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RED DE EXPERTOS PLANETA FUTURO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Objetivo Mesoamérica: eliminar la malaria

América Central y el Caribe tienen el potencial para ser la primera región del mundo que consiga acabar con el paludismo

Llegó 2015, año para el cual la ONU, la comunidad internacional y los jefes de Estado y de Gobierno fijaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio. De los ocho establecidos, el cuarto, el quinto y el sexto se referían directamente a la salud: reducir la mortalidad infantil, mejorar la mortalidad materna y combatir el VIH/Sida, el paludismo o malaria y otras enfermedades. Esta última meta (6.C) se proponía, entre otros propósitos concretos, "haber detenido y comenzado a reducir, para el año 2015, la incidencia del paludismo y otras enfermedades graves", una ambición que podemos decir se ha cumplido, pues 52 de los 103 países donde se producía la transmisión de esta enfermedad en el 2000 están en camino de reducir la incidencia en un 75%, tal y como había establecido la Asamblea Mundial de la Salud en 2005.

La malaria, sin embargo, sigue siendo un grave problema de salud en zonas muy amplias del mundo, sobre todo en África subsahariana y en dos grupos de población particularmente vulnerables: mujeres embarazadas y niños. Gracias a la multiplicación de los recursos y a las nuevas herramientas disponibles, la última década ha sido testigo de avances espectaculares contra la enfermedad. Aun así, la evidencia muestra que, tan pronto como se relajan los esfuerzos, la situación vuelve a empeorar. Por ello, la única solución sostenible en el largo plazo es la eliminación completa del parásito en un territorio determinado.

En los últimos años, cada vez más países y regiones del mundo están apostando por dar el paso decisivo hacia la eliminación, incluyendo a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, que recientemente se ha propuesto eliminar la malaria en 2030, o los países del sur de África agrupados través del grupo Elimination 8.

La región mesoamericana, junto con República Dominicana y Haití —los dos únicos países del Caribe en donde se mantiene la transmisión de la malaria— también han comenzado a trabajar en este campo desde la firma de la declaración que en junio de 2013 suscribieron los ministros de salud y representantes de México, Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Haití y República Dominicana, comprometiéndose a eliminar la enfermedad de la región en el año 2020.

Los países centroamericanos se han comprometido a erradicar la malaria para 2020

Esta declaración ministerial se basó, a su vez, en la constatación de que es un objetivo factible y viable siempre que se empleen las estrategias adecuadas, se cuente con la financiación suficiente y se establezcan mecanismos de coordinación y gobernanza que permitan articular los esfuerzos, no sólo de los países involucrados, sino de los principales socios internacionales.

Mesoamérica y el Caribe tienen el potencial para convertirse en la primera región del mundo que consiga eliminar la malaria. Además de constituir un enorme logro en sí mismo, constituiría el primer paso para lanzar el objetivo de acabar con ella en Las Américas, un área que en la última década ha reducido su incidencia en cerca del 70% —el avance más grande de todas las regiones del mundo— y que históricamente ha llevado la delantera en la salud pública en general y, en particular, en la erradicación de enfermedades como la viruela, la poliomielitis y el sarampión.

La región cuenta con numerosas ventajas para conseguir acabar con este mal: sistemas de salud y vigilancia epidemiológica sólidos en prácticamente todos los países, ser el único lugar del mundo donde los parásitos todavía son susceptibles a la cloroquina —un medicamento extremadamente seguro y eficaz—, y una experiencia acumulada que ha conseguido reducir la transmisión drásticamente en los últimos años.

La inversión en intervenciones antimaláricas tiene uno de los rendimientos más altos en el campo de la salud pública

Al mismo tiempo, existen diversas ventanas de oportunidad para sumar nuevos recursos económicos. El Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria formalizó en 2014 una subvención de 10 millones de dólares destinada a borrar el paludismo de la región. Esto, a su vez, ha fortalecido las redes de cooperación regionales, particularmente el trabajo del Mecanismo de Coordinación Regional, dependiente del Consejo de Ministros de Salud de Centroamérica y República Dominicana (COMISCA). Asimismo, como parte de esta nueva ola de esfuerzos, la Fundación Bill & Melinda Gates otorgó también en 2014 algo más de un millón y medio de dólares (alrededor de 1,3 millones de euros) a la Clinton Health Access Initiative (CHAI) con el fin de que proporcione apoyo técnico a los países de Mesoamérica, Haití y República Dominicana para la planificación de sus programas contra esta enfermedad.

Las intervenciones antimaláricas son muy positivas en cuanto a su relación entre eficacia y coste, y la inversión en ellas tiene uno de los rendimientos más altos en el campo de la salud pública. En los países donde la enfermedad es endémica, las actividades para reducirla y eliminarla se consideran cada vez más como inversiones de gran repercusión que generan rendimientos considerables para la salud pública, ayudan a mitigar la pobreza, mejoran la equidad y contribuyen al desarrollo general.

En definitiva, para seguir avanzando y lograr eliminar la malaria en la región son fundamentales un compromiso político fuerte, una financiación sólida y un aumento de la colaboración multisectorial.

A pesar de los alentadores avances de los últimos años y de las circunstancias favorables que se presentan, es difícil generar interés político en el tema cuando se hace frente a otros graves problemas de salud, como las epidemias recientes de dengue y chikunguña. Además, Centroamérica presenta otros problemas de índole social que suponen un gran desafío para el desarrollo de la zona. Aun así, la eliminación de la malaria debería asentarse como una prioridad estratégica en la región, pues constituye una oportunidad histórica que deberíamos aprovechar.

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