÁS AZNÁREZ

Europa debe salvar a Grecia. Las consecuencias de que permanezca en la eurozona serán malas, pero las de que se vaya serían aún peores. No solo económicas, sino humanas, geopolíticas e históricas. Europa no volvería a ser la misma.

Estuve hace unos días en Grecia y me convencí de ello mientras contemplaba el Pnyx, la cuna de la democracia, y hablaba con dirigentes empresariales, periodistas y profesores, muchos de ellos muy críticos con el gobierno de Syriza. Sin embargo, vuelvo al norte de Europa, a Inglaterra, Bélgica y Polonia, y no solo veo indiferencia sino dos peligrosos equívocos.

El primero, la idea generalizada de que, no se sabe cómo, el juego de provocaciones entre Grecia y Alemania desembocará en un enrevesado acuerdo típico de Bruselas. El segundo, la opinión de que, de todas formas, tampoco es para tanto si se va Grecia: representa menos del 2% de la producción de la eurozona, y ahora existen cortafuegos para impedir que el incendio se extienda a otros países meridionales. ¿Por qué deben los pueblos trabajadores del norte de Europa, que han soportado las reformas estructurales y la austeridad, seguir pagando a los que no lo han hecho? Quizá sea mejor para todos que Grecia se vaya. Francesco Giavazzi, profesor de económicas en la Universidad Bocconi de Milán, se atreve a escribir: "Deberíamos preguntarnos si realmente es tan importante que Grecia siga en la UE".

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Para empezar, todo eso puede suceder mañana. Los depósitos bancarios griegos están disminuyendo sin cesar: más de 500 millones de euros en un solo día, el 5 de junio, después de que el gobierno cancelara un pago previsto al FMI. Los ricos ya han sacado gran parte de su dinero del país y los pobres lo están guardando bajo el colchón. Una nueva ola de pánico en los bancos, y empezarán los controles de capital y los pagarés de un gobierno en bancarrota para mantener los salarios y las pensiones. Quizá podría salvarse la situación con una especie de quiebra negociada dentro de la eurozona, pero es una teoría muy arriesgada. Podríamos encontrarnos con una Grexit por Graccidente.

¿Y por qué debe importarnos? Entre otras cosas, los mercados comprenderían que la pertenencia a la eurozona no es irreversible. El contagio a los bonos del Tesoro del siguiente país deudor no sería inmediato, seguramente, pero cualquier nueva crisis en una economía débil podría desencadenar la agresividad especuladora.

Los ricos ya han sacado gran parte de su dinero del país y los pobres lo guardan bajo el colchón

Y eso sin contar con el coste económico, es decir, humano, en Grecia. No sirve de nada volver a mencionar los errores del pasado: hay suficientes para llenar todos los confesionarios de la ciudad polaca de Wroclaw (desde donde escribo). Grecia no debería haber sido nunca miembro de una eurozona que nunca debería haber existido con tantos defectos de diseño. Una situación que ya era mala empeoró por culpa de los gobiernos griegos clientelistas que se endeudaron con los tipos de interés alemanes durante los primeros años del euro, en connivencia con sus oligarcas; se agravó aún más con el tratamiento prescrito por Alemania y el FMI; el paciente fingió seguir el tratamiento, pero no lo siguió, y así sucesivamente. Pero no vamos a discutir ahora.

Sea de quien sea la culpa, el hecho es que muchos griegos han sufrido terriblemente. En puras cifras, el gasto real ha caído aproximadamente un tercio en siete años, y casi uno de cda dos jóvenes está en paro. Un dato aún más terrible: el número de suicidios ha aumentado más de un 35% desde 2010. No puedo olvidar la historia de Theodoros Giannaros, director del hospital Elpis de Atenas, exhausto, fumando, trabajando 20 horas diarias con reducidísimos recursos, que, mientras trataba de salvar vidas, se enteró de que su hijo de 26 años se había suicidado tirándose al metro.

Si Grecia se fuera de la eurozona, nadie sabe qué ocurriría, pero el economista y premio Nobel Christopher Pissarides cree que experimentarían el mayor descenso de nivel de vida de la historia reciente. Y todos los griegos se preguntarían para qué han sufrido tanto. Dado que aún está en vigor el sistema político inventado en la antigua Atenas, la furia y la desesperación se expresarían en las urnas, de las que, de no suceder un milagro, surgiría probablemente un gobierno aún más radical, populista y nacionalista, ya fuera de derechas o de izquierdas.

Un dato terrible: el número de suicidios ha aumentado más de un 35% desde 2010

Eso tendría graves consecuencias para la UE y su lugar en el mundo. Independientemente de que, en teoría, salir de la eurozona implique o no salir de la Unión, tanto el intento de que Grecia se quedara como la posible separación supondrían años de complicaciones. Mientras tanto, un gobierno radical griego podría, por ejemplo, vetar nuevas sanciones a Rusia a propósito de Ucrania. Aunque Moscú no pondría mucho dinero, le encantaría usar la baza política de la solidaridad entre dos grandes naciones ortodoxas. En cuanto a los miles de refugiados que llegan de África y Oriente Próximo, los griegos estarían deseosos de dejarles pasar directamente a esos otros países europeos más ricos que (a su juicio) les habían dejado en la estacada.

Pregunté a un exministro turco cómo reaccionaría su país. Con el neodracma devaluado, dijo, Grecia sería una competencia barata para el turismo turco, pero, desde el punto de vista geopolítico, atraería menos a otros países de la UE. Turquía intentaría convertirse en una potencia regional de pleno derecho.

Por su parte, China es ya dueña del puerto industrial del Pireo en Atenas, que considera una entrada vital a Europa dentro de su ambiciosa estrategia conocida como "la nueva ruta de la seda". Pekín, con sus vastas reservas de divisas extrajeras, estaría dispuesto a asumir los gastos y, de paso, adquirir más influencia en la UE. La antigua cuna de Europa y la democracia --la flota griega que derrotó a Persia en la Batalla de Salamina partió del Pireo-- no sería más que la punta de la cola del dragón chino. Y tarde o temprano, habría un aguijón en esa cola.

Por eso, aunque no simpaticen en absoluto con los griegos, ni siquiera con el doctor Giannaros y su difunto hijo, mientras les quede algo de seso y les importe el futuro de Europa, comprenderán por qué debemos salvar a Grecia

Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige en la actualidad el proyecto freespeechdebate.com, e investigador titular de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos: Escritos políticos de una década sin nombre.

@fromTGA

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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