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La otra Amsterdam

No está en Holanda, sino en Sudáfrica, y sus mujeres tienen la tasa mas alta por infección de SIDA entre embarazadas de todo el país

Mujeres en Kwazulu-Natal, Sudáfrica.
Mujeres en Kwazulu-Natal, Sudáfrica.AI

Este lugar se llama Amsterdam pero en nada recuerda a la capital de Holanda. No tiene canales ni edificios antiguos. No está tampoco en Europa. Llegas en coche tras cuatro horas de viaje desde Johanesburgo, en Sudáfrica, y allí viven, dentro de la mas amplia municipalidad de Mkohndo, 172.000 personas. La mayoría de sus habitantes son menores de 34 años, negros y mujeres. En este lugar sus habitantes tienen un grave problema: la tasa mas alta por infección de sida entre mujeres embarazadas de todo Sudáfrica, un 46%. Además, las mujeres que quieren dar a luz tienen un problema añadido al anterior: durante los nueve meses de gestación muere un número alarmante de no nacidos y mujeres embarazadas, por lo que la situación empeora. En los años 2011 y 2012 había 76 niños muertos por cada 100.000 vivos, y en los años 2012 y 2013 hubo 187 muertes por cada 100.000.

En Amsterdam de Sudáfrica tener un hijo puede convertirse en una pesadilla desde el principio. Es el lugar del país donde las autoridades distribuyen menos condones a hombres y, por lo tanto, no resulta extraño sino lógico que muchas mujeres jóvenes se vean infectadas por el virus del sida y se lo transmitan a sus hijos. El miedo a morir al tener relaciones sexuales nos fue transmitido a la delegación de Amnistía Internacional que visitaba Amsterdam de una manera muy original, incluso alegre; cantando la letra de una melodía cuyo estribillo decía “hombre, nada de sexo sin condón”.

Si uno echa un vistazo atento a todas esas mujeres reunidas alrededor de una mesa de comedor tipo boda, casi lo primero que llama la atención es el hecho de que la mayoría de las asistentes son jóvenes, impresión que confirma la estadística oficial; en Amsterdam un 10% de las mujeres que dan a luz son menores de 18 años.

La segunda impresión es que no será fácil para las autoridades locales que estas mujeres se rindan y se conformen con un destino —morir pronto— que no les corresponde como seres humanos jóvenes. Son muchas, se organizan para hablar y reclamar sus derechos y luchan por tener sus hijos y salvar sus vidas aunque se enfrentan a a un colosal enemigo: unas autoridades que tienen otras prioridades de gasto y de gestión.

Si ya es un problema dar a luz en condiciones aceptables, el asunto se complica si las mujeres, además, descubren en su revisión médica que padecen sida. Si la enfermedad llega a ser conocida por los vecinos, se arriesgan a ser estigmatizadas en sus comunidades.

Mujer en las afueras de Amsterdam, Sudáfrica.
Mujer en las afueras de Amsterdam, Sudáfrica.AI

Las mujeres tienen razón para temer la falta de garantías de los hospitales para asegurar su derecho a la privacidad como paciente: muchas veces el personal sanitario no es capaz de mantener a salvo de curiosos el estado de salud de sus pacientes. Sin rubor reconocen que alojan a personas infectadas de sida en alas separadas del resto del hospital, que usan diferentes archivos médicos según se tenga VIH o no y que, incluso sintiéndose bajo presión, tratan mal en muchas ocasiones a sus pacientes advirtiéndoles, a gritos, que debían haber tenido cuidado con las infecciones, que son casi unas niñas y que han sido unas irresponsables por quedarse embarazadas y, además, no casarse.

Una mujer nos indicó cómo se identificaba a mujeres embarazadas en una clínica local: “Si voy a buscar medicamentos retrovirales para mi tratamiento me indican que vaya a una cola. Toda la gente sabe que los que estamos en esa cola tenemos sida. Esta es la razón por la que tengo miedo de ir al hospital”.

Tampoco es extraño que el personal sanitario trabaje bajo presión en Amsterdam y en las comunidades vecinas y cometa errores. Más de la mitad de los puestos de médicos (57) permanecen sin ocupar, y el 21% de los puestos de enfermeras (1.331) tampoco se cubren, probablemente para ahorrar en el presupuesto municipal.

Un funcionario responsable del área de salud en la municipalidad de Amsterdam tuvo el valor —y la desfachatez— de aconsejar a las mujeres presentes en una reunión para discutir estos asuntos que debían empezar a ahorrar dinero cada mes para poder pagar su transporte a la clínica en caso de que tuvieran problemas de salud durante los nueve meses de embarazo. Y es verdad que necesitan dinero para ir a la clínica y ser revisadas por un médico. El billete de ida y vuelta en autobús cuesta dos dólares y muchas mujeres no tienen recursos para pagarlo.

Madre e hijo en Kwazulu-Natal, Sudáfrica.
Madre e hijo en Kwazulu-Natal, Sudáfrica.AI

Por último, no es una novedad que las autoridades indiquen a esas mujeres pobres que la municipalidad también es pobre de solemnidad y que no dispone de fondos para transportar al hospital a mujeres embarazadas para ser atendidas durante el periodo de gestación aunque, siempre magnánimas, aseguraron después que, a pesar de la falta de recursos, intentarán ayudar. Algunas mujeres creyeron en su palabra cuando prometieron una clínica móvil para atender a las embarazadas en sus casas sin que tuvieran que desplazarse a ningún lugar pero, lamentablemente, la clínica se ha vuelto inmóvil tras estar cuatro meses parada por falta de conductor.

Las autoridades, en todo caso, no cesan en su empeño de dar esperanza a las mujeres embarazadas de Amsterdam a través de promesas. Quizá presionados por nuestra presencia anunciaron que, en breve, habría una ambulancia especial para llevar y traer a mujeres embarazadas al hospital aunque, ahora que lo pienso mejor, no especificaron quién iba a conducirla.

Amsterdam de Sudáfrica es un lugar que parece estar en ninguna parte pero representa un síntoma de todo lo que hay que hacer en este país después de la caída del apartheid y la muerte de Mandela.

Los expertos, aunque indican que las autoridades están prestando mas atención y prioridad a la violación al derecho a la vida que suponen los desmesurados índices de mortalidad materna, calculan también que un 60% de estas muertes son evitables.

No debería ser complicado facilitar dar a luz en condiciones aceptables de seguridad a las mujeres de las zonas rurales de Sudáfrica, especialmente para unas autoridades que se sienten orgullosas de todo lo que han hecho en relación a los Derechos Humanos desde que cayó el apartheid.

Es una ecuación sencilla de resolver. Más información a las mujeres embarazadas sobre derechos sexuales y reproductivos, más garantías de privacidad sobre su estado de salud, más transporte gratuito al hospital es igual a más vidas de mujeres y niños y niñas.

Quizá un día esta otra Amsterdam sea tan conocida que deje de ser invisible y su problema empiece a ser resuelto.

Esteban Beltrán es director de Amnistía Internacional en España y desde el 9 de octubre se encuentra en Sudáfrica como parte de una delegación internacional de la organización que visita las comunidades más pobres y olvidadas del país.

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