El hongo asesino de ranas
El 'Batrachochytrium dendrobatidis' (abreviado como Bd) está empujando a la extinción a un tercio de las 6.000 especies de anfibios

Tras el chaparrón tropical, con los rugidos de los monos aulladores elevándose sobre la cacofonía de Barro Colorado, en Panamá, tardé un poco en descubrir a un animal tan extraordinario como pequeño: una rana venenosa de punta de flecha, Dendrobates auratus, en actitud expectante. Era de un negro brillante con manchas verdoso azuladas y estaba mimetizada entre la hojarasca podrida. Completamente inmóvil, parecía una minúscula escultura de porcelana de apenas cuatro centímetros que dice a las claras “prohibido tocarme”. Las serpientes que ocasionalmente cometen el error de engullirlas caen fulminadas por su veneno. Pero incluso este animal letal se enfrenta a un nuevo enemigo, mucho más primitivo, pequeño y mortífero: un hongo llamado Batrachochytrium dendrobatidis (abreviado como Bd), que está empujando a la extinción a un tercio de las 6.000 especies de anfibios. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo ha calificado como un agente cuya enfermedad “representa la peor infección entre vertebrados en términos de número de especies afectadas y su capacidad para exterminarlas”.
Desde los años noventa, el hongo está silenciando muchas zonas del mundo donde era común escuchar el canto de las ranas. Su estrategia asesina apabulla. Cada cuatro o cinco días se reproduce, generando unas 150 zooesporas que se esparcen por agua y aire. Cuando infecta a una rana, es casi una condena a muerte. Estos animales beben, respiran y adquieren sales vitales a través de su piel. El hongo la transforma en una coraza que asfixia al animal, hasta que muere de un infarto al corazón. “Eso lo convierte en el segundo organismo más mortal tras los seres humanos”, indicó el científico Jason R. Rorh, de la Universidad de Florida del Sur, al diario The New York Times.
Rorh es el autor de un esperanzador estudio publicado en la revista Nature en el que ha demostrado que ranas en cautividad y expuestas al hongo pueden adquirir una cierta inmunidad en jaulas calentadas a unos 30 grados durante periodos repetidos. El hongo no aguanta temperaturas elevadas durante mucho tiempo. Y algunos sapos así “inmunizados” han demostrado, en experimentos controlados, que evitan las zonas infectadas. Así que este investigador ha lanzado una idea audaz: las esporas muertas del hongo podrían funcionar como una vacuna, estimulando las defensas de los anfibios. Especula con una campaña de vacunación mundial para frenar la peor epidemia del mundo anfibio de la historia. “Lo ideal sería un rociado (de esa vacuna) en el ambiente donde viven las ranas, pero no sabemos aún si sería demasiado costoso. Estas son las preguntas para las que buscamos respuesta”, comenta este experto a través del correo electrónico.
El estudio es interesante ya que muestra que “los anfibios pueden reconocer sitios infectados, y sugiere que lo harían mediante el olfato”, concede David Vieites, un experto en anfibios del Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC en Madrid. Parece factible potenciar la respuesta inmune de los animales. Pero, en su opinión, espolvorear una vacuna en una laguna repleta de renacuajos no parece la solución y choca con muchas dificultades. “El hongo está en todas partes, y ya deberían estar expuestos a él”, señala este experto. “Además, yo no he visto ninguna vacuna que se esparza en el aire o en el agua y que inmunice al personal”. De llevarlo a cabo, “habría que hacerlo animal por animal”, una idea impracticable hoy día.
Claro que la infección no afecta a todas las especies –la rana toro americana y la rana africana de uñas lo portan, pero parecen inmunes– ni a todos los individuos de una población por igual. La cruda realidad es que ha llegado a todas partes por culpa nuestra, con la comercialización de las ranas como alimento, animales de laboratorio o mascotas. De acuerdo con el investigador Carlos Pérez Santos, anfibios como el Dendrobates auratus han desarrollado evolutivamente potentes alcaloides tóxicos en su piel para defenderse de estos hongos. Desgraciadamente, los cambios ambientales como la lluvia ácida y la contaminación de las aguas han alterado las condiciones por las que en ocasiones sus venenos no resultan tan efectivos contra estos mortíferos hongos.
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