La nave ‘Rosetta’ fotografía su propia sombra sobre el cometa 67P
La imagen ha sido tomada desde una altura de seis kilómetros, cuando el Sol estaba alineado con la sonda espacial y el objeto celeste
La nave espacial Rosetta ha fotografiado su propia sombra proyectada sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, al que está dando vueltas desde el pasado verano. Tomó la imagen el 14 de febrero, durante el sobrevuelo de máxima aproximación al objeto celeste que ha realizado hasta ahora, desde una distancia de seis kilómetros del suelo. En ese momento, el cometa, la nave y el Sol estaban casi perfectamente alineados, provocando la sombra que, en la fotografía enviada ahora a la Tierra, se observa en la parte inferior, con un tamaño de unos 20 por 50 metros. La imagen original, tomada con la cámara Osiris, tiene una resolución de 11 centímetros por píxel y cubre un área de 228 por 228 metros.
“Las imágenes tomadas desde esta perspectiva tienen un alto valor científico; son clave para estudiar los tamaños de los granos [del suelo]”, afirma Holger Sierks, investigador principal de la Osiris y científico del Instituto Max Planck de Investigación del Sistema Solar (Alemania). Las fotografías revelan estructuras de la superficie del cometa con gran detalle.
La sombra de la Rosetta en el suelo del cometa está borrosa y es mayor que la nave, que mide unos dos metros por 32 metros (incluidos los paneles solares extendidos) y esto se debe a que el Sol no es una fuente puntual de luz, explica la Agencia Europea del Espacio (ESA). Si lo fuera, la sombra de la Rosetta estaría bien definida y prácticamente tendría el mismo tamaño de la nave. Pero el Sol es un disco e incluso a 347 millones de kilómetros (la distancia a la que está ahora el 67P/Churyumov-Gerasimenko) se extiende unos 0,2 grados (aproximadamente 2,3 veces más pequeño que visto desde la Tierra), por lo que la sombra está difuminada en el suelo del cometa y aumentada.
Se aprecia en la fotografía un mayor brillo de la superficie del cometa alrededor de la sombra de la nave. Se trata de un efecto conocido por los científicos (denominado efecto Seeliger), explica la ESA en el blog de la misión, y se aprecia cuando “las superficies de regolita altamente estructurada en planetas y lunas están iluminadas directamente tras el observador”. Por ejemplo, los astronautas en la Luna constataron este efecto alrededor de su propia sombra. Con el Sol en la espalda, en perpendicular a la superficie, desaparecen las sombras de los pequeños granos del suelo en la perspectiva del observador, y aumenta el brillo. “También pueden contribuir algo a este efecto las propiedades retroreflectivas de los pequeños granos de arena”, continúa la agencia.
No es esta la primera nave espacial que ve su propia sombra. También la Hayabusa, de la agencia japonesa JAXA, la captó sobre el asteroide Itokawa, en noviembre de 2005, pero en aquel caso la sonda estaba a pocas decenas de metros del suelo y la silueta fue mucho más definida y oscura.
La Rosetta mide 2,8 x 2,1 x 2,0 metros y sus dos paneles, de 14 metros de largo cada uno, suman una superficie de 64 metros cuadrados, extendiéndose en total 32 metros de punta a punta. Partió de la Tierra con masa total de 3.000 kilos, incluidos 1.670 de combustible y cien kilos de la sonda Philae, que descendió al suelo de 67P/Churyumov-Gerasimenko el pasado noviembre. El objetivo de esta misión científica es caracterizar el cometa acompañándolo en su viaje hacia el Sol para observar el proceso de activación al acercarse a la estrella. La sonda fue lanzada desde la base especial europea de Kourou (en la Guyana francesa) en marzo de 2004 y llegó al cometa el verano pasado. El plan es que, tras la máxima aproximación al Sol, el próximo agosto, la nave continúe tomando datos hasta diciembre, como mínimo.
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