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Qué mueve a… Ruth Zurbriggen

“Conseguimos que violentos y abusadores terminen en la cárcel”

La militante del colectivo feminista argentino La Revuelta organiza ‘escraches’ contra los golpeadores y violadores y acompaña a las mujeres a abortar

Alejandro Rebossio
Ruth Zurbriggen, en una plaza en el centro de Neuquen
Ruth Zurbriggen, en una plaza en el centro de NeuquenRicardo Ceppi

Que nadie se meta con las mujeres bravas del Colectivo La Revuelta. Si una mujer adulta, un niño o una niña sufre violencia física o abusos en la ciudad argentina de Neuquén (a casi 1.000 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires), estas militantes harán la posible para que el atacante acabe en la cárcel, desde hacerles escraches a él o a los jueces y fiscales que demoran la causa, hasta el asesoramiento jurídico de las víctimas, aunque no el patrocinio en el juicio. Todo eso se activará para quien llame al móvil del llamado socorro violeta.

Si, en cambio, se trata de una mujer que quiere abortar hasta las 12 semanas de embarazo, debe llamar al número del socorro rosa, y las de La Revuelta se reunirán con ella, le informarán que puede interrumpir la gestación con pastillas de misoprostol, medicamento que se consigue bajo receta, la acompañarán en el proceso y la conectarán con médicos de confianza. En Argentina solo está permitido el aborto si corre riesgo de vida la madre o si ha quedado embarazada en una violación . En esos casos, la mujer puede recurrir a un hospital público para que le practiquen la interrupción del embarazo, aunque solo en ocho de las 23 provincias argentinas rige un protocolo adecuado para que se cumpla con estas operaciones, según la Asociación por los Derechos Civiles. Pero las militantes de la La Revuelta no cejan en su función, con una mirada feminista innovadora en la forma de manifestarse y en el fondo de su pensamiento.

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“Me mueve el deseo de vivir en una sociedad más libre, que tengamos derechos, que seamos dueñas de nuestra propia existencia”, reflexiona Ruth Zurbriggen, una de las fundadoras de La Revuelta, un colectivo que ha rehusado la burocracia de conformarse como asociación civil y que subsiste con donaciones de amigos y algunos aportes puntuales que alguna vez recibió de instituciones de EE UU y Alemania. Las revoltosas actúan en Neuquén y sus alrededores, pero también han promovido la organización Socorristas en Red, que reproduce su estrategia de abordaje de abortos en Buenos Aires y otras 15 ciudades de Argentina. “El territorio corporal de la mujer ha sido colonizado. La ley que te niega el aborto te dice que no sos dueña de tu cuerpo. A los hombres no les sucede. Luchamos por el territorio pequeño que es nuestro cuerpo y por la tierra”, cuenta esta militante de este colectivo que también se ha sumado a la Multisectorial contra la Hidrofractura, dado que la provincia de Neuquén se ha convertido en el área de mayor desarrollo de hidrocarburos obtenidos por fracking (fractura hidráulica) fuera de EE UU y Canadá . La Revuelta, que nació en plena crisis argentina de 2001, también ha participado de manera activa y creativa en las manifestaciones contra la represión policial en la que en 2007 fue asesinado el maestro Carlos Fuentealba durante una protesta de su sindicato en demanda de mejores salarios. Zurbriggen también fue maestra y en la actualidad enseña en un instituto de formación docente, en las asignaturas de pedagogía y educación sexual.

En el bar El Patio de Franz, Zurbriggen, de 50 años y madre de dos hijos, explica que La Revuelta propone un "accionar más disruptivo que la teoría de género”. Empezaron siendo tres y ahora son unas 16 en el elenco estable, más otras que se suman en manifestaciones puntuales o que contribuyen económicamente con el sostenimiento de la causa. “Queríamos rescatar saberes y producción feministas que la academia no rescataba, recuperar un feminismo latinoamericano”, cuenta quien antes había militado 10 años en el trotskismo, pero estaba cansada de la “izquierda ortodoxa”. Deseaban criticar a los machistas de izquierda quienes, segun ellas, se comportan "en la calle como el Che y en la casa como Pinochet". También buscaban la innovación en el mensaje, ya sea con intervenciones artísticas de monumentos o ‘escraches’ o movilizaciones originales. O con el abordaje sobre el aborto.

“Tomamos antiguas prácticas de EE UU y Europa sobre cómo abortar con píldoras, lo que está avalado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) para países donde está prohibida la práctica, pero, a diferencia de otras organizaciones que solo dan la información, y que lo hacen muy bien, nosotras tenemos líneas telefónicas a las que nos llaman, hacemos un encuentro personal o grupal, en bares, facultades, escuelas o plazas, conversamos sobre su situación personal”, cuenta Zurbriggen. El 35% de las llamadas es de pacientes derivadas por médicos de hospitales públicos, a los que llaman “médicos amigables”. “Después seguimos el derrotero del aborto por teléfono, vamos acompañando, si tienen sangrado, fiebre, escalofríos. Algunas la pasan mal, con dolor, o bien por estar acompañadas. Después les proponemos que se hagan un control posaborto con los médicos amigables, que los tenemos registrados y son más de 100 en Neuquén”, explica la militante. En 2013, La Revuelta acompañó a abortar a 567 mujeres, de Neuquén, pero también del resto de la Patagonia argentina, con las que se comunicaban por Skype, para tener contacto visual.

"La ley que te niega el aborto te dice que no ‘sos’ dueña de tu cuerpo"

“Nunca tuvimos problemas legales por el socorro rosa”, comenta la feminista. Añade que las Socorristas en Red contribuyeron a que el número de mujeres ingresadas en hospitales por abortos en Argentina se redujera de 70.000 en 2012 a 50.000 en 2013.

El socorro violeta recibió el año pasado unas 140 denuncias, incluidas algunas por deudas de la cuota alimentaria de los padres para con sus hijos. La Revuelta, que alguna vez escrachó a jueces por fallos considerados sexistas, emprendió en 2011 una campaña que culminó en 2013 con la condena a seis años de prisión de un odontólogo que había abusado de una paciente de nueve años. La madre de la niña buscaba ayuda psicológica para su hija cuando una médica le dijo: “Para que haya justicia, tenés que contactarte con La Revuelta”. “Conseguimos que violentos y abusadores terminen en la cárcel”, afirma Zurbriggen.

“Le hicimos escraches en la casa y en el consultorio, con guantes y radiografías. Escrachamos a la justicia porque no aceleraba el juicio. Nuestras abogadas dicen que sin presión la justicia no decide. Un día dejamos volantes (panfletos) en los baños del club al que el odontólogo iba a jugar al tenis. Otro día cambiamos el cartel de la calle de su consultorio, Roca, por uno que decía: ‘Odontólogo abusador’. Una joven lo vio desde el colectivo (autobús) y nos mandó un e-mail. Fue testigo en la causa porque había sido abusada por él años atrás. Su padre no lo había denunciado porque decía: '¿Quién me van a creer si soy un obrero contra un profesional?'. El día del juicio convocamos a hacer muñecas combativas para los que no podían ir a tribunales. Vinieron mujeres que no conocíamos, dos travestis y dos hermanos de una chica abusada por ese mismo odontólogo hace diez años. La idea era: ‘Si hay justicia para esta niña, hay justicia para mí’. Era la posibilidad de reparar su propia situación”, destaca Zurbriggen.

Solo una vez las revoltosas fueron agredidas. Fue en 2011, cuando ellas hacían campaña callejera en contra de que Jorge Sobisch, que había sido gobernador de Neuquén cuando fue asesinado el maestro Fuentealba, ganase unas elecciones primarias para volver al poder. Una banda les rompió la luneta de un coche, pero Sobisch perdió aquellos comicios.

Zurbriggen considera que no es casual que un movimiento como La Revuelta aparezca en esa tierra patagónica de tanta migración: “Hacía 20 años, las lesbianas y trans venían a Neuquén a vivir libremente su sexualidad. Muchos militantes se resguardaron acá en la dictadura (1976-1983). Acá la Iglesia se diferenció por oponerse a la dictadura y fue fuerte el movimiento estudiantil. En los noventa acá empezaron los piquetes de los desempleados”. La Revuelta, según ella, “es una combinación de audacia y deseo de intervención política que no está en el feminismo tradicional”. “La militancia es mi existencia. Esto me trajo mucha felicidad a mi vida. No tenemos cargos en el colectivo, pero mis compañeras dicen: ‘Siempre Ruth está sugiriendo algo, dando trabajo”, cuenta café de por medio.

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