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¿Por qué me quedo afónico cuando estoy cansado?

Ronca, aguda, entrecortada… son algunas de las características de una voz estresada

¿Alguna vez, al escuchar hablar a alguien, ha intuido que esa persona estaba nerviosa o estresada? Si la respuesta es afirmativa, igual no andaba desencaminado. Ronca, aguda, entrecortada y, en ocasiones, prácticamente inaudible, el estrés afecta a la voz mucho más de lo que creemos. “La voz es el espejo de lo que soy y el reflejo de cómo estoy. Imagine a su actriz favorita en una película. Piense que en una escena es perseguida por un tigre hambriento que pretende devorarla. ¿Cómo cree que sería su voz si tratase de gritar? Y si lo consiguiese, ¿cómo sería tras ese grito?”. De este modo comienza a explicar Lidia Rodríguez, logopeda y vicepresidenta de Relaciones Internacionales e Institucionales de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología (AELFA), la estrecha relación entre voz y trastornos emocionales. Además, según apunta la experta, los efectos del estrés en la voz son bilaterales, es decir, “el estrés afecta a la producción de la voz y la voz afecta a generar estrés. Y la respiración es el vínculo que relaciona ambos. El habla se vuelve ansiosa, agitada, rápida y tiene escasas variaciones tonales. En le caso más grave esta transmite esa fatiga propia de un estrés sostenido”.

Según datos de la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL), el 5% de la población española sufre algún trastorno de la voz que requiere atención médica. Y los expertos coinciden en un dato revelador: en un porcentaje considerable la causa no es otra que la tensión. Son lo que se conoce como disfonías psicógenas. “Entre un 20 y un 30% de los pacientes que tratamos en consulta padecen esta patología. Muchas veces, solo con escucharles, ya sabemos cuál es el problema. Suelen ser personas nerviosas, con conflictos personales o familiares, que hablan de forma atropellada y presentan una voz ronca, como si llevasen una bolsa de 100 kilos en cada brazo. También se da en profesionales que usan mucho su voz o después de un catarro, sobre todo en jóvenes, que de repente comienzan a hablar con una voz susurrada. Aparecen con el cuello tenso y se quedan sin aire al final de las frases”, comenta el doctor Ignacio Cobeta, jefe de servicio de Otorrinolaringología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid y catedrático de la Universidad de Alcalá.

¿Quiere saber si usted padece estrés? Lidia Rodríguez nos propone un sencillo experimento: “La respiración es el chivato que nos permite identificar una voz nerviosa de una voz calmada. Si, por ejemplo, respiramos por la boca en las pausas, nuestra voz transmite nerviosismo. También hay un ejercicio interesante que consiste en medir el número de palabras que articulamos en un minuto. Si es superior a 160, y además en nuestro día a día varias personas nos dicen “perdona, ¿puedes repetir?”, no hay duda”.

Pero, ¿cómo funciona el engranaje formado por estrés y voz? Muy sencillo, cuando estamos estresados la musculatura del cuello está tensa y los músculos de la laringe se contraen en exceso. Por otro lado, las cuerdas vocales, bandas musculares, también reaccionan en momentos de estrés o de nervios. Todo junto es un cóctel explosivo, tanto que en ocasiones nos puede privar del habla durante un tiempo. Es lo que ocurre, por ejemplo, tras casos de estrés postraumático. Según palabras del doctor Cobeta, “es como si alguien nos apretase la laringe”.

Aunque los especialistas coinciden en que todos podemos ver trastocada nuestra voz, también apuntan que hay gente que tiene más papeletas. Se refieren a los profesores, cantantes, teleoperadores, aquellos profesionales cuya voz es su herramienta de trabajo y que, además de estrés, suelen sufrir fatiga vocal. De hecho, según un informe de la Federación de trabajadores de la enseñanza el 22% de los profesores españoles padece afonía ––ausencia del tono de voz –o disfonía –disminución del tono–. Por su parte, las mujeres entre 30 y 45 años también padecen más trastornos a la voz debido al estrés.

Ante cualquier trastorno los expertos recomiendan acudir a un especialista para que determine el origen y descartar la presencia de otras alteraciones de tipo orgánico como pólipos o nódulos. Solo así podremos tener un diagnóstico exacto y recibir, si es necesario, el tratamiento más adecuado. “Si la causa es el estrés, hay que identificar el problema que lo causa y tratarlo. En cualquier caso, el hecho de conocer el origen del trastorno ya suele tranquilizar bastante al paciente. Pero en muchos casos, además de atacar la base, es necesario acudir a rehabilitación vocal”.

¿Quiere recuperar la voz? Póngase recto.

María Ruiz del Árbol, logopeda y directora de Eduvoz, explica qué aspectos se trabajan en la rehabilitación vocal. “La rehabilitación consiste en trabajar la postura corporal ya que una postura erguida y relajada es fundamental para utilizar correctamente la voz; la relajación de todo el cuerpo y en especial del cuello, los hombros y la mandíbula; la respiración costo-diafragmática, que permite controlar la salida del aire desde el diafragma, sin necesidad de tensar la glotis, las cuerdas vocales y los músculos del cuello; y la impostación de la voz, es decir, llevar el sonido de la voz a las cavidades de resonancia para conseguir un máximo rendimiento con un mínimo esfuerzo”.

Según María Ruiz del Árbol, para mantener nuestra salud vocal, debemos evitar el tabaco, el alcohol, los ambientes ruidosos y cargados, la polución, las bebidas muy frías y también las muy calientes y los golpes de glotis como, por ejemplo, el carraspeo.

Por su parte, el doctor Ignacio Cobeta insiste también en la necesidad de Identificar nuestro grado de resistencia o capacidad vocal. Si hablando un número de horas al día vemos que nuestra voz se resiente, debemos hablar menos o realizar un entrenamiento con un especialista. Asimismo, hidratarnos bien y no hablar por encima del ruido ambiente, resulta crucial.

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