Escuela infantil en la periferia
FOTO: Pedro Pegenaute
¿Cómo pensar en los niños en el límite de la ciudad? ¿Cómo diseñar para ellos frente a una autovía de circunvalación y ante una cuadrícula de bloques de viviendas (10.000 nuevos pisos) aparecidos en muy poco tiempo? Los arquitectos Jaime y Francisco Magén quisieron darle la vuelta a un entorno poco amable. Y lo hicieron construyendo un nuevo paisaje a partir de un desnivel topográfico de 12 metros.
El colegio que los hermanos Magén diseñaron en Valdespartera, en la periferia de Zaragoza, acoge a los niños de los pisos recién levantados en esa zona. Así, el nuevo inmueble convive con esos bloques seriados de vivienda, pero tenía reservado un lugar sobrante en el sur de la población. Por eso, la labor de los arquitectos consistió aquí en transformar un territorio inhóspito en un espacio habitable. Más allá de un colegio, el proyecto ha resultado ser también una crítica en tres dimensiones hacia el urbanismo previo, seriado y más mecánico que imaginativo del barrio.
El recinto de los niños está construido sobre una plataforma y dentro de un perímetro delimitado. Los proyectistas minimizaron el movimiento de tierras del solar adaptándose a la pendiente y modelando el desnivel de 12 metros con plataformas horizontales que siguen el descenso de la calle. El comedor del centro, por ejemplo, está tres metros más abajo que la escuela de educación infantil. Con el espacio acotado, y el desnivel reducido, el siguiente paso consistió en ganarse a los chavales, en ofrecerles una arquitectura más amable que la que organiza el barrio en el que viven.
El patio elíptico de los juegos y las formas curvas de la planta obedecen a la orientación sur de nueve de las aulas de la escuela, pero sirven también para aclarar lo que el centro quiere para los críos. Las razones de las curvas son así de una doble índole: programática -las clases buscan el aprovechamiento de la luz natural y tratan de salvar con rampas la topografía del terreno- y emocional –el colegio quiere ser la gran plaza, el espacio de relación y encuentro que el urbanismo de bloques del barrio no logra ofrecer-. Así, con la escuela alrededor de la plaza, el vecindario se redibuja y la educación de sus habitantes empuja a cuestionar las organizaciones cartesianas que terminan por descuidar la esencia de los lugares y las particularidades de las personas.
Precio final, según arquitectos: 983,66 euros por metro cuadrado
Dirección de obra: Astarté Núñez.
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