Giro en Panamá
El modelo de gobernar un país con criterios empresariales fracasa en las urnas
Gobernar un país no es como dirigir un negocio, pero a pesar de la obviedad de este axioma, constantemente aparecen candidatos cuyo programa electoral consiste básicamente en acabar con los problemas de una nación aplicando las fórmulas de éxito de su vida empresarial. Así llegó en 2009 Ricardo Martinelli a la presidencia de Panamá, avalado por el 60% de los votos, y el mensaje de una nueva filosofía de gestión fue trasmitido a todo el planeta por los embajadores nombrados por el mandatario. El pasado domingo, sin embargo, los panameños dieron la espalda al proyecto del presidente saliente, encarnado esta vez en la figura del candidato oficialista, Domingo Arias, y eligieron al opositor Juan Carlos Varela, alguien que paradójicamente ha pasado en apenas tres años de ser colaborador a férreo enemigo de Martinelli.
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Con su voto, los panameños no han dirimido una pelea política entre dos antagonistas que fueron en su día socios, sino que han mostrado su rechazo a un estilo de gobernar, autoritario y monopolizador del poder, que hizo que Martinelli fuera perdiendo apoyos a medida que se desarrollaba su mandato. Un estilo ineficaz para dirigir un país —hay problemas de abastecimiento de agua potable para algunas capas de la población, precios desbocados en la cesta de la compra y escasez de vivienda— y además sospechoso para algunos en cuanto a su respeto a las normas. En la decisión del votante han pesado también los escándalos denunciados en las concesiones de obras públicas así como algunas maniobras —como el intento de que la mujer de Martinelli fuera candidata a vicepresidenta—, detrás de las que los panameños adivinaban la voluntad del expresidente de seguir en el poder a pesar del impedimento constitucional. De hecho, y aunque lo prohíbe la Constitución, que exige neutralidad, Martinelli ha hecho campaña por Arias hasta el mismo día de la votación.
La lucha contra la corrupción, la voluntad de frenar la especulación de precios y la vigilancia por la independencia de las instituciones han sido los tres pilares en los que Varela ha basado su campaña, logrando despojarse de su imagen de colaborador del empresario-gobernante para presentarse como una alternativa real de gobierno. Las elecciones han sido las más reñidas de la historia, pero a Varela le queda ahora lo más difícil para cualquier político: cumplir lo prometido.
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