Rostros marcados por una guerra
Un conflicto interminable ha hecho mella en la salud mental de miles de somalíes. Hacemos una visita a un hospital de Mogadisción donde tratan a casi un centenar de ellos.
Mogadiscio
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1Un paciente se ríe sentado en una cama del hospital Habeeb de Mogadiscio donde permanece ingresado. En total, se calcula que más de 15.000 enfermos han pasado por este centro en los últimos nueve años. J. M. López -
2Huba tiene 20 años y pese a que ha experimentado cierta mejoría se pasa el día hablando sola y tratando de cazar moscas con las dos manos o tendida en la cama acariciando la pared de su habitación. J. M. López -
3Un paciente descansa sentado en su cama del hospital Habeeb de Mogadiscio. El síntoma más común entre los enfermos psiquiátricos es la depresión pero también la ansiedad y el estrés postraumático. J. M. López -
4Algunos pacientes tienen que ser inmovilizados con cuerdas o cadenas para evitar que traten de escapar por la noche, muchos de ellos tienen miedo a la oscuridad y eso les perturba. J. M. López -
5Abdul Rahman Ali Awale, al que todo el mundo se dirige cariñosamente como doctor Habeeb, pasa consulta en el hospital mental de Mogadiscio. Ahmed, como se llama el paciente, luchó durante años contra los islamistas de Al-Shabab y desde entonces ha perdido la razón. J. M. López -
6Un paciente sufre convulsiones en una cama del hospital Habeeb de Mogadiscio donde permanece ingresado. Con más de un millón de muertos, cientos de miles de desplazados internos y refugiados, las consecuencias para la salud mental de los somalíes son más que evidentes. J. M. López -
7Un enfermero ayuda a un paciente a incorporarse en una habitación del hospital Habeeb de Mogadiscio. En los últimos meses han tenido que levantar dos nuevos pabellones para que los pacientes puedan tumbarse a la sombra. J. M. López -
8Un paciente permanece tumbado en su cama del hospital Habeeb de Mogadiscio. La mayoría de los enfermos pasan el día adormilados por el intenso calor en sus colchones. Su rutina se limita a descansar y comer. J. M. López