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El lado excéntrico de Giorgio

Armani selecciona las prendas más arriesgadas que ha creado en los últimos 20 años La modelo Dewi Driegen posa con algunas de ellas

La modelo Dewi Driegen posa con un Armani de 1992.
La modelo Dewi Driegen posa con un Armani de 1992.Gonzalo Machado

Excéntrico no es la primera palabra con la que uno describiría a Giorgio Armani. Quizá tampoco la segunda, ni siquiera la tercera. Aunque vistiera a Lady Gaga, en el imaginario común, el de Piacenza ha sido, en los más de cuarenta años que lleva en el mundo de la moda, lo que se podría definir como una apuesta segura. Lo repite su amiga y coetánea Sophia Loren cada vez que le preguntan por los diseños de Armani que luce en las alfombras rojas: “Con él nunca fallo”.

“Él otorgó importancia a la actitud. Se centra en lo esencial, no es minimalista, pero sí piensa en sustraer en vez de en añadir. No sé si es un artista, pero sí un autor que creó un estilo y nuevas soluciones”. Así define Renata Molho, veterana cronista de moda y autora del libro Being Armani, el hacer del italiano.

“La elegancia no implica llamar la atención, sino ser recordado”, resume el propio creador. No, Armani no tiene en su currículo las estridencias de Gianni Versace, los desvaríos de Marc Jacobs o los excesos de John Galliano. Su vida, profesional y personal, ha estado marcada, en general, por un dominio que extiende a toda su compañía, la que fundó en 1975 con 39 años. Hoy su emporio ingresa 1.800 millones de euros anuales e incluye, entre otros, perfumes, maquillaje, complementos y hoteles. “Algunos creen que no soy extrovertido, que soy antisocial, un ingrato porque por trabajar dejo de pasar tiempo con otras personas. El trabajo que hago es tiránico y exige todo lo que tienes, te absorbe por completo”, explicaba Armani en el libro de Molho.

Armani habla sobre el evento. / Loïc Prigent

Los tonos que Giorgio rebaja en sus prendas los eleva sin rubor en sus declaraciones. Ha tenido encontronazos con varios de sus colegas. Sabe que solo necesita tener amigos entre sus clientas. Por ellas, que le demandaban trajes más suntuosos para lucir en las fiestas, se lanzó en 2005, con 71 años, a la incómoda piscina de la alta costura. Su última colección de la línea Giorgio Armani Privé para esta primavera reunió en la Semana de la Alta Costura de París a muchas de esas fieles que disfrutaron de la reinterpretación de uno de los conceptos predilectos del diseñador: la mezcla de culturas entre Occidente y Oriente. Él quería que la fiesta fuera especial, y por eso llevó hasta París su evento One Night Only –que desde 2006 ha visitado Londres, Tokio, Pekín, Roma y Nueva York– y una exposición de 80 diseños de las colecciones Giorgio Armani y Armani Privé a la que bautizó, precisamente, Eccentrico. “En ella he subrayado la opulencia y libertad de inspiración que forman las bases de mi trabajo y que cuentan una larga e inesperada historia. Mi propia historia, más allá de clichés”, reivindica el italiano.

El diseñador habla sobre su trabajo. / Loïc Prigent

La muestra reunió una selección de sus piezas más suntuosas, con diseños de los primeros noventa, del arranque del nuevo milenio y de sus nueve años en la alta costura. En un espacio con luz tenue y música alta, el diseñador transportó a los presentes a China, Japón, India, África e incluso a la Luna… todos los destinos que su creatividad ha visitado durante las últimas dos décadas. Piezas únicas, obras de arte de la moda contemporánea como el ardiente vestido rojo que presentó allá por 1993 o la chaqueta de perlas que dio tanto que hablar en 2009. “Es muy interesante porque muestra la parte menos conocida de su trabajo, lo opuesto a la opinión generalizada que se tiene de él. Pero en la exposición está la misma libertad que define también su personalidad”, comenta Molho sobre esta autocoronación artística. “Lo que le ha diferenciado siempre es la manera como ha sido capaz de utilizar su imagen, el equilibrio que ha encontrado entre ser popular, pero también tener bien sujeto su título de rey”.

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