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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

La hidra terrorista de tres cabezas

José Naranjo

Combatientes de Al Shabab. / Foto: AP

El terrorismo, la piratería marítima y el tráfico de drogas están más que bien instalados en África y son las principales amenazas en materia de seguridad en este continente. Durante dos días, más de 400 expertos procedentes de 47 países se reunieron en el hotel King Fad de la capital senegalesa en el Foro Internacional de Dakar sobre Paz y Seguridad con la intención de identificar estos retos y plantear soluciones. Bajo los auspicios directos del Gobierno francés y organizado por el Instituto Panafricano de Estrategias (Dakar) y la Fundación por la Investigación Estratégica (París), el foro resultó un éxito de participación y los debates fueron de gran nivel. Sin embargo, la cita volvió a mostrar una verdad ya sabida: el mantra tantas veces repetido de soluciones africanas para los problemas africanos sigue estando lejos de ser una realidad y la intervención militar francesa en Malí y República Centroafricana son la última muestra.

El terrorismo no tiene rostro ni conoce fronteras”, dijo en la clausura del Foro el presidente de Chad, Idris Déby, un país que se ha convertido en los últimos años en una potencia militar emergente en la región centroafricana y del Sahel, “se alimenta de la pobreza y de interpretaciones erróneas de la religión. Tenemos que combatirlo con todo el vigor posible, lo que exige una fuerte movilización de recursos”, dijo. El ex presidente nigeriano Olasegun Obasanjo se mostró de acuerdo, “en África tenemos las herramientas previstas para combatir este mal, pero nos falta la voluntad política, la coordinación”. Y tanto el comisario africano de Paz y Seguridad, Smaïl Chergui, como el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, coincidieron en que los tres focos más peligrosos en este momento y con relaciones entre ellos, como una hidra de tres cabezas, son el norte de Nigeria-Camerún, el Sahel y su santuario en el sur libio y la Somalia refugio de Al-Shabab.


Acogida de Macky Sall (dcha.) a Idris Déby durante el Foro de Dakar.

1. Boko Haram (Nigeria-Camerún). Este fue uno de los nombres más invocados durante el Foro de Dakar. Y es que el grupo terrorista nigeriano que tiene en jaque a la primera potencia africana y que en los últimos meses está extendiendo sus redes más allá de las fronteras de Nigeria es una de las mejores muestras de esa amenaza global que sacude a África. La gestación de este grupo de corte islamista radical, cuyo nombre significa “La educación occidental es pecado”, data de 2002 y tiene lugar en Maiduguri, capital del estado de Borno. Sin embargo, su actividad violenta se intensifica a partir de 2009 con la muerte de su líder Mohamed Yussuf y el ascenso a la jefatura del implacable y escurridizo Abubakar Shekau, uno de los terroristas más buscados del mundo. Desde entonces ha mantenido una guerra no declarada con el Ejército nigeriano, una auténtica espiral de violencia que ya está saltando a los países limítrofes.

Matanzas, asesinatos, atentados con bomba, pueblos arrasados. La capacidad destructiva de Boko Haram está fuera de toda duda. Se calcula que sólo este año su actividad terrorista ha provocado unos 3.000 muertos. Sin embargo, su salto a la fama internacional tuvo lugar el pasado mes de abril cuando llevó a cabo el secuestro de doscientas niñas estudiantes en la localidad de Chibok con la intención de venderlas como esclavas y obligarlas a casarse. Esta acción generó una oleada de indignación internacional en las redes sociales que, sin embargo, con el paso de los meses se fue apagando progresivamente. El rastro de la mayor parte de aquellas niñas se perdió, probablemente vendidas en los países vecinos, y otras más fueron secuestradas después, las últimas hace solo unas semanas.

Boko Haram, que en buena medida se nutre de la pobreza y de las enormes diferencias entre el rico sur petrolero y el norte del país, tiene sus cuarteles generales en Maiduguri, pero ha sabido ampliar su influencia hacia otras zonas. Desde mayo de 2013 el Gobierno nigeriano declaró el estado de emergencia en los estados de Borno, Yobe y Amadaua, sin que hasta ahora se haya visto capaz de poner fin a tanta violencia. Al contrario, se ha incrementado. De hecho, Boko Haram, que tiene lazos con otros grupos yihadistas radicales como Muyao en Malí o Estado Islámico en Siria, dio un inquietante paso el pasado mes de agosto cuando declaró la fundación de un califato sobre un territorio de 20.000 kilómetros cuadrados y las trece localidades del noreste del país que ya controla.

Sin embargo, uno de los elementos más preocupantes es la expansión de Boko Haram y de su escisión Ansaru hacia otros países próximos aprovechando la porosidad de las fronteras y la falta de cooperación entre las distintas autoridades. Paradigmática es la mala relación que mantienen Nigeria y Camerún, donde el grupo ya ha cometido secuestros y lanzado ataques, pero también el reclutamiento de terroristas en Chad y Níger, país hacia el que se dirige la mayor parte del flujo de refugiados procedentes del norte de Nigeria. Se calcula que un millón y medio de nigerianos se han visto obligados a huir de sus casas tras verse envueltos en tanta violencia, de la que el Ejército nigeriano también es protagonista con una feroz represión.


Atentado de Kano protagonizado hace pocas semanas por Boko Haram. / Foto: AFP

2. AQMI y grupos satélites (Sahel). La intervención militar francesa en Malí que debutó en enero de 2013 tenía como uno de sus objetivos declarados combatir a los grupos terroristas que habían convertido el norte del país en su auténtico feudo, pero que en realidad llevaban años campando a sus anchas. El primero de ellos y más peligroso es sin duda Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), la franquicia de Bin Laden en el Magreb dirigida por el emir argelino Abdemalek Droukdel, pero no es el único. Disidentes de este grupo crearon en 2011 el Movimiento por la Unicidad de la Yihad en África Occidental (Muyao) y con el estallido de la rebelión tuareg un histórico rebelde del Azawad, Iyad Ag Ghali, creaba Ansar Dine (Defensores de la Fe).

Estos tres grupos que a mediados de 2012 ya controlaban todo el norte de Malí y que llegaron incluso a amenazar con avanzar sobre Bamako fueron expulsados de las ciudades de Gao y Tombuctú y combatidos hasta sus últimos refugios en el Adrar des Ifoghas por las tropas francesas y chadianas. Sin embargo, su capacidad de actuar no ha desaparecido. El amplio territorio que hicieron suyo sigue albergando a terroristas capaces de lanzar un obús, de poner una mina o de abalanzarse contra una patrulla de la ONU con un cinturón bomba adosado a su cuerpo. Además, otros grupos han surgido en un caótico escenario de señores de la guerra y lucha por el control del tráfico de drogas que desde hace más de una década transita por el desierto, en una especie de caleidoscopio de reivindicaciones territoriales, étnicas, religiosas y, en fin, de poder.

Detención de un presunto terrorista en Gao en febrero de 2013. / Foto: J. Naranjo

Una de las escisiones de AQMI surgida casi al mismo tiempo que dieron comienzo los bombardeos franceses es la del también argelino Mokhtar Belmokhtar, el emir tuerto, el escurridizo traficante de tabaco y armas que protagonizó el ataque a la planta gasística de In Amenas en enero de 2013. Se cree que Mister Marlboro, otro nombre con el que se le conoce, se encuentra ahora en el sur de Libia, una nueva zona gris que ha surgido en los últimos años y que se ha convertido en un auténtico santuario yihadista, una retaguardia segura para terroristas, según han confirmado los distintos expertos participantes en el Foro de Dakar.

En palabras de Issandr El Amrani, experto del International Crisis Group, no se puede separar la lucha contra la emergencia de una zona gris en el sur de Libia donde se mueven con comodidad grupos radicales de todo pelaje sin la resolución del conflicto libio en sí mismo, simbolizado en la existencia de dos parlamentos rivales en Tubruk y Trípoli, cada uno defendiendo su propia legitimidad. “Hoy es urgente no solo apoyar una solución negociada en Libia con una etapa preliminar de desmovilización de las milicias y de bloqueo del extremismo religioso, sino también abordar la cuestión más duradera del refuerzo de la capacidad del Estado, sobre todo en el sector de la seguridad”, asegura.


Soldados kenianos en el centro comercial Westgate durante el ataque de Al Shabab. / AFP

3. Al Shabab (Somalia). Este jueves 25 de diciembre, en pleno día de Navidad, la sede de la misión de la Unión Africana en Somalia recibió un duro golpe. Un comando terrorista del grupo Al Shabab lanzaba un ataque y provocaba la muerte de nueve personas, entre ellas tres soldados de la UA. Este ataque viene a mostrar que pese a algunos reveses militares y la muerte o captura de algunos de sus líderes la capacidad de golpear de este grupo terrorista afiliado a Al Qaeda está intacta. Entre sus acciones más espectaculares de los últimos años cabe destacar el ataque al centro comercial Westgate en Nairobi (Kenia) en septiembre de 2013 y el que tuvo lugar en el palacio presidencial de Mogadiscio, la capital somalí, el pasado mes de julio.

Nacidos en 2006 de la mano de jóvenes islamistas radicales y como brazo armado de la Unión de Tribunales Islámicos, tras numerosos avatares hoy por hoy se presentan como una auténtica pesadilla para las misiones de la UA y la ONU presentes en el país, pero también han exhibido músculo y operatividad en la vecina Kenia. En los últimos años se han atrincherado en las regiones del sur y en torno a la capital, donde se nutren de una peculiar fuente de financiación para mantener a sus aproximadamente 5.000 efectivos: el tráfico ilegal de carbón de acacia.

Keita (Malí), Abdel Aziz (Mauritania), Sall (Senegal) y Déby (Chad) durante el Foro de Dakar.

Pero, ¿cuál es la clave de la resistencia de estos tres focos terroristas? En el Foro de Dakar se apuntaron algunas ideas. En primer lugar, las rivalidades y desconfianza entre las potencias regionales africanas, que la hace débil ante una amenaza transnacional. Pero también la capacidad de estos grupos de relacionarse entre sí y prestarse apoyo mutuo beneficiándose de todo tipo de tráficos ilícitos, pero también de imbricarse con las comunidades locales. Según Jean François Daguzan, director adjunto de la Fundación por la Investigación Estratégica, “AQMI, Boko Haram y Al-Shabab se apoyan sobre realidades locales pero defienden objetivos globales (…) el debilitamiento estructural de un cierto número de estados facilita el retorno a la asabiya, concepto que se ha convertido en uno de los elementos clave de la interpretación de las connivencias tribales o clánicas, tanto en el Magreb como en África subsahariana (…)”.

Comentarios

Parece mentira que no aprendamos de la historia...
Yo pienso que una de las formas de combatir el radicalismo islámico es el control en las mezquitas.
Me parece lamentable afirmaciones como esta "de abalanzarse contra una patrulla de la ONU con un cinturón bomba adosado a su cuerpo. "El peligro de estos grupos no son las fuerzas de pacificacion que algunos paises mandan/mandamos a donde esta el conflicto. El peligro lo sufren las familias que alli viven.Ojala dejaran de recibir financiacion de quienes la reciben. Esa es la unica solucion, no mas armas contra ellos y los pueblos de alrededor, no mas odio.
Parece mentira que no aprendamos de la historia...
Yo pienso que una de las formas de combatir el radicalismo islámico es el control en las mezquitas.
Me parece lamentable afirmaciones como esta "de abalanzarse contra una patrulla de la ONU con un cinturón bomba adosado a su cuerpo. "El peligro de estos grupos no son las fuerzas de pacificacion que algunos paises mandan/mandamos a donde esta el conflicto. El peligro lo sufren las familias que alli viven.Ojala dejaran de recibir financiacion de quienes la reciben. Esa es la unica solucion, no mas armas contra ellos y los pueblos de alrededor, no mas odio.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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