Ipek, profesora en la escuela de Educación Infantil, sostiene en brazos a una de sus alumnas. Los niños del jardín de infancia de Öncüpinar son los más afortunados: o son demasiado pequeños para recordar la guerra o han nacido dentro del campo de refugiados y no les ha tocado vivirla directamente.LOLA HIERROEn una de las paredes del colegio los alumnos han colgado un dibujo con el emblema del Frente Islámico de Liberación de Siria, un conglomerado de varios grupos islamistas de corte moderado que lucha para derrocar el régimen del dictador sirio Bachar el Asad.LOLA HIERROUsama Ajjan tiene 24 años y es natural de Alepo, una de las ciudades sirias más pobladas y mas castigadas por las tropas de Al Asad. Usama ha llegado hace tan solo un día al campo de refugiados y recorre por primera vez las aulas de la escuela de Öncüpinar, donde espera ser seleccionado como maestro voluntario. LOLA HIERRODos niñas pasan la tarde en la puerta de su casa. Un 83% de los menores de entre 6 y 11 años que viven en campos de refugiados turcos están escolarizados, según Unicef. Sin embargo, solo el 6% de los niños que quedan en Siria pueden ir a clase.LOLA HIERROLas calles de Öncüpinar son interminables y anodinas. Sin embargo, el interior de los barracones está bien acondicionado. Cada uno dispone de dos dormitorios, retrete, ducha, cocina y electricidad las 24 horas. Algunas familias tienen televisión.LOLA HIERROTres niñas no consiguen enfrentarse a una cámara de fotos sin contener la risa. Salen de la mezquita, donde han pasado la tarde estudiando el Corán, una actividad que realizan la mayoría de menores y mujeres del campo. LOLA HIERRODos adolescentes juegan una partida de ajedrez frente a la puerta de un barracón. En el campo de Öncüpinar, los niños juegan en la calle entre ellos con juguetes o con otros objetos que utilizan como tales. Los móviles y las consolas no se estilan.LOLA HIERROVarias mujeres de una familia charlan en la puerta de uno de los barracones. Las mochilas descansan junto a la puerta porque es festivo y no ha habido clase. Según datos de la Agencia Turca de Desastres y Emergencias (Afad en sus siglas en turco), un 67% de los padres que viven en campos de refugiados están satisfechos con la educación que reciben sus hijos, pero no hay estadísticas de ONG con las que se pueda comparar esta afirmación.LOLA HIERROYuksal Shubar, profesora de árabe para casi 4.000 alumnos de la escuela de Öncüpinar, es testigo de las dificultades que presentan los niños cuando vuelven a la escuela, como falta de concentración y agresividad hacia profesores y familiares. "Los estudiantes han visto bombas, sangre; han visto muertes, a veces de familiares. Algunos perdieron a sus padres, y solo hablan de lo que pasa en Siria. Es difícil que se concentren en otra cosa", relata.LOLA HIERROUn chico de corta edad se arrastra por debajo de una alambrada impide el paso a un terreno en obras. El pequeño acaba de recoger un par de guantes rojos que estaban al otro lado y se queda atascado durante un rato entre la valla y la tierra hasta que un guardia de seguridad le ayuda a salir. Los niños tienen que aprender a convivir con alambradas, fronteras y altas medidas de seguridad durante su estancia en Öncüpinar.LOLA HIERRODos niñas dejan de jugar un rato y posan ante la cámara. El 25% de los niños de los campos sufren trastornos de sueño. Una de las razones es que, pese a estar ya en territorio turco, el campo de refugiados está tan cerca de la frontera que se escuchan los aviones y las bombas de la guerra en el país vecino.LOLA HIERROCae la tarde en Öncüpinar. Dos mujeres, una totalmente cubierta, pasean un carrito de bebé junto a la alambrada del campo de refugiados. Aproximadamente la mitad de sus 13.000 habitantes son menores sirios de 18 años.LOLA HIERRO