_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dos hinchas

Puede que Benedicto XVI y Francisco contemplen juntos en un televisor del Vaticano la final del campeonato mundial de futbol

Manuel Vicent

Como dos hinchas cualquiera, puede que los papas Benedicto XVI y Francisco, sentados en sus respectivas poltronas, uno con una cerveza de Baviera en la mano derecha, otro con una bombilla de mate en la izquierda, contemplen juntos en un televisor del Vaticano la final del campeonato Mundial de fútbol entre Alemania y Argentina. Se supone que el papa alemán y el papa argentino habrán rezado por la victoria de su equipo al mismo Dios que, según ellos, es el único verdadero. Ratzinger es un teólogo fino y duro a la vez, que trabaja el dogma como un virtuoso tiqui-taca vertical; Bergoglio es un jesuita moralista y palabrero, de patada y adelante, dos estilos muy distintos de juego. Según sea el resultado del partido, se verá por qué clase de táctica se decidió el Espíritu Santo. Pero en el mundo hay más aficionados al fútbol que creyentes católicos. Cientos de millones de protestantes, budistas, musulmanes, taoístas, agnósticos y ateos permanecerán enganchados al televisor, llevados por una energía, que más allá de la religión, devuelve a las masas a la fidelidad de los ídolos. Los rostros pintarrajeados expresan esa entrega a las fuerzas misteriosas de la tribu con gritos selváticos y danzas guerreras en las gradas. Es de esperar que Ratzinger y Bergoglio no se pinten la cara con los colores de su propia bandera nacional ni se invistan la camiseta del equipo sobre la sotana blanca, pero puede que ambos papas, olvidándose por una vez del Espíritu Santo, hayan ido a lo más práctico: el alemán se habrá acogido a la fortaleza del ídolo Müller y el argentino esperará la gracia mortífera del pequeño diablo Messi. Estos son tiempos de idolatría. El cántico oé oé oé ha unificado todas las plegarias; es también el Himno a la Alegría de todas las victorias. Y la Copa del Mundo es hoy el sagrado copón, que ante el altar de Maracaná levantarán los propios ídolos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_