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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más estímulos

El FMI aconseja medidas para acelerar un crecimiento económico europeo que se estanca

La crisis económica no se supera simplemente cuando empiezan a emerger cifras positivas de crecimiento del PIB. Siendo esa una condición necesaria, la suficiente es contribuir a restaurar los daños originados por la crisis en el crecimiento potencial. Y eso está todavía lejos en un buen número de economías avanzadas, en especial las periféricas de la eurozona. No es algo nuevo, pero sí ha sido ahora, con ocasión de la reunión de primavera del FMI, cuando se ha difundido un completo análisis de esa erosión en las posibilidades de crecimiento del conjunto de la economía mundial y su muy lenta recuperación, incapaz de recuperar a medio plazo los ritmos de crecimiento previos a la emergencia de la crisis en 2008. Esas expectativas de crecimiento económico a cinco años no han dejado de ser revisadas a la baja desde 2011, como subraya el informe del Fondo.

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Mediocridad es la referencia que usa en una entrevista que hoy publica este periódico con la directora-gerente del Fondo, Christine Lagarde, para caracterizar esas perspectivas de crecimiento económico. Y sugiere, con razón, actuaciones de estímulo que la aceleren. En particular en la eurozona, donde Lagarde sitúa gran parte de las más adversas consecuencias de la crisis. Como señala en su entrevista con EL PAÍS, el elevado desempleo coexiste con una reducción de las redes de seguridad y aumentos en la desigualdad que ayudan a entender las tensiones sociales existentes en muchos países.

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Es razonable que reclame, como los estudios de su institución lo hicieron hace tiempo, una intensificación de las inversiones en infraestructuras, con el fin de estimular la demanda, contribuir a la reducción del desempleo y aumentar ese crecimiento potencial a través de la mejora de la productividad de las economías. Esas inversiones también podrían contribuir a fortalecer la propia cohesión europea, al afianzamiento del mercado interior y a la reducción de la desafección que numerosos ciudadanos, empresarios incluidos, definen acerca de la contribución de los proyectos europeos a la mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos.

El Plan Juncker iba en esa dirección, al priorizar industrias que, además de favorecer la generación de mejoras de eficiencia, lo hiciera con la debilitada vertebración de la UE. Pero al día de hoy nadie da cuenta de la situación en que se encuentra un plan cuyos resultados se vendieron antes de disponer de los apoyos necesarios.

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