Parar la agresión
Europa debe considerar la arriesgada opción de armar a Ucrania para frenar a Moscú
La insostenible situación en el este de Ucrania, con una guerra no declarada que ha costado desde el pasado abril 5.000 muertos y 1.200.000 refugiados, debe llegar a su fin cuanto antes. El apoyo de Moscú con armas —tanto ligeras como pesadas—, suministros y en ocasiones hombres a los rebeldes prorrusos, que se han levantado contra el Gobierno de Kiev, es inaceptable. Por no hablar de la ilegal anexión de la península de Crimea, una violación flagrante de las fronteras europeas incompatible con las más elementales normas de convivencia civilizada entre naciones.
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Es de alabar la actitud decidida de los mandatarios europeos, y en particular de la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande. Ambos han querido subrayar la gravedad del momento viajando personalmente a Kiev y Moscú para buscar vías de entendimiento que detengan un conflicto que está poniendo en riesgo la paz en toda Europa.
Hay que destacar que no han ido a mediar porque Europa no es neutral en el conflicto y tiene claro quién es el agresor y quién, el agredido. Como muy bien se ha recalcado esta semana, tanto desde Bruselas como desde Washington, la integridad territorial de Ucrania es innegociable. Esta es una idea que conviene dejar muy clara a Vladímir Putin que, cuando habla del conflicto, se refiere únicamente al este de Ucrania, dando por hecho que nadie va a cuestionar ya su arbitraria invasión de Crimea.
Sin embargo no existe el mismo consenso occidental a la hora de establecer qué nuevas medidas hay que tomar frente a la agresión. Las sanciones económicas adoptadas hasta ahora se han mostrado eficaces porque han causado mella en la economía, pero no han bastado para frenar la intervención de Rusia en el conflicto. El intento de incrementar esas sanciones se ha topado con el bloqueo del nuevo Gobierno griego que, en una actitud irresponsable, ha querido empantanar la más importante vía de presión pacífica sobre Moscú.
A esto hay que sumarle que aumentan las voces, especialmente al otro lado del Átlantico, que consideran necesario subir un peldaño el nivel de advertencia a Putin y dotar al Ejército ucranio de armas con las que, por lo menos, pueda hacer frente al potente e inagotable armamento ruso que posee la guerrilla separatista. Se trata de un paso muy delicado, que exige un alto sentido de la responsabilidad porque puede tener peligrosas consecuencias.
Pero la discusión es legítima. Moscú tiene que entender que Europa habla en serio. El simple hecho de que Europa y Estados Unidos no cierren de antemano la puerta a esa opción convierte la discusión en sí misma en un arma diplomática. Putin debe saber que ha cruzado muchas líneas rojas y que no puede seguir actuando en Ucrania de manera tan agresiva y con tanta impunidad.
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