La crisis del ébola
En el Editorial del periódico del miércoles 8 de octubre, en relación con la gestión sobre el primer contagio del ébola en España, se exponen una serie de razonamientos con los que estoy totalmente de acuerdo, excepto con una frase que me ha llamado la atención. La frase es: “Europa y el resto del mundo nos observan con preocupación”.
Lo cierto es que es lógico que nos mire con preocupación “el resto de Europa”. Nosotros ya somos Europa, y el resto del mundo, porque este problema no es solo de España, el problema es mundial. Lo era cuando empezó en la lejana África, lo que no nos preocupaba tanto por esa misma lejanía, pero ahora hay que buscar soluciones, desde todas las partes, para evitar lo que puede ser una pandemia que azote a la humanidad en este principio del siglo XXI. Esta colaboración mundial urgente hay que llevarla a cabo ya, para España, para Europa, para América, para todo el mundo. Es imperdonable que no se haya hecho antes, allí en África. Pero por lo menos, ahora, aunque tarde, como siempre y para todos, dejémonos de debates y actuemos.— Abelardo Díaz Jiménez. Alcobendas, Madrid.
Este país nunca dejará de asombrarme. Si bien critiqué en este mismo espacio que la piedad con el religioso enfermo de ébola no era selectiva, ahora me parece que la piedad con el perro Excalibur, de la auxiliar enferma de ébola, es un tanto desmesurada. Sobre todo, no sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza cuando el ébola se ha cobrado miles de vidas en África. ¿A dónde miramos? ¿A un animal enfermo o a miles de personas que están infectándose en África por las deplorables condiciones sanitarias? Muchos tildarán mi argumento de demagogia. Creo que priorizar y salvar la vida de una persona antes de la de un animal no es demagogia, es sentido común. Es abrir los ojos a una realidad que no queremos mirar. Siento vergüenza del escándalo por querer sacrificar a un animal por la salud de todos, pero no tanta como que esa gente escandalizada no salga a la calle a denunciar la poca ayuda que estamos dando a África. Desde luego ese perro no merece un colectivo hipócrita que les defienda.— Jaime Camacho García. Pamplona, Navarra.
Sobre el cómo del contagio del virus ébola a la auxiliar no puedo opinar. Lo que sí me parece impresentable es que para los trabajadores sanitarios que estuvieron al cuidado de los dos enfermos de ébola no se hubiera habilitado un sistema de control o de contacto rápido para atención directa inmediata al menos durante el periodo potencial de incubación. Es inaceptable que la auxiliar infectada haya tenido que seguir el circuito normal de cualquier paciente: médico de cabecera, 061, urgencias. Esto me parece de una desorganización chapucera. Sólo ese hecho ya debería ser motivo de dimisión de la ministra, aunque todos los demás protocolos hubieran funcionado con precisión suiza.— Roberto A. Pazo Cid. Zaragoza.
El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid dice que la enfermera contagiada de ébola podría haber mentido sobre su temperatura pero que “no lo pueden probar”. ¿Por qué mentiría? ¿Para aumentar las posibilidades de un mal desenlace? Ante las declaraciones de los profesionales sobre los fallos del sistema, habría que creer que la desesperación por no perder un cargo no se detiene ante nada. Pobre mujer, tras contagiada, calumniada.— Kurt Brainin. Madrid.
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