Maduro o Dudamel
¿Tenemos algo que aprender de Venezuela? Me temo que nada positivo
Las referencias exteriores siempre han sido muy importantes para cualquier propuesta política. No podemos olvidar, por ejemplo, lo que significó Europa (cuando era exterior) para la política española durante muchos años. Por supuesto, antes de eso, los partidos de la órbita ideológica del comunismo o de la liberación nacional estuvieron muy pendientes de todo lo que sucedió en América Latina. Cuba fue durante mucho tiempo un ejemplo a seguir para muchos partidos españoles.
Cuba comenzó a provocar alguna decepción unos años más tarde. El caso del escritor Heberto Padilla suscitó además una dramática división literaria. García Márquez siguió apoyando a Castro, mientras que Vargas Llosa defendió al escritor disidente.
No sólo en esas cosas sino en muchas más. Marta Harnecker, una socióloga chilena, tuvo algunas ideas (aparte de dar una versión rudimentaria e infantil del marxismo) que acercaban un movimiento teóricamente liberador al estalinismo más grosero. Los comités de barrio, los comisarios políticos de edificio (porteros) y otros títulos semejantes servían para crear estados policiales al servicio teórico del pueblo. Eso dejó de tener venta en Europa hace mucho, por suerte.
Y ahora, no sabemos a cuenta de qué, Pablo Iglesias y el aparato de Podemos se han revelado como firmes apoyos de ese gran fraude que son las presuntas revoluciones cubana y venezolana. Ya dábamos por hecho que el agonizante comunismo occidental apoyaría a Nicolás Maduro para evitar su condena por el Parlamento Europeo. Pero no ha dejado de sorprendernos la defensa que ha hecho Iglesias de Maduro. El argumento no podía ser más triste y estúpido: no se podía consentir que Venezuela quedara a la altura de Arabia Saudí.
¿Por qué no? ¿A qué tenemos que esperar? ¿A que empiecen a aparecer cuerpos sin identificar en las alcantarillas? Por lo pronto la calle ya se ha llenado de estudiantes muertos por la policía, y las cárceles se llenan de políticos opositores al régimen detenidos sin las menores garantías legales. Maduro se parece cada vez más a un dictador brutal que al liberador que algunos nos quieren colar. Ya están superados, por desgracia, los tiempos en que Venezuela podía presumir de haber disminuido la desigualdad social. El petróleo ha dejado de ser una fuente generosa de financiación de la lucha contra la miseria y ha pasado a ser sobre todo una estupenda fuente de corrupción, como pasó antes ya en Venezuela y en México.
No se sabe qué quiere conseguir Pablo Iglesias con esa defensa. Si se trata de salvar una fuente de financiación, está a tiempo de cambiarla por otras, explicando lo que se haya hecho antes. Si se trata de dar un referente exterior, no ha podido escoger nada peor. Maduro huele a Noriega. Y Venezuela huele cada vez más a conflicto civil sin salida a corto plazo. ¿Tenemos algo que aprender de Venezuela? Me temo que nada positivo, si dejamos de lado la maravilla de movimientos como las orquestas de Gustavo Dudamel. Esa Venezuela de la que sabemos muy poco, la comprábamos.
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