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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se alquila isla

El primer ministro italiano Matteo Renzi quiere enajenar espacios públicos para enjugar el déficit

MARCOS BALFAGÓN

Una de las escasas ventajas de las crisis es el fervor con el que los políticos de algunos países abrazan la necesidad de poner orden en casa. Por ejemplo: ¿tiene sentido poseer miles de magníficos edificios, algunos de ellos sin uso, y al tiempo ocupar otros en régimen de alquiler por los que se pagan unos mil millones de euros anuales?

Esto es lo que acaba de plantear el primer ministro italiano, Matteo Renzi, dos años después de que acometiera algo parecido el Gobierno español, cuyas cifras de supuesto derroche eran un poco menores: decenas de edificios vacíos y, paralelamente, un gasto en alquileres de cien millones cada año.

Grecia y Portugal también estudiaron proyectos similares para ordenar sus propiedades y, de paso, ahorrar dinero, dos objetivos que de seguro cuentan con el beneplácito de unos ciudadanos obligados a apretarse el cinturón.

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Sin embargo, hay límites para tan loables fines. Los medios populistas alemanes alentaron la idea de que Atenas pusiera en venta desde sus afamadas islas hasta la Acrópolis, si fuera necesario, para pagar al resto de Europa “lo que debía”. El Gobierno británico de David Cameron llegó a plantear la enajenación de algunos de sus verdes bosques.

Son anuncios que, además de desatar las iras de los ecologistas, no suelen llegar a buen puerto. Al ciudadano no le gusta verse privado de parajes naturales de dominio público cuyo destino, sospecha, será el de convertirse en un jugoso negocio de posibles desventajas medioambientales. Ahí está la resistencia andaluza a la venta de la finca gaditana de La Almoraima.

Renzi, sin embargo, parece dispuesto a probar suerte porque, además de poner orden en el magnífico patrimonio inmobiliario italiano, también pretende subastar alguna isla, como Poveglia, frente a Venecia, conocida como La isla de los muertos. Más que una venta, se trata de una concesión de 99 años. Habrá que ver si tiene éxito en su proyecto y en cuánto enajena el islote. Pero, sobre todo, confiar en aquello de que no hay crisis que cien años dure y que, para cuando acabe la concesión, el Estado italiano tenga la capacidad de recuperar la perdida Poveglia.

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