La financiación del PP y la palabra “error”
Cuando uno se equivoca, no sabe que se está equivocando
El truco ya se lo barruntó Aristóteles hace más de 2.300 años, y lo esbozó en La Retórica (Alianza Editorial, 2007, página 125): “Muchas veces, incluso reconociendo que se ha cometido un delito, no se está de acuerdo con su calificación. Por ejemplo, se admite que se ha cogido algo, pero no que se ha robado; que se ha golpeado primero, pero no maltratado; que se han tenido relaciones, pero no que se ha cometido adulterio (…); que se ha hablado con el enemigo, pero no cometido traición”.
O sea: que si te han pillado, admite los hechos pero altera su naturaleza. Si se vio que te llevaste dinero de la tienda donde trabajas, reconócelo; pero di que con esa cantidad pretendías pagar al electricista. Si das positivo en el alcoholímetro, explica que eres sumiller y que debes probar cada partida de vino que llega al restaurante. Si te acusan de defraudar en la declaración de la renta, admite que la base imponible no es correcta y argumenta que te has equivocado al aplicar una fórmula.
Eso se parece bastante a lo que intentó el presidente gallego, Alberto Núñez Feijoo, el pasado 8 de abril en Onda Cero. Invitado a pronunciar alguna autocrítica del PP, respondió: “Nuestra financiación ha sido claramente una fórmula que, probablemente por un vacío legal, probablemente porque desde la democracia tenemos pendiente la financiación de los partidos políticos, no lo hemos hecho de forma correcta (…). Eso es un grave error, un gravísimo error, que nos ha costado y todavía nos cuesta mucho sufrimiento”.
Sin embargo, un “error”, para serlo realmente, se produce en cuestión de segundos. Y necesita una condición inevitable: cuando uno se equivoca, no sabe que se está equivocando. Por ejemplo, uno se equivoca de dirección en un cruce, o en la cantidad de sal que le echa a la olla.
Equivocarse de salida en la autopista se puede considerar un error, pero no así entrar cada día por la misma calle en dirección prohibida
Un “error” en la financiación puede consistir realmente en anotar una transferencia por un importe superior al recibido. Y entenderíamos también que un error en “la fórmula” se debiese a una mala aplicación del cambio de divisas tras una donación en rublos, pongamos por caso.
Pero no se puede llamar “error” a un comportamiento que se vino produciendo durante 18 años; y que, aunque no proclamado todavía en una sentencia, se ha documentado por activa y por pasiva (además de por el activo y por el pasivo).
Según Núñez Feijoo, el problema parece residir en la “fórmula”. Y luego en el “vacío legal”, que no había previsto a su vez la “fórmula”. Claro: si ese vacío se hubiera llenado en su día mediante una autorización para que los partidos se financiasen con dinero negro, no habría surgido ningún problema. De hecho, también hay un vacío legal que afecta a los sumilleres, sometidos a la prueba de la alcoholemia como si fuesen un conductor cualquiera.
En cambio, no encaja mucho con lo que entendemos por “error” que, año tras año, el PP ingresase donaciones de empresarios que recibían contratos públicos (adjudicados por los políticos de ese partido) a sabiendas de que eso es ilegal y se asemeja a un soborno; que las fragmentase para camuflarlas; que desviase una parte a una caja b y que después abonara con dinero negro las obras de algunas de sus sedes, por no hablar de los sobresueldos para varios altos cargos. No parece que al ejecutar esas acciones alguien pensara que estaba actuando acertadamente. Equivocarse de salida en la autopista se puede considerar un error, pero no así entrar cada día por la misma calle en dirección prohibida.
Ninguna de las tres acepciones de “error” casa con eso: ni “concepto equivocado o juicio falso”, pues nadie ha dicho que no entendiera bien la ley; ni “acción desacertada o equivocada”, pues la idea de “acción” se queda muy pequeña ante una ilegalidad continuada año tras año; ni “cosa hecha erradamente”, algo incompatible con la premeditación que conocemos.
Algunos políticos admiten haberse equivocado, sí. Pero, siguiendo el hilo de Aristóteles, cambian la naturaleza del hecho y nos ofrecen la palabra “error” para ocultar la palabra “delito”.
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