En el aniversario de la muerte de Kant
El genio de la Ilustración murió en 1804 y aún sigue vigente su impronta: el imperativo categórico requiere de la misma celeridad de cumplimiento que hace tres siglos. Hoy, con la corrupción como lacra esencial, se hace necesario el principio kantiano “obra según aquella máxima que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en máxima universal (en ley de la naturaleza)”. El filósofo de Königsberg distinguió, asimismo, entre “moralista político” y “político moral”. Los de hoy en día están corrompidos por no seguir la “norma para toda acción”, esto es, la sabiduría, que no es una mera idea; antes bien, es la idea de la máxima unidad de todos los fines posibles, la estructura de toda actividad humana.
Una de las cláusulas del imperativo categórico reza: “Considera siempre al hombre como un fin y nunca como un medio”. De seguir al autor de la Crítica de la razón pura, no habríamos tenido casos como el de Gürtel u operaciones “púnicas”. ¿Hay quien dé más?— Manuel Castellanos Plaza.
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