Baltimore estalla
La comunidad negra de EE UU explota ante los continuos casos de brutalidad policial
Las imágenes de soldados de la Guardia Nacional estadounidense patrullando en sus aparatosas armaduras protectoras las desoladas calles de Baltimore —cubiertas de escombros, basuras y restos de fogatas— podrían servir para cualquier serie televisiva apocalíptica tan de moda. Desgraciadamente son el testimonio del problema social más grave al que se enfrenta ahora Estados Unidos.
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Los violentos disturbios y saqueos de la madrugada de ayer en Baltimore, a poco más de 60 kilómetros de distancia de la capital, Washington, son otra seria advertencia de que la comunidad negra se encuentra en una situación de frustración muy peligrosa ante el rosario de casos de violencia policial sufridos. En esta ocasión, la chispa que ha hecho saltar la convivencia por los aires ha sido la muerte de Freddie Grey, de 25 años. Grey fue detenido e introducido en un furgón policial del que, 45 minutos después, salió inconsciente debido a un golpe que le rompió la columna vertebral. El joven falleció una semana después.
Lo ocurrido, en este caso y en los tres últimos años, es incompatible con un Estado de derecho y debería llevar a replantearse a las autoridades de EE UU —federales y locales— la suspensión inmediata de determinadas técnicas de detención —que costaron la asfixia a Eric Ganer, también negro, de 43 años en diciembre en Nueva York— o de armamento y material propios del Ejército pero no de un cuerpo de policía. También debería ser duramente castigado disparar por la espalda a un hombre desarmado, como sucedió con Walter Scott, negro, de 50 años, hace unos días en Oklahoma. Distintas historias, similares desenlaces, ha habido en Florida, Ohio, Missouri, Illinois, Carolina del Sur...
El problema es profundo, con aspectos antiguos y nuevos: en Baltimore, la alcaldesa es negra y el jefe de policía también. Eso no ha frenado —no podía hacerlo— los enfrentamientos, que, hasta el momento, se han saldado con 15 policías heridos, las tropas en la calle y un toque de queda nocturno desde anoche.
Lo urgente es atajar la causa inmediata que genera este malestar, la brutalidad policial. Después es obligatorio realizar un serio esfuerzo para abordar una realidad que sigue latente, que reaparece con frecuencia, que es intolerable y que constituye una seria amenaza para la convivencia social en EE UU.
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