Las palabras amables mejoran las perspectivas de voto
Un estudio muestra una "impresionante coincidencia" entre el tono del discurso y las encuestas
Muchos políticos pretenden cabalgar hasta lo más alto a lomos de la dureza del discurso, el lenguaje aguerrido contra el adversario y la retórica beligerante. Sin embargo, la cortesía, las palabras cálidas y el vapuleado talante quizá sean más provechosos en las urnas. Es lo que propone un estudio que ha puesto la lupa sobre el Congreso de Estados Unidos y 124 millones de palabras expresadas por sus cargos electos durante las últimas dos décadas. Tras revisar el peso que los términos sociables tenían en los discursos de los políticos electos a lo largo del tiempo, las conclusiones muestran una correlación muy marcada entre estas palabras amistosas y la valoración de los congresistas. La aprobación de los políticos cae a medida que dejan de usar conceptos amables en sus intervenciones.
Los investigadores buscaron términos como "afecto", "cuidar", "cortesía", "derechos", "igualdad", "humano", "escuchar", "compartir", "solidario" hasta completar una lista de 127 palabras (o raíz) que tienden a transmitir contenidos en favor de los intereses colectivos y la armonía entre personas. Al comparar mes a mes la proporción de estas palabras en los discursos con las encuestas de valoración de los políticos que las usaban —o no— se observa una "impresionante coincidencia", según los investigadores que publican este estudio en PNAS. Las palabras que pronosticaron con más fuerza la aprobación del público por su uso fueron "amable", "involucrar", "educar", "contribuir", "preocupado", "dar", "tolerar", "confianza" y "cooperar".
Las palabras que pronosticaron con más fuerza la aprobación del público por su uso fueron "involucrar", "educar", "contribuir", "preocupado", "dar", "tolerar", "confianza" y "cooperar"
"Sugerimos que la reciente desaprobación pública es en parte resultado de la desaparición del lenguaje cálido y prosocial en los discursos del Congreso", asegura el estudio, que pretendía explicar las razones por las que las cámaras de EE UU rondan hoy el 10% de aprobación de la opinión pública estadounidense en las encuestas, cuando hace 12 años llegaban al 84%.Tras eliminar otro tipo de variables como la crisis económica o las consecuencias del 11-S, los datos señalan un culpable claro: el discurso es menos humano.
Hasta ahora se sabía que el uso de este tipo de expresiones que indican interés por ayudar a los demás generan una buena impresión en el espectador. Este trabajo lo lleva a una esacala política mucho más elevada, al encontrar esta misma correspondencia a lo largo de dos décadas de intervenciones orales. La correlación es más que clara (ver gráfico) pero, ¿se puede hablar de causalidad? Los investigadores creen que sí. Tras trabajar los números con detalle, barriendo otros factores exógenos, descubrieron que había una respuesta directa entre el discurso amable y la valoración en las encuestas: "Lo que dice el Congreso hoy predice sus calificaciones públicas de aprobación 29 semanas [unos siete meses] más tarde".
"No es raro que la gente reaccione de una determinada manera a la forma de hablar de los políticos", concede el politólogo del CSIC José Fernández-Albertos, que considera muy riguroso el trabajo de este equipo de investigadores canadienses aunque duda de la solidez de sus conclusiones. Para Fernández-Albertos, la correlación es robusta pero no tanto la causalidad que reclaman los autores: "El clima político es algo muy complejo. Han intentado eliminar factores exógenos como la economía y el 11-S, pero no me convence que esa respuesta se deba únicamente a las palabras de los discursos", asegura.
Los autores del estudio descubrieron una correlación muy importante entre el carácter sociable del discurso político y lo que los medios transmitían a la población: a su entender, las noticias y las emisiones en directo de las sesiones del Congreso sirven de correa de transmisión de estos sentimientos. Sin embargo, Fernández-Albertos cree que en algunas coyunturas es imposible determinar cuál es la explicación. "En el día a día de la política surgen temas más antipáticos, que pueden propiciar un determinado lenguaje, pero no sabemos si el uso del lenguaje viene marcado por otras circunstancias que también influyen en la opinión pública", añade el politólogo.
A juzgar por el estudio, la población sería extraordinariamente sensible al lenguaje, ya que una caída del 19% en el uso de esas palabras amables entre 2002 y 2014 propició un derrumbe del 75% en la valoración de los congresistas.
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