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Tabardo a babor

Jacinto Antón

Pocas veces he sido más feliz –vistiendo– que con mi prenda estrella de esta temporada, el tabardo marinero, lo que los ingleses llaman peacoat. Sopeso continuar con él incluso en verano, aunque es de lana gruesa y ya ahora en primavera hay momentos en que me aso, así que en agosto…, y vamos a ver qué tal queda con bañador o bermudas. Pero ¡qué estampa de aventurero, qué figura de adusto hombre de mar, curtido en mil batallas y tormentas! Puro Rajah Laut, Rey del Mar, como dicen en malayo. He acomodado mi paso al perfil que marca el chaquetón de grandes cuellos y solapas, bolsillos verticales y doble botonadura, y llevo la cabeza muy alta como si avizorara un horizonte de arenas blancas y cocoteros, el cuerpo algo inclinado hacia adelante, acostumbrado a luchar con el viento de los temporales, y los andares tambaleantes típicos de quien se mueve en cubierta con el vaivén de las olas. “Sereno, firme y dotado de excelente aspecto físico, su puesto estaba en la cofa de trinquete y con frecuencia miraba desde aquella altura, con el desdén de un hombre destinado a brillar rodeado de peligros”. No hay mejor combinación, en efecto, que mi tabardo y mi baqueteada edición de Lord Jim. Como el soñador personaje de Conrad yo me veo ya “picando mástiles en medio de deshecho huracán”, halando un cabo a nado a través de la resaca o imponiéndome en alta mar a tripulaciones amotinadas.

Es verdad que Tuan Jim acabó mal, muy mal, redimiendo con un balazo en el pecho mientras caía la tarde en Patusán su cobardía y sus sueños rotos. Pero a mí no me va a pasar todo eso solo por llevar tabardo, confío. Además, no tengo los ojos azules como Jim (Marlow habla en la novela de sus “aniñados ojos azul claro”) ni como su gran avatar en el cine, Peter O’Toole.

Para los puristas no hay más peacoat que el vintage de la Royal Navy o la US Navy. El mío es en realidad una bonita versión de Loreak Mendian –hay que ver cómo me está refinando colaborar en ICON–, aunque con el uso que le doy pronto parecerá que procede de los stocks del Caine después del motín. Recientemente lo he lucido con supina pertinencia en una fiesta de cumpleaños de un amigo en la que había que caracterizarse de algo relacionado con la Primera Comunión. Sí, ya sé que suena retorcido, pero tendrían que ver a mis amigos. Les ha dado por los disfraces sea la convocatoria que sea. El caso es que decidí que para la cita me venía pintiparado vestir de marinerito. No podía confiarlo todo al tabardo, que además estorba lo suyo para bailar salsa, así que me encaminé a la tienda GIJoe de ropa militar y me hice con una camisa-top de paseo estupenda –lo que llaman crackerjack, con pañuelo a la espalda– y una gorra de faena Popeye, todo de la US Navy y que tenía el aspecto de haber sido usado por Fred Astaire en una secuencia particularmente movida de Follow the fleet. Pantalones no les quedaban, pero me endosaron unos de submarinista ruso dignos de la ropa interior del capitán Ramius. Pertrechado de tal guisa causé la natural sensación, aunque tuve que aguantar las bromas de rigor sobre Querelle, de Jean Genet, y Le Male, de Jean Paul Gaultier, por no hablar de Cateto a babor. Afortunadamente, yo llevaba muy interiorizado mi personaje, que ya no era Lord Jim, sino el correoso y buscapleitos contramaestre Bill Sunday (Robert de Niro) de Hombres de honor. “¡Maldita sea, cocinero, mueve el culo, quiero mis doce!”. No me quedó claro que todo el mundo me entendiera, pero yo me planté en medio de la fiesta y embutido en mi tabardo y toda mi indumentaria naval bordé el papel: “¡Nueve! Un buceador de la Armada no es un combatiente, es un experto en salvamento. ¡Diez! Si algo se pierde, lo encuentra, si está hundido, lo saca a la superficie. ¡Once! Si es afortunado, morirá joven, 200 pies bajo las aguas, porque eso es lo más cerca que nunca estará de ser un héroe…”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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