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Columna
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Sensibilidad

Posar la vista en los retos de las mujeres de este siglo hace ver las incongruencias de un mundo en el que ellas son fuerza y motor

Carta de la semana: Sensibilidad

Enorme el número extra Mujeres de El País Semanal. Posar la vista en los retos de las mujeres de este siglo con firmas de renombre internacional en sus respectivos campos profesionales hace ver las incongruencias de un mundo en el que ellas son fuerza y motor, especialmente en los tiempos difíciles, y sin embargo deben luchar por partida triple en terrenos en los que las exigencias se multiplican. Algunas manifestaciones lo dejan patente. Yo solamente haría una recomendación: no copien los modelos masculinos, no dejen de aportar su sensibilidad femenina a un mundo muy necesitado de ella.

Carlos G. Reinoso. Correo electrónico

Contenido y publicidad

Aplaudo la iniciativa, esfuerzo y cariño dedicados al especial Mujeres de El País Semanal. Para que tengamos el papel que nos merecemos en nuestra sociedad es necesario informar de realidades, reivindicar derechos y celebrar éxitos. Lo que me ha desconcertado es, en medio de un número tan rico en principios y testimonios ejemplares, encontrarme con una docena de anuncios que como mujer y publicista me molestan. Chicas desnudas tapándose con una sábana, modelos de rodillas con miradas supuestamente incitantes o cantantes sugerentemente tendidas en una cama. Primeros planos de bellezas perfectas, labios jugosos y cutis de otro mundo (el de Photoshop). ­Imágenes que frivolizan a la mujer y la relegan a un papel de objeto, de maniquí, de florero. Justo lo contrario de cualquiera de las entrevistadas.

Emma Pueyo. Sant Joan de Mollet (Girona)

Un castigo real

Como es habitual, la escritora Rosa Montero acierta de pleno en su artículo Esto sí es el­desencanto, y el acuerdo es aún mayor por sus dos últimas frases. La primera de ellas dice: “Hay que obligarles a devolver el dinero robado y, si no lo hacen, condenarlos a más años”; pero yo me atrevo a endurecer aún más este aserto: condenarlos a la cárcel hasta que devuelvan todo el dinero, y este sería el mayor castigo aunque solo pisaran la gayola 24 horas, porque lo que les duele es el dinero, no la cárcel.

Y la última: “Hay que ser de verdad intolerante con la corrupción”, motiva una reflexión por mi parte: la necesidad de imponer estudios, obligatorios para desempeñar la política. Así como para ser embajador o cónsul hay que tener una titulación en la carrera diplomática, ¿por qué no debería exigirse lo mismo a los que ostentan el poder desde determinado escalafón? Me refiero no solo al presidente del Gobierno y ministros; también a diputados, senadores, alcaldes y concejales de las grandes ciudades (digamos a partir de 15.000 o 20.000 habitantes), con estudios muy extensos y estricta evaluación sobre ética y moral. Para que les entre en la mollera la honestidad en su manera de actuar.

César José Tamborini. Veguellina de Órbigo (León)

Hartazgo

Harto de quejicas y llorones. De sinvergüenzas y tiburones. De cínicos y desesperanzados. De ricos y taimados. Leo, con emoción creciente, Otra pareja ideal, de Almudena Grandes (El País Semanal del pasado 30 de noviembre), y me lleno de dignidad y valentía. De humildad y rebeldía. De esperanza y de ternura. Gracias de nuevo, maestra.

José Luis Bimbela. Correo electrónico

¿Narcisismo o pérdida del yo?

Siempre que compro, o cae en mis manos, El País Semanal empiezo leyendo la última página porque me gusta cómo escribe Javier Marías, los temas que elige y los análisis que hace de los mismos. Encuentro enriquecedor, porque invita a la reflexión, lo que escribe sobre el mundo que observa. Un mundo individualista en el que, paradójicamente, la gente comparte todo lo que hace, hasta lo más nimio, en las redes sociales. Así lo refleja en el ar­tículo del 30 de noviembre titulado Mira lo que hago.

Parece que las personas, menos mal que no todas, ya no disfrutan de la experiencia vivida, sino del momento en el que cuelgan en las redes sociales el documento gráfico que certifica que uno estuvo allí o hizo esto o lo otro. Lo de menos, siguiendo el ejemplo del señor Marías, es ver La Gioconda; lo imprescindible es demostrar que uno la vio, aunque solo fuese durante el segundo que tardó en hacer la foto con el móvil.

Miriam López Jadraque. Correo electrónico

‘Rara avis’

Señor Javier Marías, le escribo desde Monterrey (México). Acabo de leer su artículo Mira lo que hago (30 de noviembre) y me alegra que critique este uso inmoderado del teléfono móvil. Es una calamidad narcisista como usted menciona. Ya es difícil mantener una conversación con alguien sin que saque el móvil para mostrar alguna foto. Soy una de esas “raras” personas que casi no lo utilizan. A menudo releo La resistencia, de Ernesto Sábato, para consolarme. Lo felicito.

Dolores González. Correo electrónico

Don Javier y la rana

Con qué ahínco Javier Marías se esfuerza en maldecir a la rana del paseo de Recoletos. En su semanal Zona Fantasma se ha dirigido varias veces a ella en términos de “afrenta”, “gigantesca y espantosa”, “guarrería monstruosa”. Creo que si pudiera, él mismo se encargaría de volatilizarla. Me resulta hasta infantil esta fijación de Marías. Y me hace reflexionar sobre las infinitas versiones que existen de personas. No puedo ser más fan de Javier. Cuando leo sus novelas y sus artículos, cuando le escucho… es como si estuviera descubriendo mi propio pensamiento escrito o dicho de la mejor manera. Sin embargo, llegamos a la bendita rana, que a mí me rechifla y a él le horroriza. ¿Será posible? Yo no puedo comprender cómo, entendiéndole tanto, se puede dar semejante desencuentro. Quizá ahí mismo resida la magia. Esa magia que tienen las personas y que me fascina. Quiero pensar que cada uno de nosotros llevamos alguna que otra rana habitando en las charcas del alma. Son esas ranas las que nos hacen únicos e irrepetibles. Javier Marías, sin su rana no sería mi príncipe.

Viviana Zorrilla. Madrid

El lenguaje corporal

En El País Semanal del 23 de noviembre hay tres artículos que se conectan y que son complementarios. Por un lado, Rosa Montero nos habla del desencanto que nos produce que una vasta mafia formada por políticos, empresarios y financieros estén estafando a todos los ciudadanos. Hace Rosa una relación de los casos más significativos: Gürtel, ERE, Bárcenas, Púnica, Pujol… Termina el artículo con un mensaje optimista basado en que hay 1.700 causas por corrupción abiertas y algunos prohombres y figurones en el banquillo, encarcelados y socialmente repudiados.

En el segundo artículo, Javier Marías opina que no se necesita la intuición de Sherlock Holmes para tener la precaución de echarse la mano a la cartera si nos presentan a alguno de los protagonistas de las tropelías de las que nos habla Rosa, y así nomina a Correa, El Bigotes, Blesa, Granados, López Viejo, Sepúlveda… Luego nos habla de la falta de intuición de Esperanza Aguirre para elegir colaboradores, que Floriano no es clarividente, e identifica a Rajoy con una esfinge. En fin, brillante Marías.

El tercer artículo es el de Juan José Millás comentando los “problemas posturales” de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. La conexión con los artículos anteriores tiene un artista invitado: Jantjie, el intérprete del lenguaje de signos que participó en los funerales de Mandela. En efecto, lo que nos han contado Montero y Marías es traducido por la vicepresidenta, verbalmente y utilizando su propio lenguaje de signos como: dejemos actuar a las instituciones, respetamos las decisiones judiciales, la presunción de inocencia es un derecho, somos los primeros interesados en saber la verdad, hemos sacado a España de la crisis… y más, y más. En definitiva, que, como Jantjie, nos dice y nos traduce lo que quiere. Lo que no sabe es que Millás la ha descubierto

Alberto Fernández. Marbella

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