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Muere Michele Ferrero, el creador de Nutella y de los huevos Kinder

Michele Ferrero estaba considerado el hombre más rico de Italia

Foto: atlas | Vídeo: atlas

Michele Ferrero, el papá de la Nutella, el hombre de corazón y negocios que transformó una pastelería de provincia en una multinacional de más de 8.000 millones de euros de facturación al año y 30.000 empleados, murió el pasado sábado en Montecarlo. Tenía 89 años. Quienes lo conocieron de cerca dicen que nunca se jubiló y que hasta el último momento siguió dirigiendo con pasión su imperio, su criatura, último patriarca de un capitalismo a la italiana, hecho de familia, coraje innovador y respeto generoso con sus empleados. Ferrero hizo de sus plantas un modelo de inclusión y protección social. Como Agnelli antes, transformó su industria en una comunidad. Las riendas se quedan en las manos expertas de Giovanni, único hijo tras la muerte de Pietro en 2011.

El hombre más rico de Italia (23.500 millones en patrimonio, según Forbes) nació en aquellas apartadas tierras del noreste, famosas por sus trufas, vinos y avellanas, el 26 de abril de 1925. Empezó su carrera con 21 años, vendiendo el Giandujot, un bombón inventado por su padre, Pietro. En 1950, se les ocurrió producir un chocolate para untar que bautizaron Supercrema. A los 32 años, Michele se quedó solo al frente de la empresa familiar, pequeña pero sólida; en 1964 decidió cambiar de nombre al producto más exitoso y puntero para que sonara menos local. A las mesas del país en pleno boom económico llegó un nuevo símbolo de abundancia y fiesta: la Nutella. Antes había nacido el Mon Chéri, con su corazón de cereza y licor. Después llegaron los bollos de la línea Kinder, los Pocket Coffee o los Ferrero Rocher. Un éxito estudiado, sudado, pero imparable, que sigue hasta hoy.

El papá de la Nutella hablaba con voz ligera y sutil. Sonreía mucho, era muy creyente y nunca dejaba de pensar en el trabajo. Con su edad y las inseparables gafas de sol, le costaba oír, pero escuchaba paciente y no interrumpía a su interlocutor. Le gustaba recordar los viejos tiempos, narrar anécdotas, destilar máximas. Prácticas estas que le salían desprovistas de presunción. Como a un abuelo sensato y afectuoso. “Cuando me dicen: ‘Michele es un genio’, contesto haciéndome el sueco: ‘Sí, es verdad, mi segundo nombre es Eugenio, mi mamá quiso llamarme Michele Eugenio’. Al contestar de otra forma acabaría envaneciendo”, bromeaba con Mario Calabresi, director del diario turinés La Stampa, quien tuvo la exclusiva suerte de entrevistarle hace cinco años y quien solo ahora ha publicado el fruto de aquella conversación

“¿Mi secreto? Hacer las cosas de forma distinta a los demás, no tirar la toalla y poner en el centro a la Valeria”. “Disculpe, señor, pero ¿quién es ‘la Valeria’?”, fue la obvia aunque algo tímida pregunta del periodista. “La Valeria es la dueña de todo, la consejera delegada, la que decide tu éxito o tu fracaso, la que nunca debes decepcionar sino entender hasta el fondo. La Valeria es la mamá que hace la compra, la abuela, la tía: es el consumidor que decide cada día qué va a comprar”. La minuciosa atención al cliente —rasgo más anglosajón que autóctono— fue genuina, según sus empleados, y no un bien logrado truco de marketing.

A todas las Valerias esparcidas por el globo hay que cuidarlas, afianzarlas y asombrarlas. Esto significaba lo de “pensar de forma distinta”: todo el mundo piensa en la barrita de chocolate, pues Michele Ferrero se lo imaginó cremoso, para untar, y nació la Nutella. Todo el mundo pensaba en los bombones en caja; Ferrero pensó en venderlos sueltos, cada uno empaquetado como el regalo que llevar a una fiesta. Todo el mundo compra el huevo de Pascua; Ferrero enseñó a celebrar las Pascuas todos los días con los Ovetti Kinder.

“Todo fue posible por ser una familia —confesó el patriarca a Calabresi— y por no cotizar en la Bolsa: estos dos elementos nos permitieron crecer con serenidad y hacer planes a largo plazo y saber esperar sin ceder al frenesí”.

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