“Vivo con los mejores niños del mundo y aún no me han comido”
El misionero salesiano trabaja en Togo para erradicar el estigma de brujos que sufren los niños y empoderar a la mujer africana
A José Luis de la Fuente (Palencia, 1955), se le entristecen los ojos cuando recuerda al primer niño de la calle que ayudó en Porto-Novo (Benin), su primer destino en África hace 23 años. "Eric se escapó varias veces del centro y al final no volvió. Y se convirtió en un verdadero bandido. Solía venir a verme armado, y aunque todo el mundo le tenía miedo, yo no. Este niño terminó muerto a manos de la policía. Y todavía lo recuerdo, es uno de los niños que más quise en mi vida". Aquel primer contacto con la realidad del África subsahariana más pobre sirvió a este padre salesiano de 59 años como acicate para ayudar a otros muchos niños de la calle que se arremolinaban alrededor de la parroquia a la que le destinaron en la capital togolesa. "Después de esto me pregunté qué hice mal para no poder sacar adelante a este crio. Si sabes qué errores has cometido, al final encuentras la clave para ayudar a otros".
La recompensa de aquel trauma la obtuvo con otro niño de la calle al que sí consiguió ayudar: "Este otro, con 10 años, también huyó varias veces hasta que me dijo: 'Estoy haciendo esto para que te cabrees y me pegues, porque todos hasta ahora me han pegado menos tú'. A partir de ese día [el niño] empezó a cambiar y hoy es ingeniero superior de electromecánica. Tiene 23 años, una familia y me sigue escribiendo y llamándome papá", explica sonriente De la Fuente.
Sus idas y venidas nocturnas de aquella parroquia para conocer mejor la realidad de estos niños de la calle le valieron el apodo del cura "de los niños bandidos", del que dice sentirse muy orgulloso: "La gente local no entendía que trabajara para ayudar a los que ellos consideraban ladrones". También le valió para conocer lo que serían los primeros casos de acusaciones de brujería a recién nacidos de la mano de otro misionero salesiano que salvó a varios bebés con malformaciones de morir a manos de los chamanes locales por considerarles malditos.
Y así es como hoy, después de 14 años en Benin y ocho destinado en la región de Kara (Togo) como director del centro Don Bosco, encabeza una lucha para erradicar el estigma que sufren niños y niñas que son acusados de brujería a través de la campaña de sensibilización Yo no soy bruja, que presentó este martes en Madrid junto a su organización.
Con las mismas ganas que hace años, se levanta cada día a las cuatro de la mañana, prepara la homilía diaria y vuelve al colegio a las siete, "después de tomarme un café de pie y rápido", hasta las doce, para dar clase de español a los alumnos de bachillerato. Las tardes las reparte entre las aulas y los poblados cercanos, donde se reúne con grupos de mujeres con las que trabaja en talleres de sensibilización, alfabetización y educación sexual, entre otros proyectos. Después, y como desde hace años, visita a los niños de la calle acogidos en el centro, actualmente unos 110, de los que el 40% han sido acusados de brujería. "Son los mejores años de mi vida, se me alegran los ojos cuando pienso en ellos. Vivo con los mejores niños del mundo y todavía no me han comido", sentencia el misionero en el documental Yo no soy bruja, de Raúl de la Fuente, ganador de un Goya con el documental Minerita, y que cuenta la vida de dos de las niñas acusadas de brujería, Georgette y Rosalíe, acogidas en el centro de De la Fuente.
"Cuando se dan cuenta de que no vas solo como un cura a evangelizar, sino a ayudarles a que tomen las riendas de su propio país, te respetan", explica de la Fuente, que ha retomado las buenas relaciones con el jefe del Cantón de Kara [durante la grabación del documental estaba enemistado], tras una ceremonia en el que nombraron al padre salesiano, vestido con el traje tradicional, "Rey del Cantón".
De la Fuente, descarta por completo volver a España y "abandonarlos a su suerte", y uno de los sueños que aún pervive en la mente de este salesiano es seguir luchando por y con las mujeres, que son "las primeras en transmitir la educación a sus hijos". "Hasta que la mujer no se emancipe enteramente, África seguirá siendo África. La mejor inversión en África es en el desarrollo de la mujer".
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