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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Todos somos, aún, Troy Davis

Lola Huete Machado
La hermana de Troy Davis, Martina Correia y su madre, Victoria, al fondo, en la casa familiar donde él creció en Savannah (Georgia). Ambas murieron al poco de la ejecución de Troy el 21 de septiembre de 2011.
La hermana de Troy Davis, Martina Correia y su madre, Victoria, al fondo, en la casa familiar donde él creció en Savannah (Georgia). Ambas murieron al poco de la ejecución de Troy el 21 de septiembre de 2011.Sofía Moro

Cien personas más en 2013 que en 2012. Cien. Cien historias. Eso dicen las cifras, al alza, del último informe anual sobre pena de muerte de Amnistía Internacional presentado hoy. Y de inmediato de tanto número, del total de 778 ejecutadas en el mundo, y de la estadística general de todos los tiempos, brota un nombre destacado.

Un nombre, una fecha y un recuerdo: Troy Davis, 21 de septiembre de 2011.

Fue aquella una de las noches más tristes y más oscuras para su familia; para la organización; para miles de activistas reunidos en distintas plazas desde hacía días; para ciudadanos de todo el mundo que hicieron guardia hasta la noche allí (la madrugada en España) a las puertas de la prisión de Jackson (en Georgia) o frente a las pantallas de los ordenadores y las televisiones.

Las redes sociales ardían como una suerte de llama de esperanza ante la posibilidad de que fuera salvado en el último momento, segundo, instante... Había quien llevaba dos décadas intentándolo. Se habían elaborado campañas, conferencias, manifestaciones, protestas, comunicados, vídeos, camisetas... Los abogados defensores lo probaron todo hasta el último minuto: corrieron, apelaron, suplicaron clemencia aquí y allá. No fue posible. El Tribunal Supremo decidió cerrarle todas las puertas esa noche de aquel día. Anteriormente, por tres veces, o los letrados o la presión internacional, distintas estrategias y acciones lo habían logrado. Pero esta vez dio igual que el presidente Jimmy Carter, el arzobispo Desmond Tutú (Why are we killing Troy Davis?; "Quitar una vida cuando otra vida se ha perdido es venganza no justicia", escribe) o el mismo Papa Benedicto XVI pidieran clemencia. He aquí la lista de otros muchos que también lo hicieron.

"Con Troy no solo murió un hombre que posiblemente era inocente del crimen del que se le acusaba; también se inició un descenso en la credibilidad de un método que aún apoya un 64% de los norteamericanos", escribiríamos luego en este mismo diario.

Era aquella la cuarta vez que este hombre de color, de 42 años, de origen humilde, esperaba en el corredor; la cuarta que avanzaba por él camino de la inyección letal. Lo hizo en 1991, en 2007, en 2008... Fue la definitiva. Varios periodistas, como Rhonda Cook, lo contaron desde dentro. "Conocía el protocolo, los pasos, los ruidos, los gestos de los guardias... Un experto era. No quiso comer, ni ser tranquilizado, ya lo estaba. 'Soy inocente', fueron sus últimas palabras antes de morir a las 23.05 tras cuatro horas de espera. Morir siendo considerado culpable era su mayor dolor. Y el de los suyos". Se le acusaba de asesinato de un policía en Savannah en 1989. Pero nunca hubo suficientes pruebas.

Amnistía hizo del caso de Troy Davis bandera. El caso dudoso por excelencia, la representación de lo demencial que resulta que un Estado democrático ejecute, sentencié el fin de una vida, sin tener todas las pruebas, sin tenerlas todas atadas y bien atadas, existiendo un ápice de duda. Y en la historia de Troy eran inmensas las lagunas, hasta la mayoría de los testigos se habían retractado de sus primeras declaraciones... La familia de Troy —Victoria, su madre, Martina, su hermana— sufrió lo indecible y se mantuvo unida como una piña. Siempre conscientes de la tierra que pisaban, el ambiente en que habitaban, el viejo Sur, cargado de razones e historia blanca.

"Aquí fue", nos dijo un día de 2010 Martina Correia, su hermana, delgadísima, entonces recién operada de cáncer, en Savannah (Georgia). Estábamos en el lugar exacto donde se cometió el asesinato del policía por el que Troy fue detenido en 1989 y condenado a muerte en 1991. Pisar Savannah era como regresar a las viejas películas de persecuciones y racismo; como si el tiempo estuviera detenido entre uniformes militares, en barrios segregados, calles sin paseantes ni aceras, jóvenes negros desarrapados en las puertas de algunas casas y ricos muy ricos en mansiones y cuarteles militares y... Un 60% de población afroamericana, enorme discriminación racial, un sistema judicial y policial por y para blancos, la América profunda aún no ventilada.

Martina fue siempre portavoz y apoyo de su hermano. Hasta el último minuto, como se puede ver en este vídeo. A las puertas de Jackson en esa última noche de su último día dijo:

"Mi hermano no solo es Troy Davis, todos somos él…. Somos el único país que mata a sus ciudadanos mientras da consejos sobre Derechos Humanos a la comunidad internacional".

La crónica gráfica de esos últimos días se recogió en esta página: Deathpenalty.

Para Amnistía Internacional este tema aún resulta doloroso, me consta. La lucha contra la pena de muerte es uno de sus grandes objetivos, la base de su implicación en la defensa de los Derechos Humanos. Doloroso constatar que, en 2013, la cifra de ejecuciones creció. Que hay Estados que se resisten, a pesar de la tendencia de reducción constante en los últimos 20 años. Que EE UU sigue siendo la espinita clavada, el único país de América en la lista, con 39 ejecuciones en 2013 (Texas, el Estado donde más, mientras Maryland se convertía en 2013 en el Estado número 18 en abolir la pena capital). Que siguen sin poder actuar o siquiera contar lo que sucede exactamente en China, allí donde la organización sabe que son millares los ejecutados sin garantía. Pero no hay modo de contabilizarlos, ni de asistirles, ni de ponerles nombre ni cara. Ni siquiera crimen, porque todo lo relacionado se mantiene en secreto, son bien tapados los detalles y circunstancias de delitos y juicios por una nación de economía arrasadora y creciente que tiene una peculiar interpretación de los Derechos Humanos y su aplicación. Y que ya se permite, incluso, animar a modificar, y hacerlo de hecho, legislaciones de terceros países que, por lo que quiera que sea puedan afectar a sus intereses (como está sucediendo con la jurisdicción universal y el caso de Tíbet en España).

La pena de muerte es como un túnel sin salida. Supone quedarse sin palabras ante un Estado -en nombre de todos-, que decide quitar la vida a otro ciudadano. Saber y asumir que la Justicia se puede equivocar y que en tal caso, con esta pena máxima, no hay vuelta atrás, nada ya que se pueda revertir o corregir. Y las razones por las que se aplica la pena capital siguen siendo variopintas, como se ve en el informe de la organización "Las diez cosas que debes saber acerca de nuestro informe sobre pena de muerte".

Cuando se supo de la ejecución por inyección letal se hizo el silencio en los alrededores de la prisión de Jackson, hasta que llegaron las lágrimas; lloraron hasta los presentadores de las televisiones, los internautas ante los ordenadores, cundió el desaliento y la sensación de derrota. Imágenes de la gente sentada en las plazas, vestidos con camisetas y carteles que decían "Yo soy Troy Davis". Martina Correía miró al cielo en una famosa fotografía; antes de que se lo dijeran, ya sabía de la muerte al otro lado de los muros de la cárcel. Y al poco tiempo ella misma tiró la toalla, falleció enseguida. Sin su hermano y su madre (que había muerto muy cansada ese mismo año) ya no le quedaba por hacer ya nada.

¿Adivinas por qué podrías ser condenado a muerte? Un cartel de la campaña de Amnistía Internacional
¿Adivinas por qué podrías ser condenado a muerte? Un cartel de la campaña de Amnistía Internacional

Y sí, fuimos todos Troy Davis. Lo seguimos siendo si una sola duda existe o ha existido siquiera; si los juicios se sabe que no han sido justos; si las pruebas son cortas en cualquiera de los 778 ejecutados en este 2013 ya cerrado.

La página de Amnistía sobre Troy Davis permanece ahí, abierta: "Hemos sido 97.548 firmantes", está escrito en esa acción, Actúa, que lanzaron al mundo durante aquellos días. Luego hay una suerte de epitafio y un desafío que no cesa.

Esta acción ha finalizado. Troy Davis ha sido finalmente ejecutado a las 23.08 hora local del día 21 de septiembre. Amnistía Internacional ha definido este proceso como "un fallo catastrófico del sistema de justicia de Estados Unidos" y seguirá haciendo campaña por la abolición de la pena de muerte en todo el mundo".

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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