Desigualdad en la encrucijada
Un renovado apetito por las reformas estructurales resurge en Latinoamérica
Después de una década en la que cayó la desigualdad por ingresos en América Latina, datos nuevos muestran que la tendencia se estancó en la región. En algunos países, inclusive aumenta la concentración de ingresos. La evidencia proviene de la última revisión de datos de los hogares, según la Base de Datos Socioeconómicos para América Latina y el Caribe (SEDLAC) publicada por el Banco Mundial. El coeficiente de Gini (el índice más utilizado para medir la desigualdad de ingreso) regional disminuyó en un promedio de 0,94% anual, mientras que en 2011 se redujo en apenas un 0,33%, y en 2012 cayó un magro 0,02%.
Basándonos en estos datos, nuestras estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestran que en seis de los 16 países analizados, la desigualdad se ha estancado entre el 2010 y el 2012.
¿A qué se debe tal atascamiento? Sin cambios apreciables en las transferencias sociales ni en las pensiones en este periodo, el culpable parece ser el mercado de trabajo, en particular el segmento de baja calificación laboral de los sectores de servicios, de donde salió gran parte de los nuevos puestos de trabajo durante el boom económico. Como el crecimiento en los ingresos del trabajo es a la vez un beneficio para la sociedad (con la reducción de la pobreza) y un coste para las empresas (por los mayores costos laborales unitarios), se abre un interesante debate político en la actual encrucijada.
Los países intentarán mantener el ritmo de disminución de la pobreza a través de un mayor crecimiento económico
Una forma de abordar el estancamiento de la desigualdad es embarcarse en reformas estructurales que mejoren el ambiente de los negocios: una manera relativamente directa de reducir los costos laborales unitarios es mediante de la liberalización de los mercados de trabajo y la des-regulación de los beneficios laborales. De hecho, varios países, siguen esta estrategia en la eurozona hoy. Desde una perspectiva de desarrollo humano, este remedio es peor que le enfermedad, por los daños al tejido social y económico de largo plazo.
Una segunda manera de abordar el estancamiento de la desigualdad es fortalecer las redes de protección social, centrándose específicamente en reforzar la rentabilidad de la educación para diferentes segmentos del mercado laboral. Se trata de una “carrera entre la educación y la tecnología”, más que una carrera por bajar los costos laborales. Pocos países escogerán esta ruta, por los pocos retornos políticos de apostar por el mediano y largo plazo.
Una tercera manera de lidiar con el estancamiento de la desigualdad es no hacer nada. Este es, de hecho, el escenario más probable en la región, ya que las reformas que aborden la desigualdad son intensivas en capital político e institucional. En estos casos, los países intentarán mantener el ritmo de disminución de la pobreza a través de un mayor crecimiento económico. Es probable que se den cuenta, para el año 2020, que “más de lo mismo” no se suele producir lo mismo.
En cualquier caso, veremos un renovado apetito por las reformas estructurales en la región. Y, como en el poema del poeta Robert Frost, cuando dos caminos se bifurcan en un bosque amarillo, estaremos apenados por no poder tomar los dos.
George Gray Molina es economista jefe para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
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