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Columna
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Verano

Después del verano, el Gobierno le quiere regalar la propiedad del útero de las españolas a los obispos

Jorge M. Reverte

El verano acaba en septiembre. En eso coinciden los meteorólogos y el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Nos lo ha recordado el ministro para que no celebremos antes de tiempo la aparente retirada de la ley del aborto con la que nos amenaza desde hace ya muchos meses. Algunas ilusas interpretaron que su desaparición de la agenda del Gobierno para julio anunciaba su posible descarte.

Pues no. Ruiz-Gallardón dijo que estará antes de que finalice el verano. Y eso incluye septiembre. Al parecer, solo nos puede librar de semejante condena el que Mariano Rajoy convoque elecciones anticipadas, en cuyo caso, la ley no podría salir adelante porque tiene una carga explosiva electoral de gran tonelaje.

O sea, que no cabe bajar la guardia. El Gobierno nos la puede perpetrar antes del 22 de septiembre si no lo remedian circunstancias extrañas, como la complicación del asunto catalán o la milagrosa recuperación de las expectativas electorales del PSOE.

Las asociaciones provida se han cabreado porque el ministro se haya tomado a chacota los tiempos porque, mientras, morirán muchos inocentes. Los que estamos contra la ley también debemos cabrearnos. Porque Gallardón no quiere soltar el regalo que desea hacer a la Conferencia Episcopal, estén o no Rouco Varela y Martínez Camino a su frente.

Es una hermosa coincidencia la que se produce entre los católicos antiaborto y la mayoría de las mujeres amenazadas por Gallardón: el ministro, que obedece las órdenes de su jefe, Mariano Rajoy, no se olvide, sigue considerando que su proyecto estrella es una mercancía electoral.

Hay que recordarlo: el Gobierno insiste en regalar la propiedad del útero de las españolas a los obispos.

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