Vida en lo alto de la nube
FOTO: Thomas Lewandovski
El diseñador industrial valenciano Jordi Iranzo ha firmado, junto a Stefanie Rittler y Nadine Kesting, una nube habitable en el jardín de la Escuela de Arte y Diseño Burg Giebichenstein de Halle, en Alemania, donde vive y estudia.
Iranzo pertenece a una generación que trata de encontrar un sentido a su profesión huyendo de la renovación continua de formalismos que ha caracterizado la parte más comercial de la relación entre diseño e industria en las últimas décadas. Su objetivo trata de combinar ingenio y pocos medios. Así, uno de sus primeros diseños, la silla Dentro, fabricaba una butaca con una sola hoja de cartón. Y ahora la instalación Cumulus busca a la vez aprovechar el espacio aéreo de las zonas de recreo e indagar en el potencial de las telas tensadas como elemento para el descanso.
El objetivo era muy concreto: distanciar, ofrecer reposo y calma. Y para ello el equipo de diseñadores pensó en la suspensión espacial que, metafóricamente, ofrece una nube con las implicaciones de suspensión temporal que esa idea pudiera evocar.
La instalación tiene ese único fin: conseguir un momento de serenidad, de calma. El resultado es que partiendo de una forma estable la nube Cumulus produce variaciones, se transforma con los cambios en la membrana que la cubre. En el interior, el espacio es blanco, flexible, amueblado por el mismo cerramiento textil y el usuario parecen gravitar. El resto es diseño poco visible: la tela y los agujeros permiten que haya aire fresco y luz en todo momento. Por la noche, tres fuentes de luz suspendidas en el interior del pabellón proyectan formas y siluetas en el exterior del habitáculo. La superficie envolvente no deja ver con claridad el exterior, sólo sombras y sonidos distorsionados. Y eso mismo sucede con el interior visto desde fuera cuando llega la noche. La levedad se traslada de uso interno a expresión externa.
Babelia
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