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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las opciones de Brasil

La irrupción de la candidata Silva centra la campaña en la desigualdad y el medio ambiente

La muerte de Eduardo Campos, candidato del Partido Socialista y su sustitución por Marina Silva, ha dado un vuelco inesperado a las elecciones presidenciales de Brasil, que se celebrarán el próximo cinco de octubre. La presencia de Silva —una política muy conocida por el electorado brasileño con planteamientos sociales que coinciden con los de unas protestas antisistema que se han sucedido en el país en meses recientes— ha hecho que la candidatura socialista haya ganado fuerza en días recientes. Hasta su nominación, las encuestas anunciaban una pugna final entre la presidenta Dilma Rousseff, heredera política de Lula y su Partido de los Trabajadores (PT), y el candidato del centroderechista Partido Social Demócrata, Aécio Neves. Pero Silva ha escalado hasta la segunda posición en las preferencias de voto y ha obligado al equipo electoral de Rousseff a replantear una estrategia centrada hasta hace poco en las reformas y la lucha por la igualdad social del actual Gobierno brasileño.

Editoriales anteriores

Los tres candidatos se postulan para dirigir durante los próximos años un país que, a pesar de las exitosas reformas de Lula y Rousseff, presenta aún contradicciones, frustraciones y riesgos. Brasil se ha convertido en la gran potencia regional, donde unos 30 millones de personas han conseguido salir de la pobreza e incorporase a la clase media. Es un mérito indiscutible de las políticas de Estado aplicadas primero por los socialdemócratas y definitivamente consolidadas y aceleradas por el PT bajo el mandato de Lula. En el escenario político mundial Brasil goza de gran peso político —cimentado en la eficacia demostrada de su maquinaria diplomática— desde su puesto en los BRICS. Este es el bagaje que presenta Rousseff, quien no tiene las circunstancias económicas favorables de Lula, pero encarna la estabilidad de un país que sigue siendo una promesa.

Sin embargo, la expectación entre el electorado creada por Silva —quien fuera ministra de Medio Ambiente con Lula— se explica por las sombras estructurales que se ciernen sobre Brasil. Aún hay corrupción, estancamiento económico, desigual reparto de la riqueza y política medioambiental más real sobre el papel que en la realidad. Tanto Silva como Rousseff se centran en esta nueva fase de la campaña en esos asuntos, algo que resulta necesario y urgente para el bien de todo Brasil.

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