Margen de inversión
Los países centrales del euro deben aumentar el gasto para afianzar la recuperación europea
Alemania y el Fondo Monetario Internacional (FMI) defienden desde hace años distintos ritmos de política económica para combatir la crisis financiera y la recesión. Mientras que Berlín se aferra obsesivamente a la disciplina fiscal y a una política de austeridad impuesta a toda Europa, el Fondo sabe que las políticas procíclicas (restricciones presupuestarias en periodos de bajo crecimiento o fórmulas expansivas en fases de prosperidad) castigan innecesariamente a los ciudadanos y a las economías nacionales, sobre todo cuando, como es el caso, se han infravalorado los multiplicadores que relacionan los efectos sobre la renta de los recortes del gasto. El Fondo acierta cuando reclama a Alemania que haga más gasto de inversión para cebar la economía europea y recomienda que aumente el presupuesto en infraestructura de transporte al menos en 0,5 puntos de PIB anuales durante cuatro años.
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Es una política poco racional obligar a todos los países de un área monetaria a que limiten su gasto público y supediten la estrategia presupuestaria a un control drástico del déficit. El primer efecto es limitar la capacidad de crecimiento del área económica, pero de manera muy desigual, de forma que la depresión es más profunda en los países con mayores desequilibrios públicos (déficit y deuda). Pero es que, además, se acrecienta la percepción de desigualdad, porque los países más afectados comprueban que la austeridad en los países centrales (en este caso, en Alemania) suele ser menos intensa que la propia. Y, por fin, la austeridad universal acaba trasladando sus efectos depresivos al país mejor situado; las exportaciones alemanas tienden a disminuir no solo por la fortaleza del euro, sino también por la caída de las importaciones de los países periféricos.
La austeridad nacional es insostenible (España es un buen ejemplo de ello) porque ni suele cumplir sus objetivos ni produce los beneficios anunciados; pero la austeridad universal en el área euro es absurda. El FMI está pidiendo algo razonable —e imperativo, si no se quiere condenar a la economía europea a tasas de crecimiento mediocres— cuando sugiere que los países con mayor tasa de actividad agoten su margen fiscal. Favorecerán las exportaciones de los periféricos (como las españolas, aunque la recuperación debe sostenerse a medio plazo sobre la demanda interna), contribuirán a crear empleo y a mejorar las expectativas de los mercados sobre los activos financieros europeos.
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