Pequeña ‘guerra fría’
El contraataque de Bruselas a Suiza intenta contener la escalada populista en Europa
La amenaza flotaba en el aire y no ha tardado en concretarse: quien no respete el principio de la libre circulación, tampoco tendrá acceso a las ventajas europeas. Este es el mensaje contenido en la represalia tomada por la Comisión Europea contra Suiza, cuyos estudiantes e investigadores serán excluidos de los programas Erasmus y Horizonte 2020 si Suiza persiste en rechazar la extensión del acuerdo de libre circulación a Croacia, el último país integrado en la Unión Europea. La respuesta, muy medida, deja claro que no salen gratis decisiones como las adoptadas en el referéndum del 9 de febrero, que limita la admisión de ciudadanos de la UE en el país alpino, pero sin afectar aún al núcleo duro de la relación entre ambas partes.
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En varios países europeos los ciudadanos llevan años asustados por tribunos que les auguran el fin de su sistema de vida a causa de invasiones de extranjeros, a los que acusan de tirar por tierra los elevados salarios y aprovecharse de las políticas sociales. Un discurso muy ideologizado, que en realidad se reduce al de envejecer solos. Seguro que hay prácticas abusivas que son endógenas al funcionamiento del Estado de bienestar, pero esas situaciones necesitan de serias políticas correctoras y no de maniobras populistas. La inmigración contribuye a la prosperidad, como demuestra el caso de Suiza, basado en crecimientos por encima del 2% anual y una tasa de paro limitada al 3,5%. Muchos lo creen así, y prueba de ello es que el referéndum fracasó en las principales ciudades y en los cantones con más inmigrantes, mientras que triunfó en territorios de población dispersa y más sensibles al discurso populista de defensa de la identidad y contra el hacinamiento.
La represalia de la UE es un aviso a los que pretenden imitar a Suiza en los países miembros de la Unión, desde la “maravillosa noticia” con que el resultado del referéndum fue acogido por la extrema derecha británica, hasta la satisfacción de los populistas holandeses o de la Liga Norte italiana. Contra este discurso intentan reaccionar los europeístas, avisando a David Cameron y a otros políticos tentados de retroceder respecto a un principio básico como es el de la libre circulación. Aunque los años de crisis han debilitado el europeísmo y alentado el pesimismo, los dirigentes de un espacio de casi 500 millones de personas no pueden encogerse de hombros frente a las incitaciones a la vuelta atrás.
Es doloroso iniciar una pequeña guerra fría en el corazón del Viejo Continente, pero la opción de convertirse en rehenes de las políticas extremas es todavía peor. Sobre todo si esa situación se produce en vísperas de unas elecciones europeas. Hace falta incorporar esa dimensión a la realidad española, y los debates de los comicios de mayo constituyen una buena ocasión. Aplicar todo el foco a lecturas en clave interna no deja de ser también un repliegue nacional.
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