Ocho normas impepinables para salir de marcha por Nueva York
Paul Sevigny, hermano de Chloë y propietario del club más guay de Tribeca, aconseja: di no al Cosmopolitan de Sarah J. Parker
Si la actriz Chloë Sevigny representa el epítome del cool posmoderno, su hermano Paul es el equivalente dentro de la noche neoyorquina. DJ, empresario y a-lister (aquellos que siempre son invitados a los eventos más guays de la ciudad), acaba de inaugurar su primer club, el Paul’s Baby Grand, en el corazón del barrio de Tribeca y comparte con ICON algunas de las claves para moverse como un insider (y no como un turista a una Lonely Planet pegado) por la noche neoyorquina.
1. Música: horteradas sin complejos.
El lema es no tomarse demasiado en serio a uno mismo. Durante años existió una especie de competición por ver quién era el más purista, crítico y avant garde de los DJ neoyorquinos. Los grupos pasaban de ser “lo más a lo más obvio” en el mismo fin de semana, con su consiguiente revival nostálgico al mes siguiente. “La gente cada vez trabaja más y cobra menos, y cuando tiene un rato para salir quiere disfrutar de verdad. Y eso significa que a veces puedes permitirte pinchar la canción más hortera del universo. No se trata de ser tan cools que nadie te entienda. Se trata de hacer que la gente se divierta. Sin complejos”, explica Sevigny.
2. Bebidas: olvida el Cosmopolitan.
La complejidad técnica de la coctelería neoyorquina ha llegado a cotas tan elevadas que resulta incluso sobrecogedora. “La época en la que las copas venían con un manifiesto ha pasado. Todos agradecemos que haya un profesional detrás de la barra, pero creo que muchos se preocupan más de lo que deberían: no es ingeniería química. Ahora se llevan los cócteles currados, pero con una presentación que te haga sonreír. No hay que tener miedo de servir un trago granizado sobre un coco coronado con sombrillas. Hay que empezar a divertirse antes de que el alcohol llegue a la sangre”. Y sobre el cóctel Cosmopolitan, Sevigny tiene muy clara su postura: resulta tan fácilmente ridiculizable que lo verdaderamente esnob es no hacerlo. “No hay que burlarse de los turistas que quieren sentirse como Sarah Jessica Parker. Habría que verme a mí pidiendo todos los tópicos gastronómicos españoles en las situaciones más inadecuadas”.
3. Etiqueta: chanclas no, esmoquIn sí.
La tendencia es ir hacia una estética más formal, tras años de dictadura chanclista. “Hay todavía pocos sitios en Nueva York donde te sientas cómodo si vas arreglado; y si no puedes vestirte para salir en Nueva York, ¿dónde vas a hacerlo? Hemos llegado a un punto en el que si apareces en esmoquin frente a la puerta de mi bar tienes garantizada la entrada, aunque solo sea porque haces juego con el papel pintado de las paredes”, bromea. La ciudad, en su opinión, se está volviendo demasiado relajada en comparación con los implacables noventa y los sobreproducidos ochenta. “Elegir tu outfit, ponerte guapo, es parte de la ceremonia y donde empieza la emoción”.
4. Política de puerta: aquí no entra cualquiera.
Los estilosos dentro. Serán considerados motivos de expulsión inmediata: llevar camisa blanca con vaqueros, gorros de lana –“da igual que todos los hombres que viven en Hollywood los usen”-, carteras con cadena, zapatos con punta cuadrada; y, en el caso de las chicas, tops de fiesta. “No importa que seas importante o hayas hecho algo importante, si vas vestido como un andrajo, te quedas fuera”.
5. Citas y relaciones: todos con todos.
Las mujeres lo tienen complicado, “porque cada vez quedan menos hombres”. De lo que se infiere que los hombres lo tienen cada vez más fácil. ¿El único problema? Los grupos se han vuelto pequeños y aislados: el llamado modelo Friends. “Por eso los clubs que funcionan son los mezclan gays, lesbianas, gente mayor y más joven. Lo monotemático es un aburrimiento”
6. Cirugía plástica: totalmente prohibida.
“Los Ángeles da miedo. Cuando ves a la gente no sabes si todavía siguen siendo humanos con tanta cirugía, y en Chicago está pasando lo mismo. Gracias a Dios en Nueva York el bótox y la silicona se consideran lo peor, puede que sea por la influencia europea. La única persona con grandes pechos falsos que podría entrar en mi club sería un hombre”
7. Edad: la noche es de los veinteañeros.
“La gente se casa menos de lo que solía hacerlo, así que la edad media de los bares ha subido considerablemente en los últimos años, pero en Nueva York no se sale ni la mitad que en Europa, y tengo entendido que muchísimo menos que en España”. Así que, aunque los mayores de 35 años están un poco mejor representados que los Verdes en el Parlamento, la noche sigue siendo de los nacidos d. K. (después de la muerte de Kurt Cobain).
8. Zonas: siempre Brooklyn.
Hace diez años “todo se movía” en torno a Chelsea y al Meatpacking District, que vivió su revitalización gracias a la avalancha de tiendas y restaurantes de autor entre las calles 14 y Hudson. “Poco a poco los bares se han ido moviendo hacia Hells Kitchen [la zona más baja y sucia de la ciudad en el siglo XIX, delimitada por las calles 34 y 59] y Bowery [donde se encontraba la mítica sala CBGB, hoy convertida en una tienda de John Varvatos]". Sin olvidar Brooklyn, que “es donde están sucediendo las cosas más excitantes ahora mismo y el lugar con los impuestos más bajos de todo Estados Unidos. El sitio perfecto para los que tienen veinte años”, sentencia Sevigny.
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