Ambiciones absurdas
Cuando vemos la actuación de muchos políticos antes, en y tras los casos de corrupción que se les atribuyen, cualquier persona sensata se pregunta por qué y para qué montan esos tinglados para acumular riquezas y posesiones. En principio, todos gozan de un bienestar que les permite vivir sin estrecheces. ¿Para qué querrán los Pujol un montón de casas, coches, bienes si no los pueden aprovechar simultáneamente y hasta les puede resultar difícil hacerlo escalonadamente? ¿Les dará igual ver las necesidades de su entorno que podrían solucionar, en parte, simplemente cumpliendo con sus obligaciones cívicas de abonar impuestos y no apropiarse de lo que a la sociedad pertenece? ¿Se sienten tan seguros en su impunidad que incluso se enfrentan con la justicia o justifican sus tropelías? ¿No tienen temor ante lo divino ni lo humano de que se descubran sus manejos? Lo mismo se puede aplicar a los muñidores de los ERE, cursos de formación ficticios, etcétera. ¿Es tan atractivo tener “dinero para asar una vaca”, para guardar fajos de billetes debajo del colchón o en cuentas opacas? La mayoría de nosotros no dejará de pensar que se trata de ambiciones absurdas que deben ser descubiertas y castigadas.— Ángela M. Morón Ramos.
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