Un buen abril
El descenso del desempleo no debe llevar a la complacencia ni ser motivo de batalla política
Hasta que la recuperación alcance suficiente intensidad, la economía española ofrecerá datos contradictorios y tendencias opuestas entre sí. Por eso los ciudadanos corren el riesgo de la confusión. Sobre todo en un momento preelectoral siempre propicio a la exageración en la interpretación de las cifras. Especialmente si su distinta naturaleza se presta a ello, como sucede en los registros del Ministerio de Empleo y en los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Uno y otro baremo miden periodos distintos y realidades —aunque superpuestas— diferentes: aquellos contabilizan a quienes buscan un puesto de trabajo en los servicios públicos de empleo; estos a los que declaran carecer del mismo.
Los datos de paro registrado y afiliaciones a la Seguridad Social del mes de abril son buenos —los mejores de la serie histórica— y si fueran sostenibles, serían extraordinarios. Reflejan variaciones favorables en el mes, aunque sostienen una tendencia. Que la Semana Santa haya sido cómplice de esos registros apenas limita su carácter favorable, porque si se les depura el carácter estacional también lo son, aunque menos: el paro habría bajado en 50.000 personas en vez de 111.000. Pero son difícilmente sostenibles porque contrastan aún duramente con las tendencias (algo más amplias) reflejadas en la EPA del primer trimestre que dan cuenta de la todavía existente destrucción de empleo; a lo que hay que añadir los pronósticos publicados ayer por la Comisión Europea. Todo parece indicar que la situación laboral a medio plazo apunta mejoras, pero con una gran debilidad y una lentitud excesiva.
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En los datos destaca el protagonismo de la hostelería, rubricado por una excelente Semana Santa, por el repunte del turismo nacional y en un entorno internacional competitivo favorable. Junto a ello, el aumento de los autónomos es ambivalente: denota la desconfianza en hallar un empleo por cuenta ajena y expresa la determinación de emplearse a toda costa.
La positiva creación de empleo va acompañada de algunos elementos negativos, como la precariedad, referida tanto a su peor calidad (temporales más que fijos, parciales más que a tiempo completo) como a su baja remuneración. Ello perjudica a la recuperación de la confianza de las familias, indispensable para activar la demanda interna, que supone en torno a tres cuartas partes de la economía española.
Por eso es necesario que en la eurozona se adopten políticas más decididamente impulsoras del crecimiento. Hay razones adicionales que lastran la creación de empleo, a saber: la bajísima inflación y el elevado tipo de cambio del euro. Y por último: como la perspectiva del empleo sigue siendo dramática —pero desde luego menos mala que la de meses atrás— se agradecería que Gobierno y oposición se concentrasen en las recetas necesarias para mejorarla, en vez de arrojar unas u otras cifras a la cabeza del rival.
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