Sufrir un cáncer es siempre cuestión de suerte
Todo se reduce a que tengamos la mala suerte de que en una única de nuestras células (de las que tenemos varias decenas de billones), acumule una combinación de unas pocas mutaciones en su ADN que la conviertan en maligna
El 1 de enero un trabajo del grupo de Bert Vogelstein sacudía los cimientos del conocimiento general sobre el riesgo de sufrir cáncer. El trabajo simplemente ponía números a algo que ya conocíamos y que era de sentido común: cuantas más veces se divide una célula, más probable es que acabe mutando y dando origen a un tumor. Así, sus datos mostraban que los tejidos cuyas células madre se dividen más veces a lo largo de nuestras vidas tienen más probabilidades de malignizarse: “de cajón de madera de pino”.
El trabajo per se, como cualquier trabajo interesante, no está libre de críticas. Por ejemplo, la estimación del número de veces en las que las células madre de un tejido se dividen que usan los autores es simplemente eso, una estimación. Además, los autores eliminaron de sus análisis algunos de los tumores más mortales, lo que también ha generado recelo. En cualquier caso, más que el trabajo en sí, lo que ha generado más polémica ha sido la interpretación (errónea) que se dio en varios medios sobre lo que el artículo quería decir. El mensaje que se trasladó es que el 65% de los tumores se deben simplemente a la mala suerte (al hecho de que nuestras células se tienen que dividir, y ello acarrea mutaciones). Por supuesto, la versión pervertida de este mensaje es: si tener cáncer o no es simplemente cuestión de suerte, ¿para qué cuidarse? Tremendo error de interpretación.
La versión pervertida de este mensaje es: si tener cáncer o no es simplemente cuestión de suerte, ¿para qué cuidarse? Tremendo error de interpretación
Sufrir o no sufrir un cáncer es siempre cuestión de suerte. Todo se reduce a que tengamos la mala suerte de que en una única de nuestras células (de las que tenemos varias decenas de billones), se acumule una combinación de unas pocas mutaciones en su ADN que la conviertan en maligna. ¿Quiere esto decir que no podemos hacer nada y que al final es todo azar? No. Imaginemos una diana, en la cuál dar seis veces en el centro significa desarrollar cáncer. Algunos, por desgracia, nacen ya con alguna diana de partida, como en el caso de los tumores hereditarios, lo que explica en parte su mayor probabilidad de desarrollar cáncer. En cualquier caso, desde que nacemos, nos guste o no, todo el mundo estamos tirando dardos. Sin embargo, lo que hacemos con nuestras vidas, por ejemplo fumar, influye en la cadencia a la que los tiramos. Evidentemente, al final es cuestión de suerte, pero es fácil imaginar que aquel que tira 100 dardos por minuto acertará antes que aquel que tira seis.
En definitiva, el trabajo de Vogelstein solamente explica, quizás, por qué algunos tipos de tumores son más frecuentes que otros. Pero no se debe interpretar como un salvoconducto hacia la despreocupación. Los tumores se deben a la mala suerte, sí, pero aquél que juega a la ruleta rusa seis veces, acaba haciéndose daño...
Óscar Fernández-Capetillo es líder del grupo de Inestabilidad Genómica del CNIO
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